Vaticano.- El Papa Francisco está seguro de esto y lo repite a todos: de la pandemia salimos mejores o peores. La crisis mundial exige un replanteamiento de los parámetros de la convivencia humana en clave solidaria. Sobre esta idea se basa el «Proyecto Covid – construir un futuro mejor», creado en colaboración por los dicasterios para la Comunicación y para el Desarrollo Humano Integral, que busca ofrecer un camino que desde el final de la pandemia lleve al inicio de una nueva fraternidad.
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La «receta» para vislumbrar el futuro, liberado de la pandemia y reconfigurado bajo nuevos patrones de coexistencia, tiene el ingrediente principal en una comparación. «Demostrando a la gente hasta qué punto las ‘malas’ inversiones nos han llevado al borde del colapso, podemos entonces apuntar en la dirección opuesta, es decir, hacia inversiones que sepan proteger el medio ambiente y un futuro sostenible». Esto lo afirma Martin Palmer, un experto en inversiones desde el punto de vista de la fe. Palmer, británico, director general de «FaithInvest» -un grupo que actúa como puente entre el mundo de los organismos religiosos y el mundo de las finanzas- se mueve con soltura entre los temas de la Laudato si’, ya que en 1995 fundó con el Príncipe Felipe la ONG «Alliance of Religions and Conservation» (ARC), que ayuda a las confesiones religiosas a desarrollar proyectos medioambientales. Palmer fue llamado a unirse a la Comisión del Vaticano creada por el Papa para imaginar el mundo post-coronavirus y está firmemente convencido de que las religiones juegan un papel crucial con su red global de asistencia y formación. «Tenemos la tendencia a movernos como si los Estados nacionales debieran agradecernos si nos dirigimos a ellos con nuestras sugerencias. En cambio, somos nosotros», dijo, «los que debemos dar ejemplo de buen uso de los recursos e instar a los Estados nacionales a que se unan a nosotros».
Usted es miembro de la Comisión vaticana COVID 19, el mecanismo de respuesta a un virus sin precedentes establecido por el Papa Francisco. ¿Qué piensa que ha aprendido, a nivel personal, de esta experiencia? ¿De qué manera cree que la sociedad en su conjunto puede inspirarse en la labor de la Comisión?
Me fascina la amplia gama de habilidades, conocimientos e intereses que he encontrado en las personas que trabajan en la Comisión: esto ya ha producido nuevas asociaciones para mi organización, en el espíritu de Laudato si’. La mejor manera en que la sociedad puede inspirarse en la Comisión es que la misma Iglesia comience a poner en práctica aquellos cambios estructurales que son necesarios para estar en línea con la visión del Papa. Esto luego inspirará a muchos otros.
El Papa Francisco pidió a la Comisión COVID 19 “preparar el futuro» en lugar de «prepararse para él». ¿Cuál es el papel de la Iglesia Católica como institución en este esfuerzo?
El de seguir adelante con el ejemplo. En sus dos encíclicas – la Evangelii gaudium y la Laudato si’ – el Papa no se limitó a proponer bellos pensamientos para un futuro mejor, sino que también nos dio las herramientas para desmantelar el modelo actual, el que nos llevó a esta crisis, y construir uno nuevo. Algunos se preguntan cómo empezar de nuevo: él responde que empezar de nuevo significa volver hacia atrás. Su mensaje habla de desafío, cambio y nuevo comienzo.
¿Qué enseñanzas personales (si es que las hay) extrajo de la experiencia de la pandemia? ¿Cuáles son los cambios concretos, tanto a nivel personal como global, que espera ver después de esta crisis?
Aprecié la simplicidad que el lockdown ha devuelto a mi ocupado mundo hecho de viajes, encuentros y demás. He (re)encontrado, en mi zona, el cuidado y la compasión – en realidad, por lo que he observado, en todo el mundo – y lo percibí como un importante llamamiento a la necesidad vital de apoyar a las comunidades locales y hacerlas florecer de nuevo. Espero que esto continúe también «después»: creo que usar y conocer los productos locales en lugar de comprarlos en otro lugar es un elemento fundamental para hacer la vida más sostenible.
Los inversores no siempre son conscientes del impacto que sus inversiones pueden tener en la realidad (deforestación, contaminación, explotación social, etc.). En un momento en que la atención se centra en los riesgos económicos vinculados a la pandemia, ¿cómo se pueden destacar estos efectos secundarios?
Soy el CEO de FaithInvest, una nueva organización, inspirada en parte en la Laudato si’, que trabaja con los importantes fondos de inversión que provienen de los mayores grupos religiosos del mundo. La mejor manera de enfatizar esto es pedirle a cada grupo, como lo hacemos nosotros, que regrese a sus raíces. Preguntamos: ¿qué piensan del mundo y de nuestro lugar en el mundo? ¿Qué valores derivan de esta evaluación, y cómo estos valores determinan la inversión que pretenden hacer? Este procedimiento sigue el modelo indicado por el Vaticano II, cuando se pedía a las Órdenes religiosas que volvieran a sus raíces para entender cómo proceder en el futuro. La crisis de Covid ha reforzado esta necesidad.
En tiempos de recesión económica, la gente está menos dispuesta a correr riesgos. ¿Cuánto la gente puede ser receptiva a la idea de una finanza ética en este momento?
Es cierto, la gente es reacia a correr riesgos, pero el mayor riesgo hoy en día es que si volvemos a lo que considerábamos «normal» sólo aumentaremos la posibilidad de un nuevo colapso. Por lo tanto, el verdadero riesgo hoy en día es NO cambiar, en lugar de cambiar REALMENTE, y ciertamente es más fácil ayudar a las personas a comprender esto. Demostrando a las personas hasta qué punto las «malas» inversiones nos han llevado al borde del colapso, podemos entonces apuntar en la dirección opuesta, es decir, hacia inversiones que protejan el medio ambiente y un futuro sostenible.
¿Hasta qué punto considera que la Comisión vaticana COVID 19 y la Iglesia Católica en su conjunto pueden ser creíbles cuando hablan de finanzas y de la necesidad de reconfigurar los sistemas económicos?
Haciendo que a los buenos propósitos sigan los hechos. En otras palabras: hasta que la Iglesia no haya puesto orden sus propias finanzas y establecido un modelo basado en la fe, sólo podrá pedir a los demás que la acompañen en este camino, con la plena conciencia de que el camino será largo, antes de que la Iglesia pueda ser coherente con sus propias enseñanzas en este campo.
¿Qué papel pueden desempeñar las religiones y la espiritualidad en la transición hacia una finanza más sostenible?
Nosotros [las religiones] somos centrales. Sin las escuelas, los hospitales, la asistencia social, las redes de apoyo, la compasión, el trabajo de los jóvenes, la atención a los refugiados y migrantes, la protección de los más vulnerables, la sociedad civil colapsaría. Por esta razón, las religiones deben dejar de fingir que no son actores de primer plano en la Tierra. Tenemos la tendencia a actuar como si los Estados nacionales nos tuvieran que agradecer si nos dirigimos a ellos con nuestras sugerencias. En cambio, somos nosotros que debemos dar el ejemplo de buen uso de los recursos y solicitar a los Estados nacionales a que se unan a nosotros. Las religiones dirigen más instituciones educativas y de asistencia social que cualquier otro Estado del mundo. Por esto, volvamos a la mesa [de negociaciones, de diálogo] no como quienes piden, sino como quienes actúan.
En su opinión, ¿las instituciones financieras y económicas actuales crean las condiciones necesarias para una finanza sostenible o piensa que se necesitan reformas en este ámbito?
Es necesario encontrar o crear un nuevo modelo, porque el actual está corrompido por la avidez y la codicia de las multinacionales y de los sistemas bancarios en general. Las religiones entre sí pueden hacer nacer la demanda de un nuevo modelo: nosotros estamos trabajando en el concepto de Finanzas del Tercer Sector.
Prensa CEV
Nota de prensa de Vatican News
25 de septiembre de 2020