Caracas.- El 25 de marzo de 2020, en el día de la Solemnidad de la Anunciación del Señor, el Arzobispo de Mérida y Administrador Apostólico de Caracas, Cardenal Baltazar Porras, dirigió un mensaje a la feligresía de la Arquidiócesis de Caracas, señalando que “nos corresponde recuperar el proyecto humanizador de Dios” e invitando durante el tiempo de aislamiento debido a la presencia del COVID-19 en Venezuela, a unirse en comunión en la oración, la compasión y la ternura, como lo pide el Papa Francisco.
A continuación, el texto íntegro del mensaje:
Mensaje con motivo de
la Festividad de la Anunciación del Señor
25 de marzo de 2020
Queridos hermanos:
Celebraremos este año la fiesta de la Anunciación del Señor en medio de una cuaresma signada por el aislamiento impuesto por la presencia del coronavirus. Es la ocasión para que activemos la universalidad de la oración, la compasión y la ternura, como nos indica el Papa Francisco.
El misterio de la Encarnación es el mayor regalo que Dios ha dado a la humanidad. Nos regala a su Hijo, en condiciones iguales a la nuestra, pues asume nuestra propia condición finita, y lo hace en el seno de una jovencita del pueblo, sin otro título que el de haber creído y aceptado la palabra del ángel: Hágase en mí según tu palabra. María es modelo de aceptación de la Palabra para bien y esperanza de la humanidad.
Nos corresponde recuperar el proyecto humanizador de Dios. Evangelii Gaudium nos recuerda que el proyecto de Jesús es instaurar el reino del Padre, porque la propuesta del Evangelio no es sólo vivir una relación personal con Dios; no es tampoco practicar una suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados. Hemos de tomar conciencia de que la propuesta es el reino de Dios. En la medida en que él reine entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Sabemos que la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre (EG. 180-181).
Se nos invita a universalizar la oración. A mediodía del 25 de marzo, repiquen las campanas de nuestros templos anunciando que la oración universal del Padre Nuestro sea recitada por los creyentes de todas las religiones. Más aún, que a los indiferentes o quienes se confiesan no profesar ninguna fe, sean acogidos para que elevemos la mente a lo alto, y nos unamos en la superación de la pandemia.
Pero no basta la oración. También se nos convoca a la compasión. Esa noble virtud de asumir la condición humana del dolor, la enfermedad y la muerte, como tarea ineludible de todos. Gracias a tantos testimonios de generosidad y entrega del personal sanitario y de los que cumplen funciones públicas de ayuda al prójimo, poniendo en riesgo la propia vida. Dios los bendiga y ampare.
Y, oración y compasión sin ternura, es ausencia de cercanía y precisión. “La ternura consiste en utilizar las manos y el corazón para acariciar al otro. Para cuidarlo” (Francisco, 26-4-2017).
El 25 de marzo es también el día de la vida. De la física y de la espiritual que nos hace ser anunciadores convencidos de que la auténtica igualdad y justicia está en la repartición igualitaria de los dones que el Señor ha regalado a la humanidad. Se trata de salvar a todos, sin excepción. Cuidar de nuestros ancianos, de los niños, de los enfermos y de quienes sufren cualquier discapacidad, para que no sean marginados para salvar a los más vigorosos y jóvenes. Hoy y siempre “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la evangelización, dirigida gratuitamente a ellos, es signo del reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (EG 48).
Asumamos esta fiesta de la Anunciación como el desafío para revisar nuestra condición de creyentes, y preguntarnos si lo que estamos haciendo es lo que debemos hacer. O se nos pide algo más, desde conversión personal, y capacidad de exigir y exigirnos un cambio de rumbo para bien de todos. Es muy grande el padecimiento y la angustia de la mayor parte de nuestra gente, sin poder trabajar, sin poder llevar lo necesario al hogar, sin poder entender, por qué quienes más padecen las medidas tomadas, necesarias por otra parte, sean los que sufran más, los que menos tienen.
Vivamos esta cuaresma desarrollando más y más el arte de contemplar: en el mundo complicado en el que nos toca vivir la fe, encontramos muchas maravillas; sobre todo la maravilla de ser hechos a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1). Pero el mundo, también el nuestro, el cercano, está lleno de violencia, de rapiña, de mentira. Tenemos urgencia y necesidad de saber contemplar ese mundo y discernir lo que en él debemos mirar, admirar y corregir para responder a esa imagen con la que Dios nos creó, para conservar la novedad y la belleza de su obra. Es nuestra tarea.
Que la Virgen de la Anunciación nos dé la claridad y sencillez de su fe, para que la esperanza crezca y no desaparezca, y nos convierta en discípulos y misioneros de la vida plena. Que así sea.
Con mi bendición sincera y fraterna.
+ Baltazar Enrique Porras Cardozo
Cardenal Arzobispo de Mérida y
Administrador Apostólico de Caracas
Prensa CEV
Nota de prensa Arquidiócesis de Caracas
25 de marzo de 2020