El camino hacia sociedades mejores pasa por la educación de las mujeres.

08
Mar
2024

Vía Vatican News

El 7 de marzo, el Papa Francisco recibió en el Vaticano a los participantes en el Congreso Internacional “Mujeres en la Iglesia: artífices de humanidad”.

En su discurso, Francisco, recordó el papel de las mujeres, en un mundo donde siguen sufriendo tanta violencia, desigualdad, injusticias y maltratos, y una forma grave de discriminación, vinculada a su formación. El camino hacia sociedades mejores pasa justamente por la educación de las niñas, adolescentes, jóvenes, de la que se beneficia el desarrollo humano, afirmó.

Esta época “desgarrada por el odio”, es un tiempo en el cual la humanidad necesita sentirse amada, pero en cambio, esta se ve frecuentemente marcada por la violencia, por la guerra y las ideologías que ahogan los sentimientos más hermosos del corazón. La aportación femenina -señaló, hoy es más indispensable que nunca: la mujer, en efecto, sabe unir con la ternura.

Francisco dijo que en el congreso se destaca, de manera particular, el testimonio de santidad de diez mujeres: Josefina Bakhita, Magdalena de Jesús, Isabel Ana Seton, María de la Cruz MacKillop, Laura Montoya, Catalina Tekakwitha, Teresa de Calcuta, Rebeca de Himlaya ar-Rayyas, María Beltrame Quattrocchi y Daphrose Mukasanga. Santas de diferentes épocas y culturas, con estilos distintos, y con iniciativas de caridad, de educación y de oración, cada una, dijo el Papa ha dado una prueba de cómo el “genio femenino” puede reflejar, en modo único, la santidad de Dios en el mundo. Su santidad sobresale, además, afirmó, en épocas en las que la mayoría de las mujeres eran excluidas de la vida social y eclesial.

El pensamiento de Francisco se dirigió también para recordar a “tantas mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada una a su modo, han sostenido y transformado familias y comunidades con la potencia de su testimonio, como lo afirma la exhortación apostólica Gaudete et exsultate. La Iglesia las necesita, aseveró el Papa, porque la Iglesia es mujer: es hija, esposa y madre, y, “¿quién mejor que la mujer para revelarnos su rostro? Ayudémonos, sin presiones ni desgarros, sino con un atento discernimiento, dóciles a la voz del Espíritu Santo y fieles en la comunión, a encontrar caminos adecuados para que la grandeza y el papel de las mujeres sean más valorados en el Pueblo de Dios”. 

Con relación a la formación de la mujer en la sociedad acotó: “En el mundo, donde las mujeres siguen sufriendo tanta violencia, desigualdad, injusticias y maltratos —y esto resulta todavía más escandaloso si es provocado por quienes profesan la fe en el Dios «nacido de una mujer» (Ga 4,4)—, hay una forma grave de discriminación, que está precisamente vinculada a la formación de la mujer. Efectivamente, en muchos contextos dicha formación es temida, sin embargo, el camino hacia sociedades mejores pasa justamente por la educación de las niñas, de las adolescentes, de las jóvenes, de la que se beneficia el desarrollo humano. ¡Recemos y esforcémonos por ello!”