Vaticano.- Un primero de mayo diferente, encerrados en casa para evitar que se propague la pandemia del Covid19. Este día, la Iglesia celebra a San José Obrero. El 1 de mayo en muchos países se celebra el Día Internacional de los Trabajadores. La voz de los Papas sobre la dignidad del trabajo Este día, la Iglesia celebra a San José Obrero. El miércoles pasado, el Papa Francisco en la audiencia general, al saludar a los fieles en lengua francesa, recordó esta festividad, y pidió especialmente por las personas afectadas por la desocupación a causa de la pandemia del coronavirus. “Por su intercesión – invocó el Pontífice – encomiendo a la misericordia de Dios a las personas afectadas por el desempleo a causa de la actual pandemia. ¡Que el Señor sea la Providencia de todos los necesitados y nos anime a ayudarlos!”. La pandemia ha empeorado una crisis económica existente En la misa del 23 de abril, que el Papa Francisco presidió en Casa Santa Marta, dirigió su pensamiento a las familias en dificultades en esta época de pandemia: “En muchas partes se siente uno de los efectos de esta pandemia: muchas familias necesitadas, hambrientas y lamentablemente el grupo de usureros que les «está ayudando». Esta es otra pandemia. La pandemia social: familias de personas que tienen un trabajo diario o, por desgracia, un trabajo no declarado que no pueden trabajar y no tienen comida… con hijos. Y luego los usureros les llevan lo poco que tienen. Oremos. Recemos por estas familias, por los muchos hijos de estas familias, por la dignidad de estas familias, y recemos también por los usureros: que el Señor toque sus corazones y los convierta”. Es tiempo de eliminar desigualdades Una particularidad de este primero de mayo de 2020 es que millones de personas han perdido su trabajo en todo el mundo. Esta realidad es más dura con las personas que viven y subsisten con el llamado trabajo informal, el trabajo diario porque están sufriendo hambre. Una situación que toca en todas partes, pero se experimenta con más dramatismo en África, Asia y América Latina. Así nos lo recordó Francisco en su misa en Santa Marta el 28 de marzo: “En estos días, en algunas partes del mundo, se han evidenciado – algunas consecuencias – de la pandemia; una de ellas es el hambre. Se comienza a ver gente que tiene hambre, porque no pueden trabajar, porque no tienen un trabajo fijo y por muchas circunstancias. Un anuncio de ese “después” de la pandemia», dijo el Papa, que ya comienza a verse. «Es el momento, ha dicho continuamente, que los gobiernos tomen decisiones pensando en los últimos». El día en que en el mundo se celebraba la Divina Misericordia, el segundo domingo de Pascua, el Pontífice desde la Iglesia de Santo Espíritu en Sassia, recordó que la “misericordia no abandona a quien se queda atrás”. Sin embargo, en el mundo, afirmó, se está insinuando este peligro, de pensar en una “lenta y ardua recuperación de la pandemia”, pero olvidando al que se quedó atrás. Con el riesgo que nos azote otro virus, que es el del egoísmo indiferente, el que hace que pensemos que la vida mejorará si nos va bien a cada uno de nosotros, descartando a “los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos”. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad, señaló en la celebración de la Divina Misericordia el Papa, y pidió que aprendamos de esa primera comunidad cristiana descrita en el libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 2, 42-47, donde los “creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno», esto dijo el Papa es cristianismo no ideología. En esa comunidad, después de la resurrección de Jesús, sólo uno se había quedado atrás y los otros lo esperaron. Algo que, en cambio, no sucede en la actualidad, más bien al contrario, dijo Francisco, “una pequeña parte de la humanidad avanzó, mientras la mayoría se quedó atrás. Donde cada uno de nosotros podríamos decir que no es nuestro problema ocuparnos de los necesitados, es un problema complejo que le toca a otros. “Aprovechemos esta prueba como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”. Papa Francisco a los trabajadores En la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre pidió por todos los trabajadores para que sean justamente remunerados, para que puedan tener un trabajo digno y gozar de la belleza del descanso. En su homilía, el Pontífice recordó que el hombre con su trabajo continúa la obra creadora de Dios, y subrayó que también hoy, la dignidad de muchas personas es pisoteada e invitó a luchar por la justicia en el mundo del trabajo. Francisco, cuando se encontró con la Confederación Italiana del Sindicato de los Trabajadores (CISL), el 28 de junio del 2017, recordó que “el trabajo es la forma más común de cooperación que la humanidad haya producido en su historia”. Recuperando el valor de la organización de trabajadores, les dijo que el sindicato es “una expresión del perfil profético de una sociedad. El sindicato nace y renace cada vez que, como los profetas bíblicos, da voz a los que no la tienen, denuncia al pobre “vendido por un par de sandalias” (Amós 2, 6), descubre a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables, defiende la causa del extranjero, de los últimos, de los “descartados”. Pero en nuestras sociedades capitalistas avanzadas, afirmó, el sindicato corre el peligro de perder esta naturaleza profética y de volverse demasiado parecido a las instituciones y a los poderes que, en cambio, debería criticar. El sindicato, con el pasar del tiempo, ha acabado por parecerse demasiado a la política o, mejor dicho, a los partidos políticos, a su lenguaje, a su estilo»,
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