La segunda jornada del 52º Congreso Eucarístico comenzó ayer con la Santa Misa, llamando a la Iglesia a reflexionar sobre el tema: «Todas mis fuentes están en Ti». El Arzobispo Marini invitó a ser «Cuerpo de Cristo» para comunicar el Evangelio, no de forma abstracta, sino con el testimonio que toca los corazones y los convierte
Vaticano. El 52º Congreso Eucarístico Internacional está en pleno desarrollo en Budapest. El Congreso se inauguró anteayer con una gran fiesta y una misa celebrada por el cardenal Angelo Bagnasco, presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, y contará con la presencia del Papa Francisco el próximo domingo 12 de septiembre. Ayer por la mañana tuvo lugar la apertura de la jornada, llena de informes, testimonios y catequesis, y corrió a cargo de monseñor Piero Marini, presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos.
Ante cientos de sacerdotes y laicos, el prelado describió el evento, aplazado el año pasado a causa de la pandemia, como «una oportunidad ofrecida a todos los creyentes» para aprender a vivir la Eucaristía en el camino de la vida cotidiana. Y añadió:
“Vivir de la liturgia que se celebra significa vivir de lo que la liturgia hace vivir: el perdón invocado y otorgado, la palabra de Dios escuchada, la acción de gracias elevada, la Eucaristía recibida como comunión. De la celebración de la Eucaristía debemos aprender que el futuro de nuestra vida de fe no depende sólo de cómo celebremos la liturgia, sino de cómo sepamos vivir la liturgia que celebramos”
La ley del amor
En su homilía, inspirándose en las lecturas del día, el arzobispo se detuvo en dos elementos que se destacan en el Evangelio: la curación del hombre con la mano seca por parte de Jesús, y la ley del sábado que, a diferencia de lo que dicen los fariseos, no ha sido establecida por Dios para imponer cargas al hombre, sino para salvarlo y protegerlo. Es una ley de libertad y un recuerdo de la acción salvadora de Dios; es la ley del amor y de dar vida.
“Para los cristianos, el domingo es el día del amor. La ley del amor impregna el domingo y especialmente la Eucaristía, el corazón del domingo. Es el domingo cuando celebramos la Eucaristía”
Jesús, médico divino
El hombre de la mano paralizada, en cambio, representa a toda la humanidad enferma que espera ser curada tanto en sus dolencias físicas como en las espirituales ocultas, que Jesús, siendo el «médico divino», es capaz de ver y curar, devolviendo esa plenitud de vida que la enfermedad tiende a corroer. En la figura de este hombre – dice monseñor Marini – podemos ver a todos los excluidos del trabajo: ya sea porque están enfermos o porque han perdido su empleo o porque no lo han encontrado. Pero Jesús le llama, le pide que se levante y se ponga en medio:
“Esta invitación puede ser un recordatorio para los creyentes de todos los tiempos: ¿qué valor ponemos en el centro de nuestra vida?: ¿El beneficio, la ganancia o la dignidad de la persona, especialmente si es débil, enferma, pobre?”
Finalmente, prosiguió, “Jesús se dirige al hombre con la mano paralizada y le dice: ‘¡Extiende tu mano!’. El hombre obedece y se encuentra curado. Aquí se nos recuerdan las palabras de Dios en los días de la creación, cuando el mundo tomó forma según la palabra del Creador. En ese sábado, Jesús continuó la obra de la creación dando a ese hombre la fuerza para volver a trabajar».
La Eucaristía es también un viático para nosotros los pecadores
Al tiempo que advirtió contra la ideología farisaica que todavía hoy puede llevar a una distorsión de nuestro modo de pensar (los fariseos esperan el milagro no para alegrarse sino para acusar a Jesús), el presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos, llamó a todos a vivir en plenitud cada liturgia que se celebra, a tender la mano, como aquel hombre que espera ser curado.
«En esta celebración, mientras el médico divino se acerca a nosotros, nos damos cuenta de que la Eucaristía, que debemos recibir purificada de nuestros pecados, no es principalmente el sacramento de los justos, sino que es también el viático para nosotros, pobres pecadores. En el momento de la comunión, después de decir: ‘Señor, no soy digno’, extendemos nuestra mano hacia el pan consagrado y nos dejamos tomar por la mano del Señor resucitado. Viene a salvarnos. Viene a ayudarnos a salir de las dificultades en las que vivimos, para continuar el camino de nuestra vida de fe con renovado entusiasmo».
Testigos del Evangelio
Poner a Cristo en el centro es la única manera de cumplir nuestro compromiso apostólico, que no termina con la predicación, sino también con el testimonio y, a menudo, con el sufrimiento, como dice el apóstol Pablo.
«Todos nosotros, dijo monseñor Marini, al final de cada celebración, estamos invitados a convertirnos cada vez más en el Cuerpo de Cristo, a ir y estar entre los demás con la misma alegría, la misma amistad y el mismo amor con que el Señor vino a nuestro encuentro. Estamos invitados a convertirnos en apóstoles del Evangelio. No olvidemos, sin embargo, que la tarea de los discípulos de todos los tiempos no es sólo proclamar la buena nueva de Cristo de forma abstracta, sino comunicar el Evangelio con el testimonio de su vida para que toque el corazón de los que escuchan y se conviertan».
Y concluyó diciendo:
“Este Congreso Eucarístico «nos enseña que celebrar la Eucaristía es siempre para nosotros llevar a cabo la ley del amor que recibimos del Señor y que el Señor quiere que transmitamos a los demás”
Prensa CEV
Nota de Vatican News
07 de septiembre de 2021