Caracas.- El Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, Mons. José Luis Azuaje, presentó sus palabras de apertura para la instalación de la CXIV Asamblea Ordinaria Plenaria del Episcopado Venezolano, que inició este martes 07 de julio de 2020, a través de la plataforma digital Zoom.
En sus palabras, Mons. Azuaje destacó que “nunca en la historia habíamos tenido esta experiencia de realizar una Asamblea Episcopal virtual”, lo cual resulta en una experiencia histórica que trasciende en la importancia de no detenerse en la propagación del mensaje, aún en medio de las dificultades. El mensaje del Presidente de la CEV estuvo dividido entre el ámbito eclesial y el ámbito social, en los que señala diversos aspectos importantes a tener en cuenta para la realización de las acciones pastorales pertinentes en función a los signos de los tiempos.
En cuanto a lo eclesial, resaltó la labor que han realizado las distintas organizaciones del país y América Latina para dar respuesta a las necesidades de los más desfavorecidos, intensificadas durante la pandemia; especialmente las campañas emprendidas por Cáritas de Venezuela y a su vez el servicio emprendido y renovado que han asumido los distintos departamentos del Secretariado Permanente del Episcopado Venezolano para continuar acompañando espiritualmente a la población y fortalecer la fe y la esperanza en el país.
Hizo mención además, al júbilo por la aprobación de la Beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, acotando que se trata además de un compromiso que asumen los venezolanos para imitar las virtudes cristianas del próximo Beato, y refiriéndose a las actividades a planificar a razón de este acontecimiento, exhortó a que “todo lo que hagamos y planifiquemos de aquí en adelante tenga ese sabor a pueblo en la humildad y sencillez como valores que acompañaron siempre a este insigne médico de los pobres”.
Con respecto a lo social, inició manifestando que este es un momento “crucial” para la historia humana. “Cuando la humanidad se creía todopoderosa, con avances tecnológicos y científicos de grandes proporciones, con ideologías que trastocaban todos los aspectos de la vida, con un afán de consumo que va más allá de la posible producción, todo se ve paralizado por un ser diminuto”, acotó. “La palabra clave que debe hacernos reflexionar es que “somos frágiles”.
“Si esto lo llevamos a nuestro país ciertamente debemos ratificar los desencantos que la población ha tenido por la situación permanente de engaño ante propuestas político-sociales”, continuó el Obispo. “La historia política e institucional en el país ha sufrido una ruptura, se encuentra en una decadencia cuyas consecuencias se sienten en la precaria vida cotidiana del pueblo y hasta en el alma herida de las personas”.
Sin embargo, tornando sus palabras en un aliento a no perder la confianza en Dios: “Ante todos estos males que son reales y se cierran a la esperanza, la apuesta es por la fe, el creer en Jesucristo y, en Él, se descubre la esperanza última que anima el sentido de la vida y de la historia (…) Por lo tanto, no es la palabra política la que tiene la primacía en el pueblo, ni la que redime, sino la Palabra de Dios en su ámbito profético y sapiencial que genera esperanza y transformación. O es que acaso no tenemos fe”.
“Este entorno de esperanza debe animarnos como pueblo a seguir creyendo en la fuerza transformadora de la organización social en la sociedad civil, de la verdad y la libertad como valores fundamentales para el cambio”, por ello, indicó que “la fe cristiana tiene mucho que aportar, y uno de los elementos básicos es la esperanza en el futuro fundamentado en la promoción de la dignidad humana y el bien común”, y señaló como elementos claves para ello ciertos aspectos: Despertar la confianza en el pueblo, desarrollar una actitud de esperanza, promover la ayuda humanitaria, trabajar la cultura del encuentro; acercarse al otro desde la empatía; constituir un liderazgo inclusivo y abrir horizontes hacia lo que no se conoce.
“Después de la pandemia, millones de personas quedarán con un inmenso sufrimiento; si queremos abrirnos al futuro tenemos que sensibilizarnos más con los vulnerables”, aseveró. “La Iglesia tiene mucho que aportar en este momento de pandemia así como en la post-pandemia; su aportación debe estar dirigida a crear estímulos para no volver al más de lo mismo”.
“La propuesta es humanizar todo. Que el centro sea la vida, fomentando una ecología integral donde se construya un equilibrio humano y ecológico, y donde se respeten los derechos humanos de todos y todas, donde los sistemas políticos y las leyes se pongan al servicio de las personas y pueblos enteros”, concluyó Mons. Azuaje.
Prensa CEV
07 de julio de 2020