Vaticano.- A través de un boletín, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral abordó los enormes desafíos de quienes, junto con abandonar sus países, deben encontrar empleos para sustentarse en medio de una crítica situación social, agudizada por la pandemia.
Los enormes desafíos que enfrentan en su acceso al trabajo quienes han dejado su tierra forzosamente es el núcleo de la reflexión que ofreció este jueves 10 de febrero el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Lo hizo al publicar el boletín “Trabajo para todos, incluidos migrantes y refugiados” (leer aquí el boletín). Este texto se enfoca en la repercusión de la pandemia en sus vidas, “así como su exclusión laboral o la obligación a trabajar, bajo coacción, de manera irregular o precaria”.
El documento hace hincapié en la “extrema importancia del trabajo para la promoción de la dignidad humana y el desarrollo humano integral”, y es fruto de la labor que realiza la Comisión vaticana COVID-19 (VCC-19) que está implementando el proyecto “Trabajo para todos” en noviembre de 2021. El propósito de dicha iniciativa es recorrer un “camino de discernimiento, con las comunidades católicas de todo el mundo, sobre el futuro del mundo laboral y los cambios estructurales necesarios para construir un futuro en el que haya trabajo para todos”, explicita el boletín.
En concreto, las comunidades católicas promueven la necesidad de un cambio radical tras el COVID-19, ya que están embargadas por una “profunda preocupación” dada la “exacerbación de las preexistentes desigualdades socioeconómicas y ecológicas en el sector laboral durante la pandemia y cómo el virus ha ido transformando tales desigualdades en una red de injusticias que se refuerzan recíprocamente”.
Para paliar los efectos adversos, en especial de quienes provienen de los estratos más desfavorecidos, la VCC-19 buscará “conectar a los artífices del cambio con las mejores prácticas en todo el mundo para proponer un camino inclusivo hacia el futuro, empezando por la creación de empleos decentes, sostenibles y resilientes”. Las soluciones están concebidas, según precisa el dicasterio, “para desarrollarse y traducirse en recursos pastorales diseñados localmente, que se basan en la mejor reflexión científica y tecnológica disponible, y son capaces de inspirar la acción colectiva y la esperanza en un futuro mejor”.
“Escuchar el grito” desde las periferias de la sociedad
Al recordar el magisterio del Papa Francisco sobre este asunto, el texto recuerda que el Santo Padre pide “elegir la fraternidad por encima del individualismo” y escuchar “el grito que se eleva desde las periferias de la sociedad”, llevar al centro a quienes son marginados, “como participantes activos en el proceso de cambio”. Por ejemplo, en la encíclica Laudato si’ el Pontífice sostiene que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias”, pero “el gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”.
Las “periferias existenciales”, como las llama el Pontífice, “albergan movimientos sociales, parroquiales, educativos que son capaces de nuclear a las personas y volverlas protagonistas de sus historias, que transforman la injusticia en una posibilidad: los llamo poetas sociales”, concluye el boletín.