
Pbro. José M. Álvarez, párroco y rector del Santuario Niño Jesús de Isnotú
Compartimos la foto de una bendición apostólica que tenía nuestro beato José Gregorio Hernández. También publicamos sus reflexiones filosóficas cuando en su Libro Elementos de Filosofía (1912) presentaba argumentos de lógica con los que explicó la misión del Papa:
«El Papa es infalible
-Es evidente que, por ser Dios el Ser infinitamente perfecto, el Ser absoluto, ha de ser el fin de todo lo creado, y, por consiguiente, que el fin último del hombre es conocer a Dios en su esencia.
Es evidente que la inteligencia del hombre es limitada, y que, con frecuencia toma la verdad por error y el error por verdad.
Luego el hombre guiado por su sola inteligencia es evidente que puede extraviarse en el camino que debe seguir para lograr su fin último.
Luego Dios, Ser infinitamente perfecto, ha debido forzosamente dejar al hombre una guía infalible que le enseñe el verdadero camino para alcanzar su último fin. De otra manera, le faltaría a Dios una perfección, la Providencia, y, por lo tanto, no sería infinitamente perfecto.
Luego Dios ha dejado en el mundo una guía infalible que dirija al hombre a su fin último. En el mundo no hay quien reclame este privilegio de guía y maestra infalible de la verdad, sino solamente la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Luego la Iglesia Católica, Apostólica y Romana es infalible.
Pero la Iglesia Católica, que es infalible, ha creído y enseñado siempre, en todos los tiempos y en todos los lugares, y ha definido últimamente que el Papa es infalible. Luego el Papa es infalible.
Corolario
De la infalibilidad del Papa se deduce que, no pudiendo engañarse ni engañarnos, debemos creer firmemente todas las verdades que nos enseña y obedecerle ciegamente en todo, absolutamente en todo lo que nos prescribe.
Escolio
La infalibilidad papal es para la vida intelectual y moral del hombre, un don de Dios del todo comparable al de la luz del sol para la vida corporal y sensitiva. Rodeados estaríamos, sin la luz del Sol, de espesas tinieblas físicas, que casi nos impedirían el ejercicio de los actos de la vida; y sin aquella guía infalible la humanidad correría anhelante y sin rumbo en las tinieblas del error y de la ignorancia, incapaz de encontrar por sí sola el buen camino, el camino seguro para que cada uno de los hombres pueda conseguir su último fin.
Vemos, pues, cómo estas verdades quedan demostradas por este método con la misma evidencia con que quedan demostradas las verdades matemáticas, por ejemplo, esta verdad geométrica: que dos triángulos equiláteros son equiángulos e iguales”.
Ernesto Hernández B. Nuestro Tío José Gregorio, Tomo I. pp. 1122-1123.
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