
Mérida. En estos momentos difíciles que atraviesa el estado Mérida debido a las fuertes lluvias, la Arquidiócesis de Mérida ha desplegado un importante esfuerzo de acompañamiento y ayuda a las comunidades afectadas. Han pasado ocho días desde el inicio de las emergencias, y la respuesta de la Iglesia se ha centrado en ayudar y acompañar a las cientos de familias afectadas
El paso de la onda tropical número 9 por Venezuela dejó varios estados afectados. En Mérida, las fuertes lluvias impactaron en diversas zonas, dejando a la entidad andina incomunicada con el resto del país. La vía que conduce de Mérida a El Vigía colapsó en el municipio Campo Elías, la que comunica con Barinas fue arrastrada por la crecida de los ríos Chama y Santo Domingo en diferentes tramos, y el río Motatán cortó la comunicación con el estado Trujillo. Tras intensas jornadas de trabajo conjunto, Mérida se ha ido comunicando de nuevo.

Más allá del daño a las carreteras, las fuertes lluvias y crecidas de estos ríos causaron la pérdida de un importante número de viviendas, en al menos 12 municipios. Algunas de ellas, con pérdida total. Esto dejó a familias enteras damnificadas, sin la protección de su hogar, sin el refugio familiar por el que, de seguro, trabajaron años para construir. El agua a su paso también generó la caída de puentes, daños a espacios públicos y privados e incalculables pérdidas agrícolas.
Tras estos daños, la Iglesia Católica presente en Mérida, a través de sus parroquias y Cáritas Arquidiocesana, activó sus equipos para servir de centros de acopio y brindar apoyo a quienes la vaguada dejó en la vulnerabilidad. Un primer contacto se realizó para diagnosticar las principales necesidades de las personas afectadas. Además, se dio inicio a la entrega de alimentos no perecederos, agua, medicamentos y ropa. Además de la asistencia material, el clero y los voluntarios brindaron acompañamiento espiritual y apoyo moral a las personas damnificadas.

La Iglesia en Mérida, con actitud “en salida” recorrió cada uno de los sectores afectados para llevar, no solo alimentos y enseres, sino también para ser un faro de esperanza, acompañamiento y una profunda fe, esa que ha caracterizado al pueblo merideño, incluso en circunstancias adversas como la que se vivió y se sigue viviendo en Apartaderos, San Rafael de Mucuchíes, Cacute, Escagûey, Timotes, Chachopo, Santo Domingo, El Chama y tantos otros sectores que se vieron afectados por la acción del agua.
Acción parroquial, el primer contacto
Desde el primer día, tras el cese de la tormenta, las autoridades iniciaron la evaluación de daños en las comunidades. La Arquidiócesis de Mérida actuó rápidamente: las parroquias, con sus grupos de apostolado y sacerdotes, se hicieron presentes en las zonas afectadas.
En la parroquia Santa Lucía de Timotes, el desborde del río Motatán dejó damnificadas a varias familias. El padre William Rosales, a través de Cáritas, activó de inmediato un centro de recolección de insumos en el Teatro Juan Pablo II para atender a estas comunidades vulnerables. El socavamiento de ríos y deslizamientos afectó gravemente a Apartaderos y otras comunidades de la parroquia San Rafael de Mucuchíes. Los presbíteros Guzmán Contreras, párroco de esta comunidad, y Abdón Araque, de la parroquia Santa Lucía de Mucuchíes, acompañaron a los residentes y escucharon los testimonios de quienes, al detectar la crecida, lograron alertar y prevenir a sus familias antes del colapso, evitando una tragedia mayor.

En Santo Domingo, el padre Luis Omar Jaimes hizo un llamado urgente para la instalación de un puente entre los municipios Pueblo Llano y Cardenal Quintero. “Los agricultores transportan sus cosechas a hombros, alimentos que son vitales para todo el país”. El sacerdote instó a la unión de esfuerzos para que los productores agrícolas no fuesen a perder sus cosechas.
Respuesta inmediata
Desde el principio de la emergencia, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y la Arquidiócesis de Mérida han expresado su cercanía «afectiva y efectiva» a las miles de familias impactadas por las torrenciales lluvias. Lamentaron los estragos, que incluyen viviendas dañadas o destruidas, y un clima de incertidumbre y sufrimiento para los afectados.
El arzobispo de Mérida, monseñor Helizandro Terán, a las pocas horas de conocer la emergencia presentada en la entidad, solicitó la activación de los centros de acopio en todas las parroquias con la asistencia de Cáritas Mérida para la logística de la recepción de insumos de primera necesidad para distribuir en las zonas afectadas.
Cáritas Arquidiocesana, bajo la dirección del Pbro. Carlos Zambrano, llevó a cabo un análisis situacional y un primer abordaje en la zona del páramo. Entregaron alimentos, agua potable, kits de higiene, medicinas, pañales desechables y abrigos, todo gracias a los donativos recolectados.
Estas acciones de Cáritas también se extendieron a las comunidades de la cuenca del río Chama, específicamente en la parroquia San Francisco de Asís del Arenal, en los sectores La Vega, Don Perucho y Las Cuevas. Para muchos habitantes, esta asistencia social de la Iglesia ha sido un claro signo de la bendición de Dios en momentos de gran dificultad.
Posterior a este primer contacto con los afectados, la Arquidiócesis de Mérida de la mano con Cáritas y los donativos hechos por cientos de personas, realizaron la entrega de alimentos proteicos en diversas comunidades. Monseñor Terán encabezó la entrega de estos productos que, de acuerdo con sus propias palabras, “van a aliviar un poco el difícil momento por el que estas familias están pasando”.
Además del equipo arquidiocesano, cientos de voluntarios se han sumado para organizar, seleccionar y entregar la ayuda que, a través de la iglesia, se ha hecho llegar a las familias merideñas que -hoy más que nunca- necesitan de esa mano amiga, de esos brazos extendidos y de ese abrazo cariñoso que llega para aminorar la tristeza y convertirla en esperanza.
La esperanza, lo último que se pierde
A pesar de las dificultades, los habitantes de Mérida no pierden nunca la fe en que mañana será mejor. Muestra de ello, es cada testimonio, cada palabra que se escucha en los centros de acopio y en los refugios.
Frases como “perdimos la casa, pero no la esperanza”, “lo perdimos todo, pero gracias a Dios estamos completos”, “menos mal todo pasó durante el día, sino, la historia sería otra y hoy no la estaríamos contando” (…) O como bien lo dice Yuraima Ramírez, una de las afectadas de Apartaderos, “no es fácil, son muchos sentimientos encontrados -comentó entre lágrimas- pero gracias a Dios estamos vivos, estamos de pie y con la esperanza de que Dios no nos ha abandonado en ningún momento (…) el río creció de repente, se llevó muchas casas (…) agradezco muchísimo a todas las personas que se han abocado a ayudar y también a quienes se han acercado con una palabra de aliento, un abrazo sincero, eso cuenta muchísimo”.
Otra muestra de esta fe inquebrantable fueron las procesiones que, en medio de la lluvia y los escombros, los fieles realizaron. En Cacute, en medio de la lluvia, los feligreses sacaron en procesión a la imagen del Santo Niño. Mientras que en Timotes, frente a la Basílica Menor Santa Lucía, la imagen de Jesús de Nazareno fue expuesta para ser venerada y pedir su intercesión ante las fuertes precipitaciones. En esta misma comunidad, la Sociedad de San Benito de Palermo realizó un recorrido con el Santo Negro por las zonas más afectadas, como Puente Real, Arenales, Las Playitas y San Rafael.
El despliegue de la Arquidiócesis de Mérida continuará durante los próximos días, no solo para llevar ayuda humanitaria, sino también acompañamiento espiritual, escucha y oración. En medio del lodo, el llanto y la pérdida, renació la solidaridad como don divino.
La Iglesia presente en Mérida no es solo refugio material; es consuelo en la tormenta, presencia viva del Evangelio en los escombros. En cada sonrisa recuperada, en cada alimento entregado y en cada gesto desinteresado, resonó una certeza profunda: aunque la tierra se agite, hay un corazón que nunca deja de latir por su pueblo, el corazón de la Iglesia Católica Universal.
02 de julio de 2025
Fuente: Arquidiócesis de Mérida
CEV Medios
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