Vaticano.- Tras su visita de cortesía a la Presidenta de la República de Eslovaquia, Zuzana Čaputová, que tuvo lugar en la Sala de Oro del Palacio presidencial en Bratislava, donde el Santo Padre firmó el Libro de Honor, el Papa Francisco prosiguió con su programa del día para celebrar un encuentro con las autoridades políticas y religiosas, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en el jardín de ese mismo edificio.
Peregrino en un país joven de historia antigua
Ante unas 250 personas, y tras escuchar el discurso de la Presidenta el Papa se dirigió a ella y a los demás miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático, para expresar, ante todo, su gratitud por las palabras de bienvenida. Francisco saludó a todos los presentes manifestándoles su alegría por estar en Eslovaquia.
Lugar de interacción entre el cristianismo occidental y oriental
“Vengo como peregrino en un país joven pero de historia antigua, en una tierra de raíces profundas situada en el corazón de Europa”
También afirmó que se encontraba en una “tierra media”, que ha visto muchas transiciones. De hecho, el Pontífice recordó que “estos territorios han sido frontera del Imperio romano y lugar de interacción entre el cristianismo occidental y oriental”. Y que “de la gran Moravia al Reino húngaro, de la República checoslovaca a hoy, han sabido, en medio de no pocas pruebas, integrarse y distinguirse de un modo esencialmente pacífico”. A lo que añadió:
“Veintiocho años atrás el mundo admiró el nacimiento sin conflictos de dos países independientes”
Por esta razón el Papa dijo que “esta historia llama a Eslovaquia a ser un mensaje de paz en el corazón de Europa”. Así “lo que sugiere” – dijo – “la gran franja azul de su bandera, que simboliza la fraternidad con los pueblos eslavos”.
“Fraternidad es lo que necesitamos para promover una integración cada vez más necesaria. Esta urge ahora, en un momento en el que, después de durísimos meses de pandemia, se plantea, junto a muchas dificultades, una anhelada reactivación económica, favorecida por los planes de recuperación de la Unión Europea”
Todos estamos conectados
El Santo Padre también se refirió a “la seducción de las ganancias”, que genera cierta “euforia pasajera”, “más que unir, divide”. E hizo hincapié en el hecho de que “la sola recuperación económica no es suficiente en un mundo donde todos estamos conectados, donde todos habitamos una tierra media”. De ahí que el Pontífice haya manifestado su deseo:
“Que este país, mientras en varios frentes siguen luchas por la supremacía, reafirme su mensaje de integración y de paz, y Europa se distinga por una solidaridad que, atravesando las fronteras, pueda volver a llevarla al centro de la historia”
El legado de los santos hermanos Cirilo y Metodio
Después de recordar que “la historia eslovaca está marcada de manera indeleble por la fe”, el Papa también expresó su deseo de que ésta “ayude a alimentar de modo connatural propósitos y sentimientos de fraternidad”. Y que lo haga inspirándose “en las grandiosas vidas de los santos hermanos Cirilo y Metodio”, que “difundieron el Evangelio cuando los cristianos del continente estaban unidos; y todavía hoy unen las confesiones de esta tierra”.
“Queridos amigos, que esta vocación a la fraternidad no desaparezca nunca de sus corazones, sino que acompañe siempre la simpática autenticidad que los caracteriza. Ustedes saben reservar gran atención a la hospitalidad. Me sorprenden las expresiones típicas de la acogida eslava, que ofrece a los visitantes el pan y la sal”
Precisamente aludiendo a estos dones sencillos y preciosos, impregnados de Evangelio, el Papa dijo:
“El pan, elegido por Dios para hacerse presente entre nosotros, es esencial. La Escritura invita a no acumularlo, sino a compartirlo. El pan del que habla el Evangelio siempre se parte. Es un fuerte mensaje para nuestra vida cotidiana; nos dice que la riqueza verdadera no consiste tanto en multiplicar cuanto se tiene, sino en compartirlo equitativamente con quien tenemos a nuestro alrededor”
Hacerse cargo de los más débiles
De ahí que haya pedido, evocando la fragilidad del pan, a “hacerse cargo de los más débiles”. Y que “nadie sea estigmatizado o discriminado”, puesto que “la mirada cristiana no ve en los más frágiles una carga o un problema, sino hermanos y hermanas a quienes acompañar y cuidar”.
“El pan partido y compartido equitativamente recuerda la importancia de la justicia, de dar a cada uno la oportunidad de realizarse”
Que las leyes se apliquen a todos por igual
Por esta razón – prosiguió diciendo el Papa – “es necesario esforzarse para construir un futuro en el que las leyes se apliquen a todos por igual, sobre la base de una justicia que no esté nunca en venta. Y para que la justicia no permanezca como una idea abstracta, sino que sea concreta como el pan, es necesario emprender una seria lucha contra la corrupción y que ante todo se fomente e imponga la legalidad”.
Por otra parte, el Santo Padre destacó que “el pan se une inseparablemente a un adjetivo: cotidiano”. “El pan de cada jornada es el trabajo, que ocupa gran parte de ella”.
Sin trabajo no hay dignidad
“Del mismo modo que sin pan no hay nutrición, sin trabajo no hay dignidad. En la base de una sociedad justa y fraterna rige el derecho de que a cada uno se le conceda el pan del trabajo, para que nadie se sienta marginado y se vea obligado a dejar la familia y la tierra de origen en busca de mejores oportunidades”
“Ustedes son la sal de la tierra”
Al referirse a la sal como primer símbolo que Jesús emplea al enseñar a sus discípulos, el Obispo de Roma manifestó que “no bastan ciertamente estructuras organizadas y eficientes para hacer buena la convivencia humana, se necesita sabor, se necesita el sabor de la solidaridad”.
Se necesita el sabor de la solidaridad
“Y como la sal sólo da sabor disolviéndose, así la sociedad encuentra gusto a través de la generosidad gratuita de quien se entrega por los demás”.
“No hay renovación sin los jóvenes, que a menudo son engañados por un espíritu consumista que marchita la existencia (…). El ingrediente que falta es el cuidado por los demás. Sentirse responsables de alguien da gusto a la vida y permite descubrir que lo que damos es en realidad un don que nos hacemos a nosotros mismos”
Tras destacar que la sal, “en los tiempos de Cristo, además de dar sabor, servía para conservar los alimentos, preservándolos del deterioro”, el Papa manifestó su deseo de que “nunca dejen que los fragantes sabores de sus mejores tradiciones se estropeen por la superficialidad del consumo y las ganancias materiales. Y mucho menos de los colonialismos ideológicos”.
Pensamiento único
También aludió a la situación de hace algunos decenios en el que el “pensamiento único coartaba la libertad”; mientras hoy “otro pensamiento único la vacía de sentido, reconduciendo el progreso al beneficio y los derechos sólo a las necesidades individualistas”.
“Hoy, como entonces, la sal de la fe no es una respuesta según el mundo, no está en el ardor de llevar a cabo guerras culturales, sino en la siembra humilde y paciente del Reino de Dios, principalmente con el testimonio de la caridad”
El crisol del sufrimiento
Francisco también afirmó que “como la sal quema sobre las heridas, así sus vidas han pasado con frecuencia a través del crisol del sufrimiento”. Aquí el Papa se refirió a las numerosas personas ilustres que fueron encerradas en la cárcel, “permaneciendo libres interiormente y ofreciendo luminosos ejemplos de valentía, coherencia y resistencia a la injusticia. Y sobre todo de perdón. Esta es la sal de vuestra tierra”.
Ninguno puede aislarse
“La pandemia, en cambio, es el crisol de nuestro tiempo. Esta nos ha mostrado que es muy fácil, a pesar de estar todos en la misma situación, disgregarse y pensar solamente en uno mismo. Volvamos a comenzar reconociendo que todos somos frágiles y necesitados de los demás”
Hacia el final de su discurso el Papa dijo que “ninguno puede aislarse, ya sea como individuo o como nación”. De ahí su invitación a acoger esta crisis como un “llamado a repensar nuestros estilos de vida”, tal como él mismo lo ha escrito en su Encíclica Fratelli tutti, (n. 33). Puesto que, como dijo el Santo Padre, “no sirve recriminar el pasado, es necesario ponerse manos a la obra para construir juntos el futuro”.
Y manifestó su deseo de que lo hagan “con la mirada dirigida hacia lo alto, como cuando miran sus espléndidos montes Tatras”, donde “entre los bosques y las cumbres que señalan el cielo, Dios parece más cercano y la creación se revela como la casa intacta que durante siglos ha acogido tantas generaciones”.
“Cultiven esta belleza, la belleza del conjunto. Esto requiere paciencia y esfuerzo, valentía e intercambio, entusiasmo y creatividad. Pero es la obra humana que el cielo bendice. Que Dios los bendiga, que bendiga esta tierra. ¡Nech Boh žehná Slovensko! ¡Que Dios bendiga a Eslovaquia!”