Dr. José Gregorio Hernández y Madre Candelaria de San José: Se encontraron dos aureolas de inconfundible caridad venezolana

29
Jun
2020

Caracas.- Hoy 29 de junio de 2020, en el día en que se conmemora el fallecimiento del Dr. José Gregorio Hernández, a 101 años de su tránsito al cielo, el Pbro. Óscar Briceño de la parroquia San José de Guaribe de la Diócesis de Valle de la Pascua, en un despliegue narrativo, relata el instante en que el Médico de los Pobres llega al Hospital Vargas el día de su fatídico accidente, mientras en él se encontraba la Madre Candelaria de San José, quien sería más adelante la segunda Beata de Venezuela.

La joven Paola Rodríguez, de 16 años y proveniente de la misma parroquia, ilustra el momento descrito en el texto, guiada por indicaciones del sacerdote Briceño.

A continuación, el texto íntegro:

Se encontraron dos aureolas de inconfundible caridad venezolana

Va transcurriendo la tarde, en el tiempo queda marcada la histórica fecha: domingo 29 de Junio de 1919. Una emergencia llega al hospital Vargas, aumenta la tensión, todos parecen conocer la víctima del accidente, se escucha el grito de una enfermera: «es el Dr. Hernández.»

Se abren las puertas, un interno corre a prestar apoyo, la oscura y beata sangre va dejando huellas en el camino; no hay médico en todo el edificio, curiosamente no hay quien atienda al insigne doctor que entregó su vida al servicio de la ciencia, su rostro va perdiendo el color mientras los pasos acelerados del involuntario homicida salen en busca del Dr. Razetti.

Corren los rumores, la capital está alerta, pasan los minutos y hace su entrada aquel colega, que con voz quebrada y temple de guerrero confirma que el ingresado, con fractura en la base del craneo, como ofrenda que pone fin a la gran guerra, oficialmente ¡ha fallecido!

El cielo oscurecido va encendiendo la luz de las estrellas, llenando los pasillos de pobres agradecidos. Razetti sorprendido, sigue al lado de su amigo, mientras una prodiga relogiosa que era asistida en aquel sitio, con sus calzados hábitos, marrón de Carmelitas, piadosa y recia imploraba el eterno descanso del reconocido humanista.

Lo veo claramente, con vela en mano encendida, rayos de luz desborda aquella escena, dónde en una misma habitación, sin saberlo, se encontraron dos aureolas de inconfundible caridad venezolana, pues nunca estuvo tan unido el llano con la montaña, el Guárico con Trujillo, y la ciencia con la fe intactas.

Prensa CEV
29 de junio de 2020