Caracas.- A pocos días de la ceremonia de beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, el Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo Emérito de Caracas, comparte un artículo en el que reflexiona acerca de la figura del Médico de los Pobres, en el que destaca aspectos de su personalidad como científico y académico, pero sobre todo como ejemplo cristiano.
A continuación, el texto íntegro:
José Gregorio Hernández, Hombre de Dios
El próximo 30 de abril será beatificado nuestro querido y famoso médico de los pobres y cristiano ejemplar, José Gregorio Hernández. La ceremonia tendrá lugar en Caracas y, por delegación del Papa Francisco, será presidida por el Cardenal Pietro Parolin, actual Secretario de Estado y Nuncio del Papa en Venezuela desde noviembre de 2009 hasta septiembre de 2013. En vísperas de ese feliz evento me complace destacar algunos aspectos de la personalidad del nuevo Beato, en especial, la grandeza espiritual, religiosa de José Gregorio Hernández.
Me explico: con toda justicia, en el mundo académico, universitario y médico, pero también entre el pueblo sencillo y fiel, cuando se habla de los valores humanos, José Gregorio ocupa un lugar privilegiado. Sin duda fue un gran venezolano, serio y varonil, sociable y amable, de conducta ejemplar, recto y honesto, de gran actitud cívica y elevación cultural. Fue además una persona de inteligencia brillante y superior, que sobresalió siempre en toda su carrera universitaria. Por supuesto que luego fue un gran profesor en la Facultad de Medicina, y también un gran científico e investigador, que instaló en Venezuela el primer laboratorio de fisiología y bacteriología, dando así un gran impulso a los estudios de medicina en nuestro país. Excelente médico, sumamente competente y acertado, pero además, lleno de ardiente caridad hacia los más pobres, a quienes atendía personalmente en su consultorio y en sus domicilios.
Todas esas grandes cualidades y valores lo califican como un eminente y destacado venezolano. Pero quiero poner de relieve que lo que lo movió interiormente a brillar en todas esas actitudes y conductas laudables; lo que lo lleva ahora a la Beatificación, fue su ardiente amor a Dios, y su sólida vida cristiana. En efecto: como lo proclamara el Papa San Juan Pablo II en su decreto del 16 de enero de 1986, con el cual reconoció la Iglesia las virtudes heroicas, excepcionales, -es decir, practicadadas en grado sumo-, del Dr. Hernández, este se destacó sobre todo por su intensa fe, su gran esperanza y su ardiente caridad. Y son estas virtudes teologales, reflejadas en su vida diaria, las que lo llevan ahora a los altares.
José Gregorio Hernández fue un verdadero hombre de Dios, de una profunda vida espiritual, es decir religiosa. Era muy piadoso, es decir, que vivió en actitud de oración, aun en medio de sus actividades ordinarias, y que tenía una intensa práctica de piedad: participaba en la Santa Misa diariamente, rezaba el Rosario, leía la Palabra de Dios, tenía una gran devoción a Cristo y a la Santísima Virgen, y visitaba frecuentemente al Santísimo Sacramento. Cumplió fielmente los diez mandamientos de la Ley de Dios. Además, perteneció a una insigne asociación laical de vida espiritual y apostolado, la Tercera Orden de San Francisco, y era muy afecto y cercano al insigne Arzobispo de Caracas, Mons. Dr. Juan Bautista Castro y a los sacerdotes de la ciudad. Por eso, por tener una actividad diariamente unificada e integrada por el amor a Dios, vivió intensamente la caridad, la solidaridad, la bondad hacia todos, especialmente hacia los más pobres. Esto lo colocó en el corazón de los venezolanos de su época, hasta el punto de que el pueblo caraqueño, volcado en su cortejo fúnebre el 30 de junio de 1919, al llevar en hombros sus restos al Cementerio, exclamaba con orgullo: “el Dr. Hernández es nuestro.”
Sin duda alguna fue sobre todo la práctica de las virtudes cristianas, las teologales de fe, esperanza y caridad, y las cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza, la razón para que en 1986 el Papa San Juan Pablo II lo declarara “Venerable”, y para que ahora, el Papa Francisco lo eleve a los altares como Beato de la Iglesia, digno de recibir culto religioso en Venezuela.
CONCLUSIÓN: IMITEMOS AL NUEVO BEATO
Al declarar a alguien Santo o Beato, además de proclamar sus altísimas condiciones religiosas, espirituales y humanas, la Iglesia lo presenta al pueblo cristiano, más aún al mundo entero, como un ejemplo digno de imitación. Su beatificación nos llama, pues, a imitar al Dr. José Gregorio Hernández.
Primero, en la práctica de las virtudes humanas, siendo buenos ciudadanos. Pero, sobre todo, estamos invitados a imitarlo en el intenso amor a Dios, en la vida espiritual y de piedad, en la unión con Dios y con la Virgen María, en el cumplimiento de los mandamiento de la Ley de Dios, en la caridad intensa al prójimo, en la solidaridad con los que sufren, en la práctica de los actos de piedad. Veamos todos a José Gregorio como un verdadero y virtuoso hombre de Dios, insigne por su santidad, e imitémoslo en la práctica del amor a Dios y al prójimo, y en la vivencia de nuestra hermosa fe católica. Amén.
Caracas, 17 de abril de 2021
CARDENAL JORGE UROSA SAVINO,
Arzobispo emérito de Caracas
Prensa CEV
21 de abril de 2021