Caracas.- Bajo la lluvia, ante la vacía Plaza San Pedro, el Papa Francisco presidió la tarde de este 27 de marzo de 2020, un Momento Extraordinario de Oración para el mundo entero.
A las 6:00 p.m. de Roma (1:00 p.m. en Venezuela), el Papa Francisco, en el atrio de la Basílica de San Pedro, inició la oración especial “a la ciudad y al mundo” con la Señal de la Cruz y la lectura del Santo Evangelio Según San Marcos, desde el pasaje en el que Jesús calma la tempestad, capítulo 4, versículos del 35 al 41.
Con la Bendición Urbi et Orbi, se concedió Indulgencia Plenaria a toda aquella persona que la reciba con fe y devoción, incluso participando en ella a través de los medios de comunicación de masas (televisión, radio, internet, etc.), cumpliendo también las condiciones prescritas por la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede.
Jesús calma la tormenta
El Papa Francisco dirigió entonces su homilía, escuchada por los fieles de todo el mundo a través de las transmisiones en vivo de los diferentes medios de comunicación tradicionales y digitales. El Sumo Pontífice citó las palabras con las que inicia el Evangelio, y continuó diciendo: “desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas”.
“Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa”, afirmó. “Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”.
Luego señaló la diferencia de la actitud de Jesús, calmada, con respecto a la de los discípulos temerosos: “Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre (…) Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?»”. El sucesor de San Pedro indicó entonces que la debilidad en la fe de los discípulos no se trataba de no creer en Jesús, sino en su falta de confianza.
“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”, señaló el Papa Francisco. Y luego, hablando al Señor expresó: “Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”.
“Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta.”
Bendición papal Urbi et Orbi
Finalizada la reflexión del Evangelio, el Sumo Pontífice se dirigió al ícono mariano Salus Populi Romani, orando a la Santísima Virgen para que conceda su maternal protección a la humanidad, ante la pandemia que azota al mundo entero. Seguidamente se acercó al Cristo de San Marcelo, que fue trasladado a la Basílica de San Pedro para este Momento de Oración Especial, y una vez más, en silencio, puso ante Jesús inmolado en la cruz la petición de misericordia por las necesidades de los hombres en los tiempos adversos de la enfermedad. Al “Crucifijo milagroso” se le atribuye el fin de la Gran Peste de 1522, misma que cesó luego de que la imagen recorriera las calles de Roma.
Tras presentar sus intenciones ante el Hijo de Dios y su Santísima Madre, el Papa Francisco entró a la Basílica, y desde el atrio, tuvo lugar la Adoración al Santísimo Sacramento. El silencio reinó una vez expuesto Jesús Eucaristía en la custodia. En absoluto mutismo, el sucesor de Pedro ante la presencia viva y real de Jesús, ofreció las angustias y miserias del mundo entero.
Pasados unos minutos iniciaron las letanías al Santísimo Sacramento del Altar, y, a continuación, con las campanas resonando, el Santo Padre tomó la custodia entre sus manos cubiertas con el paño humeral, se dirigió a la entrada del templo y, con miras a la ciudad y al mundo, realizó la Señal de la Cruz tres veces. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo…
En medio de la Pandemia mundial, el sucesor de Pedro ha bendecido a la humanidad con la presencia sagrada de Jesús Eucaristía.
Prensa CEV
27 de marzo de 2020