Caracas.- La mañana del viernes 04 de junio de 2021, falleció la Hna. María Rosario de las Misioneras de la Caridad, mejor conocida como “Hna. Rosario”, una de las hermanas que, junto a Santa Teresa de Calcuta, fundó la primera Casa de la Caridad fuera de La India, establecida en Cocorote, edo. Yaracuy. Con 88 años de edad, la Hna. Rosario falleció a consecuencia de Covid-19, luego de una vida de entrega plena a su compromiso de compartir la misericordia de Dios con los hermanos más desfavorecidos, velando por los enfermos, los pobres y los sufrientes. Permaneció en Venezuela por más de 50 años, como representante de la congregación en la Casa de la Caridad en Cocorote, la primera casa de las Misioneras de la Caridad fundada fuera de La India. Es la primera religiosa fallecida por covid-19 en la Diócesis de San Felipe. Durante su vida en el país, la Hna. Rosario cumplió con devoción la vocación a la que fue llamada: asistir a todo aquél que necesitara encontrar la ternura de Dios, a través de las obras de misericordia corporal y espiritual. Quienes conocieron a la Hna. Rosario, dan fe de la dulzura que emanaba en su trato con el prójimo, su amor por el servicio y su dedicación a la oración constante. Vida y obra de la Hna. Rosario La Hna. María Rosario nació el 06 de enero de 1933 con el nombre de Silvia Toppo, en una pequeña de aldea de agricultores en cerca de Chainpur, al oeste de Gumla, capital del distrito del estado de Jharkhand, capital Ranchi, en La India. Hija de Emil Toppo y María Tirkey, Silvia era la última de seis hermanas, Julia, Josefina, Serafina, Lucía y Savina. La familia Toppo Tirkey, era de creyentes paganos politeístas. Al llegar a la región el Pbro. Livan, misionero Jesuita que predicaba con el ideal de San Ignacio de Loyola, fue uniendo a Cristo a los pobladores, bautizándolos en la fe católica en el río ubicado en dicha zona. Aquellos residentes tenían como costumbre tatuar a las niñas en la frente con una marca indeleble a la que denominan Bindi o tercer ojo, suerte a la que no fue exenta de escaparla pequeña Silvia, signo tradicional familiar que lleva sobre su frente desde los tres años de edad, aun cuando fue bautizada en la fe cristiana católica. Ya adelantada en edad y conocimientos, Silvia quiso especializarse y con el apoyo de toda la familia, se inscribió en Ursiline Convent, instituto donde se especializó por espacio de tres años para alcanzar el grado de maestra, meta nada fácil ya que desde el hogar de Silvia hasta Ursiline Convent tenían que caminar un largo trecho por espacio de casi dos horas. En dicho recorrido, debía cruzar un río que en algunas oportunidades crecía, producto de las lluvias torrenciales que caen sobre esta zona de La India. Luego de la jornada de formación y de culminar las horas de clases, iniciaba la maratónica tarea de regreso a casa. Durante ese tiempo, compartió junto con treinta y cinco jovencitas de su zona la formación como docente, siendo la única de la familia que logro este título mientras que sus hermanas ayudaban a sus padres en las labores agrícolas. Siendo maestra de niños, tuvo noticias sobre la obra que estaba realizando una misionera en la lejana ciudad de Calcuta, algo que le llamaba la atención y sentía un cercano deseo de conocer a profundidad. En conversaciones con el sacerdote de la zona esté le manifestó que conocía aquella religiosa misionera y ofreció a la maestra información para contactarla. Silvia, junto con otras seis maestras, escribió una carta a la Madre Teresa; nombre que ya sonaba en La India para octubre de 1950. Al poco tiempo de enviar la carta recibieron respuesta de Madre Teresa, quien les decía que las esperaba con los brazos abiertos, invitándoles a vivir la enorme responsabilidad de ser Misioneras de la Caridad. La jovencita Silvia hizo del conocimiento a sus queridos padres sobre sus planes de unirse a la congregación, por lo que decide trasladarse a Calcuta en tren desde la ciudad de Ranchi junto con las otras seis compañeras. El 31 de mayo de 1955 fue exactamente el día del encuentro entre las maestras de Chainpur con la Madre Teresa, quien teniendo de frente a Silvia Toppo, la bautizó de una vez con el nombre religioso de María Rosario, para su vida religiosa. De maestra a novicia El noviciado de Silvia, ahora María Rosario, junto con sus otras compañeras, María José, María Regina, María Benedicta, María Genoveva, María Luisa, María Martina y María Dominique, se desarrolló en una época difícil en La India, aun así cada una de las hermanas realizaron su proceso de formación religiosa que incluía cursos de medicina, primeros auxilios y hablar el inglés como lengua oficial de la congregación, ya la mayoría hablaba Hindi. Poco a poco, consolidaron su condición religiosa con la guía indiscutible de la Madre Teresa. El 14 de abril de 1958, la hermana María Rosario suple el sari completamente blanco (hábito de inicios en la congregación) y lo cambia definitivamente por el sari blanco orlado con tres rayas azules, cada una representando a las personas trinitarias (Padre, Hijo y Espíritu Santo) con el color representativo de la Virgen María, alcanzando sus primeros votos, y asumiendo las ocupaciones que Madre Teresa le encomendaría; realizando entre 1958 y 1960 misiones en Nueva Delhi, en Ambala durante los años de 1960 y 1962 y nuevamente regresa a Calcuta para realizar sus últimos votos en el año 1964. Durante ese año, la Madre Teresa de Calcuta la envió a Jamshedpur, ciudad cercana a Ranchi, para proseguir su labor de misionera. En 1965 es cuando María Rosario es llamada nuevamente a Calcuta para integrar un equipo de Misioneras de la Caridad a una labor fuera de las fronteras de la India. Los preparativos concuerdan con el otorgamiento del “Decretum Laudis” (Decreto de Alabanza), concedido a la congregación por Su Santidad El
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