Vaticano.- «Si realmente pusiéramos en práctica las palabras de Jesús, todos los conflictos de la tierra poco a poco desaparecerían». Fue la reflexión del cardenal Pietro Parolin en su homilía con ocasión de la Misa por la paz en Ucrania celebrada hoy en la Basílica de San Pedro. El purpurado destacó el poder de la oración que puede «transformar la realidad» y pidió a Dios «que tenga piedad de esta humanidad sorda».
El miércoles 16 de marzo, a las cinco de la tarde hora local de Roma, tuvo lugar la Santa Misa por la paz en Ucrania presidida en la Basílica de San Pedro por el cardenal Secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, ante la presencia de los embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.
«Estamos aquí esta tarde para implorar a Dios el don de la paz en Ucrania –dijo Parolin en su homilía- y para pedirle que ayude a todo hombre y mujer de buena voluntad a ser aresanos de la paz».
La paz es una característica de Dios
Reflexionando sobre las palabras de Jesús en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los constructores de paz porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9), el cardenal recordó que, precisamente la paz, es una característica propia de Dios:
«San Pablo lo llama el Dios de la paz (Flp 4,9). Por eso, los que trabajan por la paz se parecen a Él, son sus hijos», aseveró el purpurado destacando que, sin embargo, la realidad que estamos viviendo con la actual guerra en territorio ucraniano es muy diferente:
“Tal como la describió el Papa Francisco en el Ángelus del domingo 6 de marzo, en Ucrania corren ríos de sangre y lágrimas. No se trata sólo de una operación militar, sino de una guerra, que siembra muerte, destrucción y miseria. Cada vez hay más víctimas. La necesidad de ayuda humanitaria en ese atormentado país crece dramáticamente cada hora”
Por otro lado, el Secretario del Estado Vaticano hizo hincapié en que la oración nunca es inútil y puede influir incluso en las situaciones humanamente más desesperadas:
“Sobre todo, puede cambiar los corazones y las mentes, según la promesa del Señor recogida en el libro del profeta Ezequiel: «Os daré un corazón nuevo, pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros, os quitaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne» (36,26)”
El choque de las dos glorias: la humana y la divina
Asimismo, profundizando sobre el Evangelio del día, según Mateo (Mt 20, 17-28), que relata la petición que la madre de los hijos de Zebedeo dirigió a Jesús, «que uno de estos hijos míos se siente a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino», después de que éste hubiera anunciado el misterio de su pasión, muerte y resurrección; el cardenal Parolin puntualizó que este deseo es legítimo, ya que «podríamos decir que es el de todas las madres que quieren lo mejor para sus hijos».
Sin embargo, choca al mismo tiempo con las palabras que acaba de pronunciar Jesús:
«En el fondo, se trata de un choque entre dos lógicas diferentes, dos glorias distintas: la de los hombres, que es la búsqueda del éxito y el poder mundanos y la de Dios, que pasa por la cruz», añadió el purpurado subrayando que en este doble concepto de gloria, se juega nuestra existencia y se juega la historia del mundo entero:
“Una es la gloria que, a pesar de las apariencias, conduce a la muerte, al vacío, a la nada; la otra es la gloria que parece vencida y perdedora, pero que conduce a la resurrección y a la vida. «Per crucem ad lucem», por la cruz llegamos a la luz, a la gloria”
Practicando las palabras de Jesús, no habría conflictos
En este contexto, Parolin indicó que Jesús quiere curarnos precisamente en este punto: con sencillez nos presenta en este versículo la grandeza de Dios, que es esencialmente servicio.
Igualmente, en su homilía el purpurado invitó a los presentes a analizar la evolución de los actuales hechos bajo la perspectiva cristiana:
«¿No pensáis, hermanos, que si realmente pusiéramos en práctica las palabras de Jesús, todos los conflictos de la tierra irían desapareciendo? ¿No pensáis, que si escucháramos un poco más la invitación de Nuestro Señor, las armas serían silenciadas, es más, ni siquiera tendrían que ser construidas?», dijo el purpurado, explicando que «la paz que Dios nos enseña está estructurada por relaciones en las que, en lugar de esclavizarnos y luchar entre nosotros, nos servimos y somos útiles los unos a los otros, nos liberamos y crecemos juntos, de modo que cada uno hace existir al otro».
De ahí se desprende el hecho de que el actual problema de la guerra no es sólo político o económico, sino fundamentalmente espiritual.
«Dios, ten piedad de esta humanidad sorda»
Finalmente, el Secretario del Estado Vaticano, concluyó su alocución invitando a todos a confiar en el poder de la oración y a rezar:
«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar».
Prensa CEV
Nota de prensa de Vatican News
16 de marzo de 2022