Categoría: Papa Francisco

23
Abr

El gesto del Papa en el día de su onomástico

Vaticano.- No recibir sino donar. Es el espíritu, con perfume completamente evangélico, el que distingue el día de hoy, en el que la Iglesia recuerda a San Jorge mártir, muerto en el año 303, por no haber renegado la fe durante las persecuciones anticristianas desatadas por el emperador romano Diocleciano. La tradición lo recuerda en el episodio en que, protegido por la Cruz, mató al dragón que devoraba a la gente: un símbolo de la fe que triunfa sobre el mal. El onomástico del Papa Por lo tanto, este es el día en que se celebra el día del onomástico de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco. El regalo del Pontífice es la entrega de respiradores y equipo médico, máscaras, gafas protectoras para los médicos y enfermeras, monos para cuidados intensivos. Se beneficiarán algunos hospitales: el de la ciudad de Suceava, Rumania, brote de coronavirus en el país, donde se esperan 5 respiradores de última generación; otros 2 irán al hospital de Lecce, Italia, y 3 al de Madrid, España. El abrazo de Francisco «Un signo bellísimo que cae en este día particular en el cual el Santo Padre no recibe un regalo sino que lo dona a otros»: así el Cardenal Konrad Krajewski, Limosnero Apostólico, relatando la inminente entrega que define  «un abrazo del Papa en una situación difícil para todo el mundo». Rumania está experimentando una verdadera emergencia, en la pequeña ciudad de Suceava, a donde irán los respiradores, hay casi un 25% del contagio total a nivel nacional. La ciudad, que está situada en la región más pobre del país y de la Unión Europea, junto con varios municipios de los alrededores, está en cuarentena. En Rumania hay más de 515 víctimas y casi 10 mil infectados. Los respiradores y todo el material donado por el Papa serán transportados por un vuelo en el que viajará también el equipo de once médicos rumanos y seis trabajadores sanitarios, enviado el 7 de abril por el gobierno de Bucarest al hospital de Lecco para trabajar junto a Italia en el momento más duro de la batalla contra el coronavirus. Ayuda a España e Italia De los tres respiradores de Madrid se ocupará la Nunciatura que, junto con el Cardenal Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de la capital española, dispondrá el destino a los hospitales más sufridos. El país ibérico está en lockdown hasta el 9 de mayo, el número de infectados supera los 208.000, los muertos son más de 21.000 y casi 86.000 los que se han curado del coronavirus.  Dos respiradores para el hospital de Lecce que serán entregados hoy por el propio Cardenal Krajewski. En el viaje de regreso al Vaticano, el Limosnero se detendrá en Nápoles para recibir las medicinas para los pobres de Roma. «Como el ‘café pendiente’ – explica el cardenal – la archidiócesis ha promovido la medicina pendiente y para agradecer la cercanía del Papa, durante la emergencia del coronavirus se han preparado medicamentos para los pobres de Roma». Unos días antes de Pascua, dos ventiladores pulmonares, dispositivos médicos para médicos y enfermeras, pero también huevos de Pascua, llegaron directamente del Vaticano al hospital Cotugno de Nápoles. El año pasado, también en el día de su onomástico, el Papa Francisco había donado, a través de la Limosnería Apostólica, las coronas del rosario hechas para la JMJ de Panamá, a los jóvenes del arquidiócesis de Milán, y un huevo de chocolate de 20 kg. a los pobres del comedor de Cáritas en la estación de Termini en Roma. Las felicitaciones para el Papa En estas horas el Papa está recibiendo tantas felicitaciones para su onomástico. En su mensaje para la Pascua, el Presidente de la República Italiana Sergio Mattarella había agradecido a Francisco por «las vibrantes palabras de vida y esperanza» dirigidas repetidamente por el Papa al país y formuló sus felicitaciones para el onomástico del Pontífice.

23
Abr

Papa Francisco: reza por las familias en crisis y por la conversión de los usureros que las amenazan

Vaticano.- En la misa de Santa Marta, Francisco piensa en muchas familias en crisis a causa del nuevo coronavirus, y que viven aún más en dificultad debido a los que se aprovechan de esta situación de necesidad. En su homilía, el Papa recordó que Jesús rezó por nosotros ante el Padre mostrando sus heridas, el precio de nuestra salvación: debemos tener más fe en la oración de Jesús que en nuestras propias oraciones. Francisco presidió la misa en la Casa Santa Marta este jueves de la segunda semana de Pascua. En la introducción dirige sus pensamientos a las familias en dificultades en esta época de pandemia: En muchas partes se siente uno de los efectos de esta pandemia: muchas familias necesitadas, hambrientas y lamentablemente el grupo de usureros que les está ayudando. Esta es otra pandemia. La pandemia social: familias de personas que tienen un trabajo diario o, por desgracia, un trabajo no declarado que no pueden trabajar y no tienen comida… con hijos. Y luego los usureros se llevan lo poco que tienen. Oremos. Recemos por estas familias, por los muchos hijos de estas familias, por la dignidad de estas familias, y recemos también por los usureros: que el Señor toque sus corazones y los convierta. En su homilía, el Papa comentó el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 5, 27-33) en el que Pedro, ante los reproches y amenazas del sumo sacerdote que quiere prohibirle enseñar al pueblo, responde que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres y anuncia abiertamente ante todos, la resurrección de Jesús, el Salvador, que los jefes religiosos querían dar muerte. La valentía de Pedro, que era débil, llegando a negar al Señor – afirma Francisco – proviene de la oración de Jesús por él. Jesús rezó para que su fe no fallara. Jesús reza por Pedro. Y Jesús también reza por nosotros ante el Padre mostrando sus heridas, el precio de nuestra salvación. Jesús es el intercesor: debemos tener más fe en la oración de Jesús – concluye el Papa – que en nuestras oraciones.  Jesús reza por nosotros ante el Padre A continuación, el texto de la homilía (transcripción de trabajo no oficial): La primera lectura continúa la historia que comenzó con la curación del lisiado en la Hermosa Puerta del Templo. Los apóstoles fueron llevados ante el sinedro, luego fueron enviados a prisión, y un ángel los liberó. Y esa mañana, justo esa mañana, tenían que salir de la prisión para ser juzgados, pero habían sido liberados por el ángel y predicaban en el Templo. «En aquellos días, Entonces el comisario del templo con sus alguaciles, condujeron los apóstoles y los presentaron en el Consejo»; fueron a buscarlos al Templo y los llevaron al Consejo. Y allí, el sumo sacerdote les reprochó: «¿Os habíamos ordenado no enseñar mencionando ese nombre? – es decir, en el nombre de Jesús – y vosotros habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis hacernos responsables de la muerte de ese hombre”, porque los apóstoles, Pedro, sobre todo, reprochaba; Pedro y Juan reprocharon a los jefes, los sacerdotes, de haber matado a Jesús. Y entonces Pedro respondió junto con los apóstoles: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien vosotros ejecutasteis colgándolo de un madero”.  Y acusa, pero con una valentía, con una franqueza, que uno se pregunta: «Pero, ¿es éste el Pedro que negó a Jesús? ¿Ese Pedro que tenía tanto miedo, ese Pedro que también era un cobarde? ¿Cómo llegó aquí?» Y también termina diciendo: «De estos hechos, nosotros somos testigos con el Espíritu Santo que Dios concede a los que creen en él». ¿Cuál fue la manera de este Pedro para llegar a este punto, a este valor, a esta franqueza, para exponerse? Porque podría llegar a compromisos y decir a los sacerdotes: «Pero no te preocupes, iremos, hablaremos un poco más bajo, nunca te acusaremos en público, pero nos dejas en paz…», y llegar a compromisos. En la historia, la Iglesia ha tenido que hacer esto muchas veces para salvar al pueblo de Dios. Y muchas veces, también lo ha hecho para salvarse a sí mismo, ¡pero no la Santa Iglesia! – hasta los líderes. Los compromisos pueden ser buenos y pueden ser malos. Pero, ¿pero ellos, podían salir del compromiso? No, Pedro dijo: «Sin compromiso. Vosotros sois los culpables», y con esta valentía. ¿Y cómo llegó Pietro a este punto? Porque era un hombre entusiasta, un hombre que amaba con fuerza, incluso un hombre temeroso, un hombre que estaba abierto a Dios hasta el punto de que Dios le revela que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, pero poco después -inmediatamente- se dejó caer en la tentación de decirle a Jesús: «No, Señor, por este camino no: vayamos por el otro»: la redención sin la Cruz. Y Jesús le dice: «Satanás». Un Pedro que pasó de la tentación a la gracia, un Pedro que es capaz de arrodillarse ante Jesús [y decir]: «Aléjate de mí, que soy un pecador», y luego un Pedro que trata de alejarse sin ser visto y para no terminar en la cárcel niega a Jesús. Es un Pedro inestable, pero porque fue muy generoso y también muy débil. ¿Cuál es el secreto, qué fuerza tuvo Pedro para llegar aquí? Hay un verso que nos ayudará a entender esto. Antes de la Pasión, Jesús dijo a los apóstoles: «Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo». Es el momento de la tentación: «Sereis así, como el trigo. Y a Pedro le dijo: «yo he rezado por ti para que no falle tu fe».  Este es el secreto de Pedro: la oración de Jesús. Jesús reza por Pedro, para que su fe no falle y pueda – dice Jesús – confirmar a sus hermanos en la fe. Jesús reza por Pedro. Y lo que Jesús hizo con Pedro, lo hace con todos nosotros. Jesús reza por nosotros; Él reza ante el

22
Abr

Papa Francisco: La Casa común no es un depósito de recursos para ser explotados

Vaticano.- Hoy el mundo celebra el 50º Día Mundial de la Tierra. El papa Francisco en su catequesis, dedicada plenamente a esta jornada, recordó que esta celebración es una “oportunidad para renovar nuestro compromiso de amar nuestra Casa Común y de cuidarla, así como a los miembros más débiles de nuestra familia”. Hoy se celebra el 50º Día Mundial de la Tierra. El papa Francisco en su catequesis, dedicada plenamente a esta jornada, recordó que hoy es una “oportunidad para renovar nuestro compromiso de amar nuestra Casa Común y de cuidarla, así como a los miembros más débiles de nuestra familia”. Porque como lo ha dicho continuamente el Papa, en estos días de pandemia, “sólo juntos y asumiendo los más débiles podemos superar los desafíos globales”. Al respecto, Francisco mencionó su Encíclica Laudato «sobre el cuidado de la Casa Común», hoy, dijo,  reflexionaremos juntos sobre esta responsabilidad que caracteriza «nuestro paso por esta tierra» (LS, 160). Todos juntos por la protección de la Casa Común Tras mencionar dos conferencias internacionales importantes, COP15 sobre Biodiversidad en Kunming (China) y COP26 sobre Cambio Climático en Glasgow (Reino Unido), el Pontífice instó a los líderes a ser conscientes de la importancia de trabajar juntos como comunidad internacional para la protección de nuestra casa común. Y alentó a una acción concertada también a nivel nacional y local. De manera que se pueda converger desde todas las condiciones sociales y también crear un movimiento de base desde abajo hacia arriba.Así es como nació el propio Día Mundial de la Tierra, que se celebra hoy. Cada uno de nosotros puede hacer su pequeña contribución, dijo el Santo Padre, y retomó un momento de su encíclica Laudato Sí:  «No debemos pensar que estos esfuerzos no cambiarán el mundo. Tales acciones difunden un bien en la sociedad que siempre da frutos más allá de lo que se puede ver, porque provocan dentro de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces de manera invisible». Alcanzar una relación armoniosa entre la tierra y la humanidad ¿Cómo podemos restaurar una relación armoniosa con la Tierra y el resto de la humanidad? Se preguntó Francisco, necesitamos una nueva forma de ver nuestra Casa común, dijo, no es un depósito de recursos para ser explotados. Para nosotros los creyentes el mundo natural es el «Evangelio de la Creación», que expresa el poder creativo de Dios para dar forma a la vida humana y hacer que el mundo exista junto con lo que contiene para sostener a la humanidad. El relato bíblico de la creación concluye de la siguiente manera: «Dios vio lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno» (Gn 1:31). Según el libro del Génesis, «también llevamos dentro de nosotros el aliento de vida que viene de Dios”, por tanto, recordó el Papa estamos hechos de materia terrestre, y los frutos de la tierra sostienen nuestras vidas. Vivimos en la casa común como una familia humana y en la biodiversidad con las otras criaturas de Dios. “Como imago Dei, estamos llamados a cuidar y respetar a todas las criaturas y a alimentar el amor y la compasión por nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más débiles, en imitación del amor de Dios por nosotros, manifestado en su Hijo Jesús”. El hombre ha fallado en ser custodio de la tierra Pero el hombre por egoísmo ha fallado en su responsabilidad como custodio y administrador de la tierra. La hemos contaminado y saqueado, poniendo en peligro nuestras vidas. Hemos fallado en la protección de la tierra, nuestra casa jardín, dijo el Papa, y en la protección de nuestros hermanos. “Hemos pecado contra la tierra, contra nuestro prójimo y, en última instancia, contra el Creador, el Padre bueno que provee a todos y quiere que vivamos juntos en comunión y prosperidad”, señaló. Por esta razón, se han formado varios movimientos internacionales y locales para despertar las conciencias. El Papa aprecia sinceramente estas iniciativas, y todavía, dijo, será necesario que nuestros hijos salgan a las calles para enseñarnos lo que es obvio, es decir, que no hay futuro para nosotros si destruimos el medio ambiente que nos sostiene. Por último, el Papa recordó que con esta celebración estamos llamados a redescubrir un sentido de respeto sagrado por la Tierra, ya que no sólo es nuestro hogar, sino también el hogar de Dios. “¡De esto surge en nosotros la conciencia de que estamos en tierra sagrada! Queridos hermanos y hermanas, «despertemos el sentido estético y contemplativo que Dios ha puesto en nosotros». (Exhortación ap. postsin. Querida Amazonia, 56). La profecía de la contemplación es algo que aprendemos especialmente de los pueblos originarios, que nos enseñan que no podemos curar la tierra a menos que la amemos y respetemos”. Al mismo tiempo, necesitamos una conversión ecológica que se exprese en acciones concretas. Como una familia única e interdependiente, necesitamos un plan compartido para evitar las amenazas contra nuestra Casa común. «La interdependencia nos obliga a pensar en un mundo, en un proyecto común» (LS, 164). Prensa CEVNota de prensa de Vatican News22 de abril de 2020

22
Abr

Papa Francisco: que Europa logre la unidad fraterna soñada por los padres fundadores

Vaticano.- Este 22 de abril, en la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre pidió por Europa, para que en este tiempo en que se necesita tanta unidad entre las naciones, logre tener esa unidad fraterna. En su homilía, el Pontífice recordó que Dios envió al mundo a Hijo único para salvarlo por amor y además, invitó a caminar en la vía que nos muestra el Cristo resucitado. En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este Miércoles de la Segunda Semana de Pascua, el Papa Francisco elevó su oración por Europa, para que logre la unidad fraterna soñada por los padres fundadores: “En este tiempo en el cual es necesaria tanta unidad entre nosotros, entre las naciones, oremos hoy por Europa, para que Europa logre tener esa unidad, esa unidad fraterna que soñaron los padres fundadores de la Unión Europea”. En su homilía, el Papa Francisco comentando el Evangelio de hoy (Jn 3, 16-21) en el que Jesús dice a Nicodemo que «tanto amó Dios al mundo que envió a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga la vida eterna». Porque Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Y el juicio es este, dice Jesús: «La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. El amor de Dios parece una locura – dijo el Papa – el Padre nos dio el único Hijo que murió en la cruz por nosotros. El crucifijo es el gran libro del amor de Dios por nosotros. Muchos cristianos pasan su tiempo contemplando el crucifijo y allí encuentran todo, porque han comprendido, el Espíritu Santo les ha hecho comprender que ahí está toda la ciencia, todo el amor de Dios, toda la sabiduría cristiana: la luz de Dios. Pero mucha gente – añadió – no puede vivir en la luz, son murciélagos humanos que viven en la noche. Y nosotros también, cuando vivimos en pecado, preferimos vivir en la oscuridad y caminar como ciegos. El Papa nos invitó a hacernos esta pregunta hoy: ¿Soy hijo de Dios, hijo de la luz o hijo de la oscuridad? La homilía del Papa Francisco A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde nuestro canal de Youtube: Este pasaje del Evangelio de Juan, capítulo 3, el diálogo entre Jesús y Nicodemo, es un verdadero tratado de teología: aquí está todo. El kerigma, la catequesis, la reflexión teológica, la parénesis… todo está en este capítulo. Y cada vez que lo leemos, encontramos más riqueza, más explicaciones, más cosas que nos hacen entender la revelación de Dios. Sería bueno leerlo tantas veces, para acercarnos al misterio de la redención. Hoy sólo tomaré dos puntos de todo esto, dos puntos que están en el pasaje de hoy. La primera es la revelación del amor de Dios. Dios nos ama y nos ama – como dice un santo – con locura: el amor de Dios parece una locura. Nos ama: «Tanto amó al mundo que dio a su único Hijo». Dio a su Hijo, envió a su Hijo y lo mandó a morir en la cruz. Cada vez que miramos el crucifijo, encontramos este amor. El crucifijo es precisamente el gran libro del amor de Dios. No es un objeto para poner aquí o allá, más bello, no tan bello, no tan antiguo, más moderno… no. Es precisamente la expresión del amor de Dios. Dios nos amó de esta manera: envió a su Hijo, [que] se anonadó a sí mismo hasta morir en la cruz por amor. Tanto amó al mundo, a Dios, que dio a su Hijo. Cuánta gente, cuántos cristianos pasan su tiempo mirando el crucifijo… y allí encuentran todo, porque han comprendido, el Espíritu Santo les ha hecho comprender que existe toda la ciencia, todo el amor de Dios, toda la sabiduría cristiana. Pablo habla de esto, explicando que todo el razonamiento humano que hace es útil hasta cierto punto, pero el verdadero razonamiento, la más bella forma de pensar, pero también que cuanto más explica todo es la cruz de Cristo, es Cristo crucificado el que es escándalo y locura, pero es el camino. Y ese es el amor de Dios. Dios amaba tanto al mundo que dio a su único Hijo. ¿Y para qué? Para que quien crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. El amor del Padre que quiere a sus hijos con él. Mirar al crucificado en silencio, mirar sus heridas, mirar el corazón de Jesús, mirar el conjunto: Cristo crucificado, el Hijo de Dios, aniquilado, humillado… por amor. Este es el primer punto que hoy nos hace ver este tratado de teología, que es el diálogo de Jesús con Nicodemo. El segundo punto es un punto que también nos ayudará: “La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. Jesús también toma esto de la luz. Hay personas – incluso nosotros, muchas veces – que no podemos vivir en la luz porque están acostumbrados a la oscuridad. La luz los deslumbra, no pueden ver. Son murciélagos humanos: sólo saben moverse en la noche. Y nosotros también, cuando estamos en pecado, estamos en este estado: no toleramos la luz. Es más cómodo para nosotros vivir en la oscuridad; la luz nos abofetea, nos hace ver lo que no queremos ver. Pero lo peor es que los ojos, los ojos del alma de tanto vivir en la oscuridad se acostumbran tanto a ella que terminan ignorando lo que es la luz. Perder el sentido de la luz porque me acostumbro más a la oscuridad. Y tantos escándalos humanos, tantas corrupciones nos señalan esto. Los corruptos no saben

21
Abr

Papa Francisco: que el silencio de este tiempo nos enseñe a escuchar

Vaticano.- Este 21 de abril, en la Misa en Santa Marta, el Santo Padre pidió para que, en este tiempo de pandemia y caracterizado por un nuevo silencio, podamos crecer en nuestra capacidad de escucha. En su homilía, el Pontífice habló de la armonía que reinaba en la primera comunidad cristiana: el Espíritu Santo es capaz de hacer maravillas si somos dóciles y si le dejamos vencer tres tentaciones que dividen a las comunidades: el dinero, la vanidad y las habladurías. En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este Martes de la Segunda Semana de Pascua, el Papa Francisco invitó a valorizar la oportunidad que nos ofrece el silencio de este período de pandemia: “En este tiempo hay tanto silencio. Incluso se puede oír el silencio. Que este silencio, que es un poco nuevo en nuestros hábitos, nos enseñe a escuchar, nos haga crecer en nuestra capacidad de escucha. Oremos por esto”. En su homilía, el Papa Francisco comentó el pasaje de la primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles (4, 32-37), que describe la vida de los miembros de la primera comunidad cristiana que tenían un solo corazón y una sola alma y nadie consideraba lo que les pertenecía como su propiedad, porque entre ellos todo era común y nadie estaba necesitado. El Espíritu Santo – afirmó el Papa – es capaz de hacer estas maravillas. La primera comunidad cristiana es un modelo, un ideal, un signo de lo que el Espíritu Santo puede hacer si somos dóciles. El Espíritu crea armonía. Luego vienen los problemas y las divisiones. Hay tres causas de división: la primera es el dinero. Los pobres son discriminados. El dinero divide a la comunidad, a la Iglesia. Muchas veces detrás de las desviaciones doctrinales hay dinero. La pobreza, en cambio, es la madre de la comunidad. Muchas familias se dividen por una herencia. La segunda cosa que divide es la vanidad, sentirse mejor que los demás y ser visto como los pavos reales. La tercera cosa que divide a la comunidad son las habladurías, que el diablo pone en nosotros como una necesidad de hablar de los demás. El Espíritu viene a salvarnos de estas tentaciones mundanas. Pidamos al Señor la docilidad al Espíritu Santo – es la oración final del Papa – para que nos transforme y transforme nuestras comunidades para que estén en armonía. La homilía del Papa Francisco A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde nuestro canal de Youtube: Nacer de lo alto es nacer con la fuerza del Espíritu Santo. Nosotros no podemos tomar el Espíritu Santo para nosotros, sólo podemos dejar que nos transforme. Y nuestra docilidad abre la puerta al Espíritu Santo: es Él quien hace el cambio, la transformación, este renacer de lo alto. Es la promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es capaz de hacer maravillas, cosas que ni siquiera podemos pensar. Un ejemplo es esta primera comunidad cristiana, que no es una fantasía, esto es lo que nos dicen aquí: es un modelo, donde se puede llegar cuando hay docilidad y dejar que el Espíritu Santo entre y nos transforme. Una comunidad, digamos, «ideal». Es cierto que inmediatamente después de esto comenzarán los problemas, pero el Señor nos muestra hasta dónde podemos llegar si estamos abiertos al Espíritu Santo, si somos dóciles. En esta comunidad hay armonía. El Espíritu Santo es el maestro de la armonía, es capaz de hacerlo y lo ha hecho aquí. Debe hacerlo en nuestros corazones, debe cambiar muchas cosas de nosotros, pero debe hacer armonía: porque Él mismo es la armonía. También la armonía entre el Padre y el Hijo: es el amor de la armonía, Él. Y Él, con armonía, crea estas cosas como esta comunidad armoniosa. Pero entonces, la historia nos dice – el mismo Libro de los Hechos de los Apóstoles – de tantos problemas en la comunidad. Este es un modelo: el Señor ha permitido que este modelo de una comunidad casi «celestial» nos muestre a dónde debemos llegar. Pero entonces comenzaron las divisiones en la comunidad. El Apóstol Santiago dice en el segundo capítulo de su Carta: «Que vuestra fe sea inmune al favoritismo personal» – ¡porque lo hubo! «No discriminar»: los apóstoles deben salir y amonestar. Y Pablo, en la Primera Carta a los Corintios, en el capítulo 11, se queja: «He oído que hay divisiones entre ustedes»: empiezan las divisiones internas en las comunidades. Este «ideal» debe ser alcanzado, pero no es fácil: hay muchas cosas que dividen a una comunidad, ya sea una parroquia cristiana o una comunidad diocesana o presbiteral o de religiosos o religiosas… muchas cosas entran para dividir a la comunidad. Viendo las cosas que han dividido a las primeras comunidades cristianas, yo encuentro tres: primero, el dinero. Cuando el apóstol Santiago dice esto, que no tiene ningún favoritismo personal, da un ejemplo porque «si en su iglesia, en su asamblea, entra un hombre con un anillo de oro, lo ponen inmediatamente adelante, y el pobre queda al margen». El dinero. El mismo Pablo dice lo mismo: «Los ricos traen comida y comen, ellos, y los pobres, de pie», los dejamos allí como para decirles: «Arréglate como puedas». El dinero divide, el amor al dinero divide la comunidad, divide la Iglesia. Muchas veces, en la historia de la Iglesia, donde hay desviaciones doctrinales – no siempre, sin embargo, muchas veces – hay dinero detrás: dinero del poder, tanto el poder político como el dinero en efectivo, pero es dinero. El dinero divide a la comunidad. Por esta razón, la pobreza es la madre de la comunidad, la pobreza es el muro que protege a la comunidad. El dinero divide, el interés propio. Incluso en las familias: ¿cuántas familias terminaron divididas por una herencia? ¿Cuántas familias? Y ya no se hablaban… Cuántas familias… Una

20
Abr

Papa Francisco en Regina Coeli: La misericordia es la única respuesta del cristiano

Vaticano.-La misericordia cristiana fue el centro de la reflexión del Papa Francisco a la hora del Regina Coeli del segundo domingo de Pascua, Fiesta de la Divina Misericordia, instituida hace 20 años por San Juan Pablo II. En la Iglesia del Espíritu Santo en Sassia, transformada en santuario de la misericordia, donde además celebró la Santa Misa, Francisco llamó a las naciones a la afrontar la crisis con solidaridad. “Que la misericordia cristiana también inspire la justa comunión entre las naciones y sus instituciones, para afrontar la presente crisis de manera solidaria”: fue el deseo expresado por el Papa Francisco a la hora del Regina Coeli en el segundo domingo de Pascua, Fiesta de la Divina Misericordia, desde la Iglesia del Espíritu Santo en Sassia, donde por la mañana también celebró la Santa Misa. “En este segundo domingo de Pascua, ha sido significativo celebrar la Eucaristía aquí, en la Iglesia del Espíritu Santo en Sassia, que San Juan Pablo II quiso como Santuario de la Divina Misericordia” afirmó el Santo Padre iniciando su reflexión. Com-pasión hacia quien es más vulnerable El Papa indica a continuación cual debe ser la actitud del cristiano en los momentos de dificultad, como el que está atravesando actualmente la humanidad entera en medio de la emergencia sanitaria provocada por la pandemia, y dice: “La respuesta de los cristianos en las tempestades de la vida y de la historia sólo puede ser la misericordia: el amor compasivo entre nosotros y hacia todos, especialmente hacia quien sufre, lucha más, está más abandonado… no pietismo, no asistencialismo, sino la com-pasión, que viene del corazón.” La misericordia viene de Cristo “La misericordia divina viene del corazón de Cristo, de Cristo Resucitado”, afirma el Obispo de Roma y precisa que esta misericordia “brota de la herida siempre abierta de su pecho, abierta por nosotros, que siempre tenemos necesidad de perdón y de consuelo”. La esperanza de ser resucitados con Cristo Francisco no olvida “a los hermanos y hermanas de las Iglesias Orientales que hoy celebran la Fiesta de la Pascua” y retomando palabras del Evangelio de Lucas los invita a proclamar juntos: «¡Es verdad, el Señor ha resucitado!». Y añade: “Especialmente en este tiempo de prueba, ¡sintamos qué gran don es la esperanza que nace del ser resucitados con Cristo!” Concluyendo, el Pontífice comparte su alegría con “las comunidades católicas orientales que, por razones ecuménicas, celebran la Pascua junto con las ortodoxas”, expresando el deseo de que esta fraternidad sea de consuelo allí donde los cristianos son una pequeña minoría. Finalmente, la invitación a rezar con alegría pascual a la Virgen María, “Madre de la Misericordia”. Prensa CEVNota de prensa de Vatican News20 de abril de 2020

20
Abr

Papa Francisco: Que los políticos busquen el bien del pueblo y no de su propio partido

Este 20 de abril, en la Misa en Santa Marta, el Santo Padre pidió para que los políticos de los distintos países, en esta época de pandemia, lleven a cabo su vocación, que es una alta forma de caridad. En su homilía, recordó que el cristiano no sólo debe cumplir los mandamientos, sino que debe dejarse conducir con docilidad por el Espíritu, que nos guía donde no sabemos: esto es renacer de lo alto, es entrar en la libertad del Espíritu. Vaticano.- En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este Lunes de la Segunda Semana de Pascua, el Papa Francisco pidió por todos aquellas personas que se dedican a la política: “Oremos hoy por los hombres y mujeres que tienen vocación política: la política es una alta forma de caridad. Por los partidos políticos de los distintos países, para que en este momento de pandemia busquen juntos el bien del país y no el bien de su propio partido”. En su homilía, el Papa Francisco comentó el Evangelio de hoy (Jn 3, 1-8) en el que Jesús le dice a Nicodemo, un fariseo, que había ido donde Él por la noche, que si uno no nace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios. No todos los fariseos eran malos, dice el Papa, y Nicodemo era un fariseo justo que sentía una inquietud y buscaba al Señor. Nicodemo no sabe cómo dar este salto: nacer del Espíritu, porque el Espíritu es impredecible. Quien se deja guiar por el Espíritu es una persona dócil y libre. El cristiano no sólo debe cumplir los mandamientos, sino que debe dejarse guiar por el Espíritu, donde el Espíritu quiere: debe dejar que el Espíritu que nos guía donde no sabemos. El cristiano nunca debe detenerse en el cumplimiento de los mandamientos, sino que debe ir más allá, entrando en la libertad del Espíritu. El Papa también comentó el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 4, 23-31) en el que, tras la liberación de Pedro y Juan, los discípulos de Jesús elevan juntos una oración a Dios para poder proclamar su palabra con toda franqueza ante las dificultades y amenazas: este valor – afirmó el Pontífice – es el fruto del Espíritu. Se renace de lo alto con la oración. A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde nuestro canal de Youtube: Este hombre, Nicodemo, es un jefe de los judíos, un hombre justo; sintió la necesidad de ir a Jesús. Fue por la noche, porque tenía que hacer un poco de equilibrio, porque los que iban a hablar con Jesús no eran bien vistos. Es un fariseo justo, porque no todos los fariseos son malos: no, no; también hubo fariseos justos. Este es un fariseo justo. Sentía inquietud, porque es un hombre que había leído los profetas y sabía que lo que Jesús estaba haciendo había sido anunciado por los profetas. Sintió la inquietud y fue a hablar con Jesús. «Maestro, sabemos que viniste de Dios como Maestro»: es una confesión, hasta cierto punto. «Nadie, de hecho, puede llevar a cabo estos signos que Tú llevas a cabo si Dios no está con Él». Se detiene antes del «por lo tanto». Si digo esto… entonces… Y Jesús respondió. Respondió misteriosamente, ya que él, Nicodemo, no lo esperaba. Respondió con esa figura del nacimiento: si uno no nace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios. Y él, Nicodemo, siente confusión, no entiende y toma ‘ad litteram’ esa respuesta de Jesús: pero ¿cómo puede uno nacer si es un adulto, una persona mayor? Nacer de lo alto, nacer del Espíritu. Es el salto que debe dar la confesión de Nicodemo y no sabe cómo hacerlo. Porque el Espíritu es impredecible. La definición del Espíritu que Jesús da aquí es interesante: «El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene o a dónde va: así es todo el que nace del Espíritu», es decir, libre. Una persona que se deja llevar de una parta y de otra parte por el Espíritu Santo: esta es la libertad del Espíritu. Y quienquiera que haga esto es una persona dócil, y aquí estamos hablando de la docilidad al Espíritu. Ser cristiano no es sólo cumplir los mandamientos: hay que cumplirlos, eso es cierto; pero si te detienes ahí, no eres un buen cristiano. Ser un buen cristiano es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve donde quiera. En nuestra vida cristiana muchas veces nos detenemos como Nicodemo, ante el «por lo tanto», no sabemos qué paso dar, no sabemos cómo hacerlo o no tenemos la confianza en Dios para dar este paso y dejar entrar al Espíritu. Nacer de nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me guíe y no yo, y aquí, libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás. Los apóstoles, que estaban en el Cenáculo, cuando vino el Espíritu salieron a predicar con ese valor, esa franqueza… no sabían que esto iba a suceder; y lo hicieron, porque el Espíritu los estaba guiando. El cristiano no debe nunca detenerse sólo en el cumplimiento de los Mandamientos: hay que hacer, pero ir más lejos, hacia este nuevo nacimiento que es el nacimiento en el Espíritu, que le da la libertad del Espíritu. Esto es lo que le pasó a esta comunidad cristiana de la primera Lectura, después de que Juan y Pedro volvieran de ese interrogatorio que tuvieron con los sacerdotes. Fueron a ver a sus hermanos en esta comunidad y reportaron lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y la comunidad, cuando escucharon esto, todos juntos, se asustaron un poco. ¿Y qué hicieron? Rezaron. No se detuvieron en las medidas de precaución, «no,

17
Abr

Papa Francisco reza por las mujeres embarazadas y advierte contra el riesgo de una fe «virtual»

Vaticano.- Este 17 de abril, en la Misa en Santa Marta, el Santo Padre pidió por las mujeres embarazadas en este tiempo de incertidumbre. En su homilía el Papa habla del riesgo de una fe gnóstica, sin comunidad y sin contacto humano real, vivida sólo a través de transmisiones en directo que «viralizan» los sacramentos. En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este Viernes de la Octava de Pascua, el Papa Francisco pidió por las mujeres embarazadas: “Quisiera que hoy rezáramos por las mujeres que están embarazadas, mujeres embarazadas que se convertirán en madres y están inquietas, preocupadas. Una pregunta: ‘¿En qué mundo vivirá mi hijo?’. Recemos por ellas, para que el Señor les dé el coraje de seguir adelante con estos hijos con la confianza de que ciertamente será un mundo diferente, pero siempre será un mundo que el Señor amará tanto”. En su homilía, el Papa comentó el Evangelio de hoy (Jn 21 1-14) en el que Jesús resucitado se aparece a los discípulos en la orilla después de una pesca infructuosa en el Mar de Tiberíades. Invitados por el Señor a tirar las redes de nuevo, llenaron las redes con peces. Es una escena – dijo Francisco – que tiene lugar de forma natural, porque los discípulos se habían familiarizado con Jesús. Nosotros los cristianos, explicó, debemos crecer en esta familiaridad, que es personal pero comunitaria. Una familiaridad sin comunidad, sin Iglesia, sin los Sacramentos, es peligrosa, puede convertirse en una familiaridad gnóstica, separada del pueblo de Dios. “En esta pandemia – observó – nos comunicamos a través de los medios de comunicación, pero no estamos juntos, como es el caso de esta Misa”. Es una situación difícil en la que los fieles no pueden participar en las celebraciones y sólo pueden hacer la comunión espiritual. Tenemos que salir de este túnel para volver a estar juntos porque esto no es la Iglesia, sino una Iglesia que corre el riesgo de ser «viralizada». Que el Señor – es la oración del Papa – nos enseñe esta familiaridad concreta, esta intimidad con Él, pero en la Iglesia, con los Sacramentos y con el santo pueblo fiel de Dios. A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde nuestro canal de Youtube: Los discípulos eran pescadores: Jesús los había llamado justamente en su trabajo. Andrés y Pedro trabajaban con las redes. Dejaron las redes y siguieron a Jesús. Juan y Santiago, lo mismo: dejaron a su padre y a los muchachos que trabajaban con ellos y siguieron a Jesús. La llamada fue en su trabajo como pescadores. Y este pasaje del Evangelio de hoy, este milagro, esta pesca milagrosa, nos hace pensar en otra pesca milagrosa, la que cuenta Lucas en el capítulo cinco: lo mismo ocurrió allí también. Tuvieron una pesca, cuando pensaban que no tenían ninguna. Después del sermón, Jesús dijo: “Vayan al mar – ¡Pero trabajamos toda la noche y no pescamos nada! – Vayan. Confiando en tu palabra, dijo Pedro, echaré las redes. Había tanto – dice el Evangelio – que fueron tomados por el asombro, por ese milagro”. Hoy, en esta otra pesca no se habla de asombro. Se puede ver una cierta naturalidad, se puede ver que ha habido progreso, un camino que ha ido creciendo en el conocimiento del Señor, en la intimidad con el Señor; diré la palabra correcta: en la familiaridad con el Señor. Cuando Juan vio esto, le dijo a Pedro: «¡Pero si es el Señor!», y Pedro se ciñó la túnica, se tiró al agua para ir al Señor. La primera vez se arrodilló ante él: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador. Esta vez no dice nada, es más natural. Nadie preguntó: «¿Quién eres?» Sabían que era el Señor, era natural, el encuentro con el Señor. La familiaridad de los apóstoles con el Señor había crecido. Nosotros los cristianos, también, en nuestro camino de vida estamos en este estado de caminar, de progresar en la familiaridad con el Señor. El Señor, podría decir, está un poco «a la mano», pero «a la mano» porque camina con nosotros, sabemos que es Él. Nadie le preguntó, aquí, «¿quién eres?»: sabían que era el Señor. La familiaridad diaria con el Señor es la del cristiano. Y seguramente, desayunaron juntos, con pescado y pan, ciertamente hablaron de muchas cosas de forma natural. Esta familiaridad con el Señor, de los cristianos, es siempre comunitaria. Sí, es íntimo, es personal pero en comunidad. Una familiaridad sin comunidad, una familiaridad sin pan, una familiaridad sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos es peligrosa. Puede convertirse en una familiaridad, digamos, gnóstica, una familiaridad sólo para mí, separada del pueblo de Dios. La familiaridad de los apóstoles con el Señor fue siempre comunitaria, siempre en la mesa, un signo de la comunidad. Siempre era con el Sacramento, con el pan. Digo esto porque alguien me hizo reflexionar sobre el peligro que este momento que estamos viviendo, esta pandemia que nos ha hecho a todos comunicarnos religiosamente a través de los medios, a través de los medios de comunicación, incluso esta Misa, estamos todos comunicados, pero no juntos, espiritualmente juntos. La gente es pequeña. Hay un gran pueblo: estamos juntos, pero no juntos. También está el Sacramento: hoy lo tienen, la Eucaristía, pero la gente que está conectada con nosotros, sólo la Comunión espiritual. Y esto no es la Iglesia: es la Iglesia en una situación difícil, que el Señor permite, pero el ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los Sacramentos. Siempre. Antes de Pascua, cuando salió la noticia de que celebraría la Pascua en San Pedro vacía, un Obispo me escribió – un buen Obispo: bueno – y me regañó. «Pero cómo es que San Pedro es tan grande, ¿por qué no pone 30 personas por lo menos, para

17
Abr

Papa Francisco propone un “plan para resucitar” ante la emergencia sanitaria

Vaticano.- En su edición de este 17 de abril de 2020, la revista española Vida Nueva ofrece una meditación de puño y letra del Santo Padre, un aliento de esperanza que nace de la alegría pascual y que anima la vida en tiempos de COVID-19. Presentamos a continuación el texto íntegro de la meditación escrita por el Santo Padre Francisco, publicada por la Revista Vida Nueva en su edición de hoy. Un plan para resucitar:Francisco “De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera. Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza. Es la pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a sus mesas, es la pesantez del personal sanitario y servidores públicos al sentirse exhaustos y desbordados… esa pesantez que parece tener la última palabra. Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18, 25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las primeras discípulas, que, en medio de la oscuridad y el desconsuelo, cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar. Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y preocupaciones, donde las discípulas fueron sorprendidas por un anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los discípulos que permanecían escondidos para contarles: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo” (1) . Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija

16
Abr

Papa Francisco reza por los farmacéuticos: “gracias por su ayuda a los enfermos”

Vaticano.- En la Misa en Santa Marta, Francisco agradece a los farmacéuticos que trabajan en este momento caracterizado por la pandemia para ayudar a las personas enfermas. En su homilía, ha afirmado que la gran fuerza que tenemos para predicar el Evangelio es la alegría del Señor, alegría que es fruto del Espíritu Santo. Francisco preside la Misa en la Casa Santa Marta en el jueves de la Octava de Pascua. En la introducción, el Pontífice ha recordado a los farmacéuticos: «En estos días me han regañado porque olvidé agradecer a un grupo de personas que también trabajan… Le agradecí a los médicos, enfermeras, los voluntarios … «Pero usted se olvidó de los farmacéuticos»: ellos también trabajan duro para ayudar a los enfermos a salir de la enfermedad. También rezamos por ellos. En su homilía, Francisco ha comentado el Evangelio de hoy (Lc 24, 35-48) en el que Jesús resucitado se aparece a los discípulos, conmocionado y lleno de miedo porque creyeron haber visto un fantasma, y abre sus mentes para comprender las Escrituras. Y de la alegría no podían creer. Estar lleno de alegría – subraya el Papa – es la más alta experiencia de consuelo. Es la plenitud de la presencia del Señor, es el fruto del Espíritu Santo, es una gracia. Cita la exhortación apostólica de Pablo VI «Evangelii nuntiandi» que habla de evangelizadores alegres. La gran fortaleza que tenemos para predicar el Evangelio y avanzar como testigos de la vida es la alegría del Señor, que es fruto del Espíritu Santo. A continuación se muestra el texto de la homilía: En estos días, en Jerusalén, la gente tenía muchos sentimientos: miedo, asombro, duda. «En aquellos días, mientras el lisiado sanado mantenía a Pedro y Juan, todo el pueblo, fuera de sí con asombro …»: hay un ambiente no pacífico porque sucedieron cosas que no se entendieron. El Señor fue a sus discípulos. Ellos también sabían que ya había resucitado, también Pedro lo sabía porque había hablado con él esa mañana. Estos dos que habían regresado de Emaús lo sabían, pero cuando apareció el Señor se asustaron. «Sorprendidos y llenos de miedo, creyeron haber visto un fantasma»; tuvieron la misma experiencia en el lago cuando Jesús vino caminando sobre el agua. Pero en ese momento Pedro, haciéndose valiente, apostando por el Señor, dijo: «Pero si eres tú, déjame caminar sobre el agua». Este día Pedro estaba en silencio, había hablado con el Señor esa mañana, y nadie sabe lo que se dijeron en ese diálogo y por eso estaba en silencio. Pero estaban tan llenos de miedo, molestos, que creyeron haber visto un fantasma. Y él dice: “Pero no, ¿por qué estás turbados? ¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad las manos, los pies … «, les muestra las llagas. Ese tesoro de Jesús que lo llevó al cielo para mostrárselo al Padre e interceder por nosotros. “Tocadme y mirad; un fantasma no tiene carne ni huesos». Y luego viene una frase que me da mucho consuelo y por esto, este pasaje del Evangelio es uno de mis favoritos: «Pero después de que por la alegría no creyeron …», aún y estaban llenos de asombro, la alegría les impidió creer. Era tanta la alegría que “no, esto no puede ser cierto. Esta alegría no es real, es demasiada alegría». Y esto les impidió creer. La alegría. Los momentos de gran alegría. Estaban desbordados de alegría pero paralizados por la alegría. Y la alegría es uno de los deseos que Pablo le da a su pueblo en Roma: «Que el Dios de la esperanza te llene de alegría», dice. Llenar de alegría, llenar de alegría. Es la experiencia del consuelo más grande, cuando el Señor nos hace comprender que esto es otra cosa de ser alegre, positivo, brillante … No, es otra cosa. Estar alegre pero lleno de alegría, una alegría desbordante que nos toca realmente. Y por esto, Pablo le desea que «el Dios de la esperanza llene de alegría», a los romanos. Y esa palabra, esa expresión, llena de alegría se repite, muchas, muchas veces. Por ejemplo, cuando sucede en la prisión y Pedro salva la vida del carcelero que estaba a punto de suicidarse porque las puertas se abrieron con el terremoto y luego anuncia el Evangelio, lo bautiza, y el carcelero, dice la Biblia, estaba «lleno de alegría por haber creído. Lo mismo sucede con el ministro de economía de Candàce, cuando Filippo lo bautizó, desapareció, siguió su camino «lleno de alegría». Lo mismo sucedió en el Día de la Ascensión: los discípulos regresaron a Jerusalén, dice la Biblia, «llenos de alegría». Es la plenitud del consuelo, la plenitud de la presencia del Señor. Porque, como Pablo les dice a los gálatas, «la alegría es el fruto del Espíritu Santo», no es la consecuencia de las emociones que estallan por algo maravilloso … No es más. Este gozo, este que nos llena es el fruto del Espíritu Santo. Sin el Espíritu uno no puede tener esta alegría. Recibir la alegría del Espíritu es una gracia. Recuerdo los últimos números, los últimos párrafos de la Exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI, cuando habla de cristianos alegres, evangelizadores alegres, y no de aquellos que siempre viven decaídos. Hoy es un hermoso día para leerlo. Lleno de alegría. Esto es lo que la Biblia nos dice: «Pero después de que por la alegría no creyeron …», fue tanto que no creyeron. Hay un pasaje del libro de Nehemías que nos ayudará hoy en esta reflexión sobre la alegría. La gente que regresó a Jerusalén encontró el libro de la ley, se descubrió nuevamente, porque sabían la ley de memoria, el libro de la ley no lo encontraron – una gran celebración y todo el pueblo se reunió para escuchar al sacerdote Esdras que leía el libro de la ley. La gente conmovida lloró, lloró de alegría porque habían encontrado el libro de la ley y lloró, era alegre, el llanto … Al final, cuando el