Vaticano. – El cardenal franciscano, arzobispo emérito de São Paulo y prefecto emérito de la Congregación para el Clero, ha fallecido hoy a la edad de 87 años tras una larga enfermedad. Un ministerio, el suyo, dedicado en particular al acompañamiento de los pueblos indígenas cuya voz llevó al Sínodo para la Región Panamazónica en 2019.
«Omnes vos fratres» («Todos ustedes hermanos») se leía en su escudo episcopal, haciendo eco de la expresión de San Francisco de Asís, «Fratelli tutti», que también inspiró la última encíclica del Papa. Otro claro signo de la unidad de intención y pensamiento que le unía al otro Francisco, el Pontífice reinante, cuyo nombre – era inédito al mundo hace diez años atrás, sin precedentes ni números – fue fruto de su sugerencia. “Dom Cláudio”, como le llamaban cariñosamente quienes conocían al cardenal Cláudio Hummes, ha fallecido este lunes 4 de julio de 2022.
El cardenal Odilo Pedro Scherer, arzobispo metropolitano de São Paulo, Brasil, dio la noticia «con gran dolor» e invitó en un mensaje a la gente a rezar en acción de gracias por la esforzada vida del difunto cardenal, pidiendo a Dios que lo acepte y le conceda la vida eterna. Su cuerpo, dijo Scherer, será expuesto para el velatorio en la Catedral Metropolitana de São Paulo, donde se celebrarán misas para los fieles.
Un corazón para los pobres
Tenía 87 años el cardenal Hummes y un gran corazón que latía – y no hay retórica en afirmarlo – por los «pobres». Los pueblos indígenas de la Amazonia, como los misioneros consagrados y laicos; los sedientos y hambrientos del Sur del mundo, como los trabajadores mal pagados o las víctimas del cambio climático. Esos pobres estuvieron en su mente todo el tiempo, incluso en las últimas votaciones del Cónclave de 2013 que eligió al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio. A su amigo argentino, sentado a su lado, cuando alcanzó el número de votos necesarios para ser elegido, le susurró al oído: «No te olvides de los pobres». De la intuición surgió otra intuición del recién elegido Papa para la elección del nombre. El propio Francisco lo reveló a los periodistas con los que se reunió el 16 de marzo de 2013:
«Tenía a mi lado al arzobispo emérito de São Paulo y también prefecto emérito de la Congregación para el Clero, el cardenal Claudio Hummes: ¡un gran amigo, un gran amigo! Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me consolaba. Y cuando los votos llegaron a los dos tercios, se produjeron los habituales aplausos, porque el Papa había sido elegido. Y me abrazó, me besó y me dijo: ‘¡No te olvides de los pobres! Y esa palabra entró aquí: los pobres, los pobres. Entonces, inmediatamente, en relación con los pobres, pensé en Francisco de Asís».
Hummes y el pontificado de Francisco
Hummes se alegró de esa elección y deseó al Papa, a través de los micrófonos de Radio Vaticano, «un pontificado prolongado», porque, dijo, «la Iglesia necesita este pontificado, la Iglesia necesita este proyecto que él manifiesta y que ha puesto en marcha». Por la Iglesia, Hummes siempre rezaba, para que se mantuviera siempre firme y unida, sin ceder ante las amenazas externas e internas. «La Iglesia defiende su unidad como unidad de la pluralidad. Las divisiones son un mal», afirmó el Purpurado, frente a quienes querían cuestionar la autoridad del Papa. En esta Iglesia que deseaba ser pobre y siempre «en salida», el arzobispo emérito de São Paulo esperaba que resonara con fuerza la voz de los pueblos amazónicos, azotados por la deforestación, los proyectos depredadores y las enfermedades de la tierra y de las personas, además de los problemas pastorales.
Otro motivo de gran alegría para el cardenal fue, en efecto, la convocatoria del Sínodo para la Región Panamazónica en octubre de 2019, una oportunidad para centrar la atención colectiva en una porción del mundo a menudo olvidada. Nombrado relator general, en su informe introductorio propuso a los participantes de la Asamblea centrar su trabajo en los nuevos caminos de la Iglesia en la Amazonia: la inculturación y la interculturalidad, la cuestión de la escasez de presbíteros; el papel de los diáconos y de las mujeres, el cuidado de la Casa Común en el espíritu de la ecología integral. «Los pueblos indígenas han demostrado de muchas maneras que quieren el apoyo de la Iglesia para defender y proteger sus derechos, para construir su futuro. Y piden a la Iglesia que sea una aliada constante», dijo el cardenal en el Aula Nueva del Sínodo. «Hay que devolver a los pueblos indígenas el derecho a ser protagonistas de su historia, sujetos y no objetos del espíritu y la acción del colonialismo de nadie». A diferencia de quienes sólo miraban los resultados inmediatos del Sínodo, juzgados como insatisfactorios en comparación con las exigencias de muchos de los participantes, Hummes siempre dirigió su mirada más allá de la Asamblea en el Vaticano. No al Sínodo, sino al proceso que el Sínodo abriría en la Amazonia y en el mundo.
En los últimos tiempos, especialmente desde 2020, año de su nombramiento como presidente de la recién formada Conferencia Eclesial Amazónica, insistió en la «aplicación» de las indicaciones del Sínodo. «El Sínodo es el punto culminante que ilumina el camino. Pero continúa ahora, todo el proceso continuará también en la aplicación postsinodal, en el territorio y en cada lugar donde haya una conexión», dijo a los medios de comunicación del Vaticano, a través de los cuales también denunció la «grave crisis climática y ecológica» que realmente pone «en riesgo el futuro del planeta y, por tanto, el futuro de la humanidad». La misma urgencia fue reiterada por el cardenal en una carta de julio de 2021, en la que pedía al mundo pasar del «tener que hacer», es decir, de las bonitas promesas, al «hacer», es decir, a la acción concreta, para que las resoluciones del Sínodo sobre la Amazonia no caigan en saco roto, sino que encuentren una aplicación práctica en las distintas comunidades. «Es bueno seguir discerniendo en lo que debemos hacer, pero, aunque esto sea bueno, no es suficiente», escribía el Purpurado.
La vida y el largo servicio a la Iglesia
Nacido en Montenegro, en el estado brasileño de Río Grande del Sur, en el seno de una familia de origen alemán, Auri Afonso – este es su nombre de bautismo – adoptó el nombre religioso de Cláudio una vez que ingresó en la Orden de los Hermanos Menores en 1956. Estudió filosofía en Roma y se especializó en ecumenismo en el Instituto Bossey de Ginebra; ha sido profesor, rector, teólogo y obispo. Veintiún años, a partir de 1975, los transcurrió en Santo André, donde se distinguió por su defensa de los trabajadores, su apoyo a los sindicatos y su participación en las huelgas como obispo responsable de la Pastoral Obrera en todo Brasil. En cambio, en 1996 fue nombrado arzobispo de Fortaleza, en Ceará. Durante sus dos años de ministerio fue responsable de la familia y la cultura en la Conferencia Episcopal Brasileña en Brasilia. Fue entonces uno de los artífices del II Encuentro Mundial de las Familias con el Papa, celebrado en Río de Janeiro en 1997.
El 15 de abril de 1998, Juan Pablo II lo quiso como Arzobispo Metropolitano de São Paulo, donde impulsó la pastoral vocacional, la formación de sacerdotes y la evangelización de la ciudad. También es importante su papel en el campo de la comunicación de masas, porque la Iglesia – afirmaba – tiene que hablar a la ciudad, acercando a los católicos y llevando el Evangelio a las familias.
Wojtyla le creó cardenal el 21 de febrero de 2001. Luego participó en el Cónclave que eligió a Joseph Ratzinger en abril de 2005. Y en 2006 Benedicto XVI lo nombró Prefecto de la Congregación para el Clero, en sucesión del Cardenal Darío Castrillón Hoyos. En mayo de 2007, participó en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, más conocida como Conferencia de Aparecida, cuyo relator del documento final fue el cardenal Bergoglio.
En 2010, Hummes presentó su renuncia como prefecto y presidente del Consejo Internacional para la Catequesis, organismo dependiente de la Congregación, por límite de edad. El 29 de junio de 2020 fue elegido presidente de la Conferencia Eclesial Amazónica, establecida por una asamblea web especial como «instrumento eficaz» para poner en práctica muchas de las propuestas surgidas del Sínodo y convertirse en «un puente que anime otras redes e iniciativas eclesiales y socioambientales a nivel continental e internacional». Esto es lo que intentó hacer Dom Cláudio hasta los últimos días de su vida terrenal.