Pbro. Máximo Jurcinovic, director de la Oficina de Comunicación y Prensa de la Conferencia Episcopal Argentina.
El viaje del papa Francisco a Indonesia, Timor Oriental, Papúa Nueva Guinea y Singapur fue un acontecimiento histórico que subrayó la importancia del diálogo interreligioso, la reconciliación y la justicia social en una de las regiones más diversas y desafiantes del mundo. Durante su visita a estos cuatro países del Sudeste Asiático y Oceanía, el Papa abordó cuestiones claves como el respeto a las minorías religiosas, la protección del medio ambiente y el compromiso con los más pobres y logró que el mundo mirara estas poblaciones más alejadas. También ha sido la oportunidad de visibilizar la gran tarea de misioneras y misioneros de la fe cristiana que trabajan incansablemente en beneficio de los habitantes de lugares totalmente alejados del “ruido del mundo”.
Indonesia, el país con la mayor población musulmana del mundo, fue uno de los destinos más significativos de la visita del papa Francisco. Su llegada a Yakarta fue recibida con gran expectativa por líderes religiosos y civiles, quienes vieron en su visita un paso importante para fortalecer el diálogo entre las diversas religiones presentes. Francisco destacó la necesidad de promover la paz a través del diálogo y el entendimiento mutuo. Manifestó que «el respeto a las diferencias no solo es posible, sino necesario para construir un futuro de paz».
Uno de los momentos más impactantes del viaje de Francisco fue su presencia en la Mezquita “Istiqlal” (Yakarta, Indonesia) el jueves 5 de septiembre. En ese lugar Francisco hizo mención a la construcción de un túnel subterráneo (el túnel de la amistad), que comunica la Mezquita con la Catedral de Santa María de la Asunción. Dijo que “se trata de un signo elocuente, que permite que estos dos grandes lugares de culto estén no sólo “uno frente al otro”, sino también “comunicados” entre sí”. En ese lugar el Papa hizo un fuerte llamado a la “profundidad y a cuidar los vínculos”. El Papa pidió por el encuentro de las religiones tomando la imagen del túnel que une y diciendo con firmeza: “Lo que realmente nos acerca es crear una conexión entre nuestras diferencias, ocuparnos de cultivar lazos de amistad, de atención, de reciprocidad. Son relaciones en las que cada uno se abre al otro, en los que nos comprometemos a buscar juntos la verdad, aprendiendo de la tradición religiosa del otro; ayudándonos en las necesidades humanas y espirituales”
Timor Oriental, uno de los países más jóvenes y pobres del Sudeste Asiático, fue otro de los puntos clave de la visita del Papa. Marcado por un pasado de ocupación y conflicto, Timor Oriental ha avanzado hacia la paz, pero sigue enfrentando enormes desafíos socioeconómicos. Durante su visita, Francisco destacó la importancia del compromiso con los pobres expresando que “no puede haber paz auténtica sin justicia social”.
En su parada en Papúa Nueva Guinea, el papa Francisco centró su mensaje en la protección del medio ambiente y los derechos de las comunidades indígenas. Este país, rico en recursos naturales, pero gravemente afectado por la explotación minera y la deforestación, enfrenta una crisis ecológica que afecta particularmente a los pueblos de origen. Ahí también el Papa puso de relieve el lugar de la mujer afirmando en su discurso a las autoridades que “no olvidemos que son ellas las que llevan adelante un país. Las mujeres tienen la fuerza de dar vida, construir, hacer crecer un país. No olvidemos a las mujeres, que están en primer lugar en del desarrollo humano y espiritual»
Singapur, una de las naciones más ricas y avanzadas de Asia, fue la última parada del papa Francisco. Aunque Singapur es conocida por su estabilidad económica y su progreso tecnológico, el Papa recordó que la verdadera prosperidad no se mide solo en términos materiales. En su encuentro con líderes religiosos y políticos, Francisco elogió a Singapur por su convivencia multicultural, y puso de relieve que “una sociedad verdaderamente justa es aquella en la que cada persona es valorada y respetada, independientemente de su origen o condición”.
Este viaje no fue solo una visita pastoral, sino también un llamado urgente a la comunidad internacional. Francisco en sus viajes visibiliza países muchas veces ignorados y dejados de lado por las autoridades del mundo. En ese espíritu convoca a que la religión nunca sea utilizada como una excusa para la violencia, sino como un puente hacia la paz y la solidaridad. Un mensaje clave contra el uso de la religión como herramienta de conflicto, y a favor del entendimiento mutuo entre las creencias. Vale destacar que, en todos los lugares visitados Francisco tuvo un momento de diálogo profundo con los jóvenes invitándolos a la esperanza, al compromiso social, al respeto por la creación, y les pidió que tengan un fuerte sentido de justicia y así ser protagonistas activos del cambio.
Uno de los momentos más conmovedores del viaje fue la visita de Francisco a las comunidades indígenas de Timor Oriental, en una de las zonas más remotas del país, en plena selva. Timor Oriental es uno de los países más jóvenes y pobres de Asia, marcado por décadas de conflicto, ocupación extranjera y pobreza extrema. En esta región selvática, Francisco se reunió con los campesinos, pescadores y poblaciones indígenas que han sido históricamente ignoradas por las autoridades y viven en condiciones de extrema pobreza. Su visita fue un gesto de solidaridad y cercanía con los más olvidados. ¡Fue impresionante ver al Santo Padre subirse a un avión en condiciones muy incomodas para poder llegar a esos lugares totalmente desconocidos!
Durante su estancia en la selva de Timor Oriental, el Papa habló con sencillez, pero con una gran profundidad: “El Evangelio nos llama a caminar junto a los pobres, a escucharlos ya trabajar por un mundo más justo”. En sus palabras, destacó que la verdadera riqueza de un país no se mide por su poder económico, sino por cómo trata a los más débiles y olvidados.
Este extenso viaje del Santo Padre fue un acto profético y hay que destacar además que en todo momento el Papa dio lugar y centralidad a las costumbres y ritos del lugar. Francisco siempre se sabe de visita, no es el dueño de sus viajes apostólicos ni quiere llevar un mensaje de arriba hacia abajo. No es quien llega para traer algo que otros no tienen, es el Pastor que visita a su pueblo, se deja llenar de él y sus gestos generan una cultura del encuentro y la fraternidad para que el mundo entero lo replique.
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