Vaticano.- En sus palabras tras el Ángelus, el Papa expresó su gratitud por el alto el fuego en la zona fronteriza entre Ucrania y Rusia, escenario de un amargo conflicto desde 2014. Pero también pidió que se llegue a «un proceso efectivo de desarme y remoción de minas».
Armas en silencio desde la medianoche del 27 de julio. Esta es la noticia que ha alegrado a Francisco y le ha llevado a dedicar palabras en el post Ángelus en la Plaza de San Pedro por la estabilidad del Donbás, donde más de 13 mil personas han muerto desde el estallido, hace seis años, de las hostilidades entre Kiev y las milicias de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk que apoyan la independencia del Donbass.
Hace dos días, el Grupo de Contacto Trilateral en Minsk, en el que participaron los representantes de Ucrania, Rusia y la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa (OSCE), anunció el cese de la acción militar. Refiriéndose al acuerdo alcanzado por este grupo de negociadores, el Papa afirmó:
He sabido que un nuevo alto el fuego relativo a la zona de Donbás fue decidido recientemente en Minsk por los miembros del Grupo de Contacto Trilateral. Al tiempo que les agradezco esta señal de buena voluntad dirigida a devolver la tan deseada paz a esa atormentada región, rezo para que lo que se ha acordado se ponga finalmente en práctica, incluso mediante un proceso efectivo de desarme y desminado. Sólo así se podrá reconstruir la confianza y sentar las bases de la reconciliación tan necesaria y tan esperada por el pueblo.
Al anunciar el acuerdo en un informe, la Presidencia ucraniana dio las gracias a sus asociados internacionales, en particular a Francia y Alemania. El cese del fuego debería allanar el camino para una nueva reunión de negociación para una solución definitiva a la crisis.
Jóvenes: cuiden de sus raíces
Después del Ángelus, con ocasión de la celebración de Santa Ana y San Joaquín, el Papa Francisco invitó a los jóvenes a tener “un gesto de ternura hacia los ancianos, especialmente los que están más solos, los que hace muchos meses que no ven a sus seres queridos”. En este contexto el pontífice recordó unos versos del poeta argentino Francisco Luis Bernárdez.
Papa Francisco ya nos tiene acostumbrados en sus discursos, mensajes y documentos, a hacer referencia a la enorme riqueza de escritores, poetas y dramaturgos de la historia de la humanidad. Son aquellos que forman parte de la rica experiencia estética que no “envejecen”, y que siguen hablando al mundo de hoy. Desde los italianos Alessandro Manzoni y Dante Alighieri, pasando por Tolstoi y Dostoyevski y al argentino Jorge Luis Borges, entre muchos otros.
Ayer en la oración del Ángelus, Francisco ha vuelto a citar unos versos de un poeta argentino muy querido por él: Francisco Luis Bernárdez (1900-1978). Los versos forman parte del soneto “Si para recobrar lo recobrado”, que el autor escribió en la década de 1930:
“Porque después de todo he comprendido por lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado.”
En su poesía, Bernárdez expresa con un lenguaje paradojal las dinámicas profundas de la vida humana como el gozo, el amor y el sufrimiento. Paradojas que asumen las tensiones de la vida, las heridas, las dificultades. A partir de la imagen del árbol, el autor manifiesta la necesidad de los hombres de tener profundas raíces –que se han abierto camino en la oscuridad, muchas veces con dificultad y que son invisibles a simple vista- para florecer y dar fruto.
Al referirse a la relación entre jóvenes y ancianos, el Papa Francisco ayer ha recordado la importancia de los mayores como las raíces para que nuestros pueblos puedan crecer y dar fruto. Invitó a los jóvenes a tener “un gesto de ternura hacia los ancianos, especialmente los que están más solos, los que hace muchos meses que no ven a sus seres queridos”, porque “ellos son vuestras raíces”. “Un árbol separado de las raíces no crece, no da flores ni frutos. Por esto es importante la unión y la conexión con vuestras raíces” afirmó.
Prensa CEV
Nota de prensa de Vatican News
27 de julio de 2020