El año litúrgico: Camino de fe que celebra el misterio de Cristo

25
Nov
2020

Caracas.- El año litúrgico, es el camino a través del cual “la Iglesia hace memoria del misterio pascual de Cristo y lo revive”, según lo explica la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II, con motivo del cuadragésimo aniversario de la constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia, del 4 de diciembre de 2003. Se trata del tiempo que transcurre entre el primer domingo de Adviento y la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo; tiempo en el que la Iglesia celebra la historia de la salvación a partir del misterio de Cristo, Dios y Hombre, desde su nacimiento hasta su última y definitiva venida.

Se definen dos funciones del año litúrgico para la vivencia de la fe cristiana; una función catequética, que permite conocer los misterios de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su pasión, muerte, resurrección, ascensión, entre otras solemnidades. La segunda función, es la salvífica: en cada momento del año litúrgico, es otorgada la gracia específica del misterio que se vive; se reciben los frutos que ha ganado Jesús por los hombres, para su salvación. En resumen, el año litúrgico permite honrar de forma religiosa, en comunión y en comunidad, la memoria de los hechos históricos de la salvación gracias al sacrificio de amor de Cristo por la humanidad. Cada celebración del misterio de la vida de Jesús, aun al repetirse año tras año, es una nueva experiencia en la vida del cristiano.

Las fiestas, memorias y solemnidades que se celebran durante los diferentes tiempos litúrgicos, nacieron del anhelo de la Iglesia por profundizar en el misterio de la vida de Cristo. Inició con el domingo, día del Señor, luego la Pascua y con el tiempo se unió Pentecostés; poco a poco más celebraciones se unieron, hasta conformar el año litúrgico, un conjunto de momentos que permiten al corazón del Cristiano experimentar la esperanza, la penitencia, la reflexión, la conversión, la contemplación, la alegría y el gozo.

El año litúrgico está conformado por los distintos tiempos que remiten a etapas de la vida de Cristo, y cada uno de ellos tiene sus propias características y colores litúrgicos. Inicia con el tiempo de Adviento, a la espera del nacimiento de Jesús. El color es púrpura, que remite a la reflexión, sin embargo, el tercer domingo de adviento se utiliza el color rosado, como resultado de la mezcla del púrpura con el blanco, indicando la cercanía de la Navidad. Precisamente, sigue entonces el tiempo de Navidad, con el que se celebra el Nacimiento de Jesús, salvador del mundo, el 25 de diciembre. Culmina el 06 de enero, con la Epifanía del Señor, y el color es el blanco, que significa alegría y pureza. Sigue a ello el tiempo ordinario, cuyo color es el verde, que significa esperanza.

A continuación, sigue el tiempo de Cuaresma, en preparación a la vivencia de la Semana Santa; es tiempo de reflexión y penitencia, al igual que la Semana Mayor del año litúrgico en la que se conmemora la pasión y muerte de Jesús y se celebra su resurrección. El color en Cuaresma y la mayor parte de Semana Santa es púrpura nuevamente. El Domingo de Ramos y el Viernes Santo, se usa el color rojo; el Jueves Santo y el Domingo de Resurrección, a partir de la Vigilia Pascual que se realiza durante la noche previa, se utiliza nuevamente el blanco. Con el Domingo de Resurrección inicia el tiempo de Pascua, en el que se celebra el paso de Jesús que ha vencido la muerte, y se utiliza el color blanco. Culmina con la celebración de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, con el color rojo, y sigue nuevamente el tiempo ordinario. El año finaliza con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, cuyo color es el blanco.

El año litúrgico no corresponde al año civil; las fechas se fijan a partir de la luna llena entre marzo y abril, en memoria de la Última Cena de Jesús con sus discípulos (Jueves Santo), que según la tradición, ocurrió el día de la pascua judía. A partir de allí, se definen la mayoría de las fechas, salvo las fijas como Navidad y la Epifanía.

En sí misma, la vivencia de la liturgia es necesaria para celebrar la fe en comunión; no es solo tener fe sino vivir de acuerdo a ella, compartirla, experimentarla, renovarla y alimentarla. A través del año litúrgico, la Iglesia puede, en todo el mundo, proclamar una misma fe en comunidad, y recibir a su vez las gracias de esa misma fe, a través de signos visibles para su celebración y para la santificación de todos los creyentes, tal como lo enseña el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Liturgia: “La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre y así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro».

Prensa CEV
25 de noviembre de 2020