Prensa CEV
Próximos a celebrar el domingo 19 de mayo la fiesta de Pentecostés que concluye el tiempo de Pascua, entrevistamos a Mons. Jesús González de Zárate, Arzobispo de Cumaná y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana sobre el significado de este día y su proyección en la vida de la Iglesia y la sociedad venezolanas.
Monseñor, ¿Qué significa la fiesta de Pentecostés para la Iglesia?
Pentecostés es la gran fiesta del Espíritu Santo, y ya que el Espíritu es el don por excelencia de Cristo Resucitado (cf. Jn 20,22-24), debemos decir que celebrar la fiesta de Pentecostés es, en primer lugar, crecer en la conciencia que no estamos solos, que Jesús nos dejó la asistencia constante del Maestro que habla al corazón para recordarnos sus enseñanzas para que permanezcamos en la verdad; del Defensor que nos consuela y fortalece, y nos hace salir airosos en los momentos de prueba y tribulación; del Espíritu creador que renueva desde lo más profundo todas las cosas.
Además, para la Iglesia en Venezuela, la fiesta de Pentecostés es el Día del Seminario, lo cual nos habla de nuestra confianza en la obra que el Espíritu Santo sigue realizando en la Iglesia a través de aquellos a los que llama al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa.
Y ¿cómo puede aplicarse ese mensaje de Pentecostés en la actual realidad de Venezuela?
Como ya he afirmado, Pentecostés nos recuerda que los venezolanos no estamos solos en nuestros proyectos, luchas y problemas: el Señor está siempre con nosotros. Él es nuestra fortaleza y consuelo en medio de las dificultades que hoy vivimos. El Espíritu Santo nos da la “parresía”, término griego que significa audacia, franqueza, valor para comunicar y actuar y conforme a los valores del Reino de Dios. Para impregnar de Evangelio la vida social, tarea que los cristianos debemos asumir con renovado impulso, nos concede sus dones – sabiduría, ciencia, consejo-, para que seamos capaces de transformar la realidad de exclusión, división, violencia y conflictividad permanente que nos empobrece, y conducirla, con el cumplimiento de sus mandatos, a la unidad que hace posible el amor.
Construir la unidad ¿es ésta una tarea difícil?
La fiesta de Pentecostés nos recuerda que la unidad es siempre posible porque no depende solo de nuestras capacidades, de nuestras estrategias humanas, ya que es el Espíritu quien crea en nosotros un corazón nuevo transformado por el amor, que nos hace vencer el egoísmo, la indiferencia ante el otro, y nos hace posible vivir en comunión. Que es posible que, seamos un solo cuerpo y tengamos un mismo sentir en la Iglesia, aunque existan carismas y funciones distintas ya que éstos están siempre orientados al bien de todos (cf. 1 Cor 12,4-31). Pentecostés es la fiesta de la unidad verdadera -aquella según Dios- que no es uniformidad, sino unidad en las diferencias.
En el caso concreto de Venezuela, para que la unidad sea posible debemos evitar que impere la dinámica de los bandos excluyentes; la lógica de encerramos en nuestros planteamientos y posiciones, considerándolas mejores que los demás, olvidándonos que los demás pueden tener posiciones válidas. También debemos evitar convertir la unidad en uniformidad: en la obligación que todos hagamos lo mismo y de la misma manera. Cuando esto sucede, se pierde la libertad, y san Pablo nos dice que “donde está el Espíritu del Señor, hay libertad” (2 Co 3,17).
Pido al Espíritu Santo en esta festividad de Pentecostés nos conceda a los venezolanos la capacidad de trabajar por el reconocimiento mutuo, el respeto, la tolerancia; de trabajar por el bien común de Venezuela.
Cree usted que en medio de las actuales condiciones sociales, económicas y políticas de Venezuela ¿esto es posible?
El mensaje de renovación de Pentecostés está muy vinculado con el de la esperanza. Como cristiano creo que, en lo más profundo del corazón de cada persona está presente el deseo y la expectativa del bien, de la justicia, de la verdad. Por eso podemos afirmar que, aunque con frecuencia encontremos personas desanimadas ante los problemas y la incertidumbre, en la mente y el corazón de la inmensa mayoría de los venezolanos existe la esperanza que el futuro de nuestro país será mejor.
Al respecto, me gustaría recordar lo afirmado por el Papa Francisco en la Bula de Convocatoria al Jubileo del Año 2025 publicada el pasado 9 de mayo quien nos ha dicho que la esperanza se funda en el amor de Jesús de quien nada ni nadie puede separarnos (cf, Rom 8,35-39), y se renueva siempre por la acción del Espíritu Santo.
Los venezolanos tienen esperanza ¿cómo se manifiesta?
Además de la fe de nuestro pueblo que lo sostiene en su cotidiano vivir, esta esperanza la podemos encontrar en el deseo y el compromiso de cambioque se va extendiendo en la mayoría de la población. Un cambio que debe construirse, como lo reflejan los recientes sondeos de opinión, en un clima de inclusión, tolerancia, igualdad de oportunidades y respeto de todos, superando la tentación de imposición o control de unos pocos sobre las grandes mayorías.
Una esperanza que se ve en la convicción, cada vez más generalizada, que los venezolanos necesitamos recuperar la alegría de vivir y la paz social, por lo que no debemos conformarnos con sobrevivir o subsistir amoldándonos a la situación presente Particularmente, nuestra sociedad debe brindar signos de esperanza a aquellos que son el presente y el futuro de nuestro país: los jóvenes, quienes lamentablemente, con frecuencia ven que sus sueños se derrumban.
Para ello es necesario que nuestra sociedad cuente con instituciones y políticas públicas capaces de brindar signos de esperanza a los hogares empobrecidos, a los enfermos, a los privados de libertad en razón de sus posiciones políticas, a los millones de migrantes venezolanos dispersos por todo el mundo. Las próximas elecciones presidenciales son una magnífica oportunidad para crecer en el compromiso y participación de la ciudadanía en la construcción de un país mejor, para lo cual se debe garantizar la adecuada aplicación de los principios y mecanismos democráticos consagrados en la Constitución y las leyes.
¡No se trata de una tarea fácil!
Los cristianos anclados en la fe, la esperanza y la caridad, que nos hace capaces de vivir en Cristo superando el pecado, el miedo y la muerte, sabemos que la última palabra no la tiene el mal.
Aunque soy conscientes que la injusticia, la mentira, la violencia, la conculcación de los derechos dejan dolorosas heridas entre nosotros – y que no siempre es fácil sanar esas heridas -confío que la reconciliación, el perdón nos ayude a construir un mejor futuro, de forma que podamos vivir de una manera diferente, sin rencor, sin ira ni venganza”. En la medida en que los venezolanos transitemos este camino, nuestro país tendrá esperanza.
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