El obispo de Acarigua-Araure, Juan Carlos Bravo, asegura que las parroquias se han convertido en comedores sociales, roperos y farmacias para atender la emergencia humanitaria que vive el país
Monseñor Juan Carlos Bravo (Sucre, 1965) abriga el mismo destino que el pueblo venezolano. A su casa no llega el agua, ni la comida, ni la electricidad. Pero esas carencias personales no es lo que más preocupa a este obispo venezolano.
Su mayor dolor es el progresivo declive que vive la sociedad venezolana. «Es la estrategia utilizada por el Gobierno de Nicolás Maduro para perpetuarse en el poder», asegura el prelado a ABC durante su visita a Madrid para presentar la campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada, «Yo contigo Venezuela».
¿Cuál es la situación de la gente?
Venezuela vive una crisis generalizada y en una pobreza extrema. Al Gobierno le interesa mantener la pobreza para permanecer en el poder.
¿Qué porcentaje de la población está desplazada?
Alrededor del 15%. Eso trae graves consecuencias para las familias porque encontramos a los abuelos cuidando a sus nietos y niños que están al cuidado de los vecinos. Hay un aumento del alcoholismo, de la prostitución y la adicción a las drogas entre los más jóvenes, como consecuencia de unas familias cada vez más desestructuradas.
¿Cuál es el papel de la Iglesia?
La Iglesia ha sido la primera que ha tenido que entrar en crisis y preguntarse cuál es su tarea fundamental. Evidentemente su misión es la evangelización, pero no se puede hacer una opción clara por Jesucristo sino estamos al lado de los pobres, de los huérfanos, de los enfermos. Por eso nuestra opción ha sido atender las necesidades de la gente y hacer pedagogía para que la propia Iglesia entienda que solo se puede ser cristiano si estamos inmersos en el destino del mismo pueblo. Por eso nuestras parroquias han dejado de ser templos convencionales donde se hace una vida sacramental y se celebra el culto y se han convertido en tiendas de campaña, en comedores sociales, en roperos y farmacias.
«Es la institución que más incomoda al Gobierno porque a nosotros no nos pueden decir «cuentos»»
¿Cuál es la situación de los sacerdotes?
Lo más difícil para el obispo es mantener a los sacerdotes porque son sus principales colaboradores. No creo que haya una sola parroquia ni un solo sacerdote en Venezuela que pueda mantenerse por sí solo. Ni siquiera el obispo puede hacerlo. La gente gana un salario de cinco dólares al mes que no les alcanza ni para comer. ¿Cómo van a sostener a la Iglesia? Los sacerdotes también viven la tentación de salir del país como el resto de la población, pero nosotros tenemos que seguir al lado de nuestra gente, no podemos abandonar a los más pobres. Como decía san Óscar Romero: «Compartimos el destino de nuestro pueblo».
Monseñor Bravo durante la visita a una parroquia de su diócesis
Monseñor Bravo durante la visita a una parroquia de su diócesis – AIN
¿Es incómoda la Iglesia para el régimen?
Es la institución que tal vez más incomoda al Gobierno porque a nosotros no nos pueden decir «cuentos». Nosotros vivimos la misma realidad que comparten miles de personas. A mi casa tampoco llega el agua, ni la comida y la electricidad se va. Abrigo el mismo destino que la gente. Una Iglesia comprometida con la gente es una Iglesia que incomoda a todos aquellos que quieren mantenerse a cualquier precio en el poder induciendo al pueblo a la destrucción, a la angustia y a la desesperación.
«A mi casa tampoco llega el agua, ni la comida y la electricidad se va. Abrigo el mismo destino que la gente»
¿Reciben amenazas? ¿El régimen permite a la Iglesia hacer su trabajo?
Se permite, pero también hay que decir que dentro del mismo Gobierno hay personas que se benefician de la labor que realiza la Iglesia porque también los chavistas sufren la falta de comida y de medicinas y las consiguen a través de las parroquias. La Iglesia no es un espacio de exclusión, sino de inclusión. Nosotros no tenemos una opción política, nuestra opción es auxiliar a cualquier ser humano, por el simple hecho de ser un ser humano.
¿Cuál es la situación más difícil que le ha tocado vivir como obispo?
Lo más duro es ver morir a los niños por falta de antibióticos y saber que no puedes hacer nada. Ver morir también a ancianos porque están totalmente desnutridos. A veces nos sentimos atados de manos porque no tenemos cómo ayudarlos. Y en medio de esta dura realidad, escuchas al Gobierno decir que Venezuela tiene el mejor sistema de salud, el mejor sistema educativo… La mentira no es cristiana.
Prensa CEV
Nota publicada por ABC de España
30 de diciembre de 2019