El Magisterio y la amenaza atómica: los llamamientos a la conciencia del mundo
Vaticano.- Entra en vigor este 22 de enero el Tratado para la prohibición de las armas nucleares. Las palabras del Papa Francisco en Hiroshima, que definió la posesión de estas armas como «inmoral», son el último acto de un largo magisterio que ha atravesado el siglo XX hasta hoy. Hay dos fechas que, junto con otras, siguen siendo una advertencia indeleble para la humanidad. El 6 y el 9 de agosto de 1945 se lanzaron dos bombas atómicas en Japón. Pocos momentos después de esas explosiones, las ciudades de Hiroshima y Nagasaki fueron invadidas por espantosas nubes tóxicas y devastadas por cúmulos de víctimas y escombros. Esas desgarradoras escenas son y siguen siendo el trágico telón de fondo de los sentidos llamamientos lanzados por los Pontífices en las últimas décadas. Palabras y oraciones que conducen a un único y esperado horizonte: el del desarme nuclear. Francisco ha renovado esta exhortación, sumando su propia voz a la de sus predecesores. Tras el Viaje Apostólico a Japón en noviembre de 2019, en el vuelo de Tokio a Roma, el Papa reiteró que «el uso de armas nucleares es inmoral.» «Por eso – había añadido – debe ir en el Catecismo de la Iglesia Católica, y no sólo el uso, también la posesión, porque un accidente o la locura de algún gobernante, la locura de uno puede destruir la humanidad». El Papa Francisco también hizo su llamamiento al desarme mundial en su Audiencia general del 20 de enero de 2021. Refiriéndose al Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares, explicó que es el «primer instrumento internacional jurídicamente vinculante que prohíbe explícitamente estos dispositivos». Pío XII: quedará sólo el llanto de la humanidad Quien vivió en el período marcado por la catástrofe nuclear fue Pío XII. De hecho, hay una época trágicamente sacudida por la deflagración de la bomba atómica en la historia: la Segunda Guerra Mundial muestra, antes de su epílogo, el dramático poder que puede alcanzar la energía nuclear en el ámbito militar. La bomba atómica, subrayó el Papa Pío XII el 8 de febrero de 1948, es «el arma más terrible que la mente humana ha ideado hasta ahora». El 24 de diciembre de 1955, en su radiomensaje de Navidad para todo el mundo, el Papa Pacelli describió los «procesos de desintegración nuclear» de la siguiente manera: «Esta energía se transmite a la atmósfera, y en pocas milésimas de segundo eleva la temperatura de las masas de aire circundantes en cientos de grados, produciendo un violento desplazamiento, que se propaga con la velocidad del sonido. «Hay en la superficie de la tierra, en la extensión de muchos kilómetros cuadrados, procesos de violencia inimaginable, con la volatilización de materiales y la destrucción total debido a la radiación directa, la temperatura y la acción mecánica, mientras que una enorme cantidad de materiales radiactivos de diferente vida media completan y continúan la ruina por su actividad». “He aquí, pues, el espectáculo que se ofrecería al ojo horrorizado como resultado de tal uso: ciudades enteras, incluso entre las más grandes y ricas en historia y arte, aniquiladas; un manto negro de muerte sobre la materia pulverizada, cubriendo a innumerables víctimas con sus miembros quemados, retorcidos, dispersos, mientras otras gimen en la angustia de la agonía. Mientras tanto, el espectro de la nube radiactiva impide cualquier ayuda misericordiosa a los supervivientes, y avanza inexorablemente para suprimir las vidas supervivientes. No habrá grito de victoria, sino sólo el llanto inconsolable de la humanidad, que contemplará desolada la catástrofe debida a su propia locura” Juan XXIII y el mundo cerca del abismo El 25 de octubre de 1962, pocos días después de la apertura del Concilio Vaticano II, el mundo estaba al borde de la Tercera Guerra Mundial. Moscú y Washington parecían estar a un paso de utilizar la bomba atómica. El Papa Juan XXIII hace un llamamiento para evitar el peligro de guerra tras la crisis de los misiles en Cuba. “Nubes amenazantes – afirma el Pontífice desde los micrófonos de Radio Vaticano – vuelven a oscurecer el horizonte internacional y a sembrar el miedo en millones de familias”. “La Iglesia —lo decíamos hace poco, al recibir a las ochenta y seis misiones extraordinarias que presenciaron la apertura del Concilio—, la Iglesia nada ama tanto como la paz y la fraternidad entre los hombres y, por ello, trabaja incansablemente en su consecución. A tal propósito, recordábamos los graves deberes de quienes ostentan la responsabilidad del poder. Y añadimos: «Que ellos, con la mano en el pecho, escuchen el grito angustioso que, desde todos los puntos de la Tierra, niños inocentes y ancianos, individuos y comunidades, elevan al Cielo: ¡Paz, paz! Nos renovamos hoy esta solemne apelación. Nos suplicamos a lodos los gobernantes que no permanezcan sordos a este grito de la Humanidad. Que hagan cuanto esté de su parte para salvar la paz; así evitarán al mundo los horrores de la guerra, cuyas terribles consecuencias nadie puede prever” La crisis de los misiles de Cuba fue superada, pero la amenaza nuclear sigue siendo un lastre que enturbia el presente y el futuro de la humanidad. En su Carta Encíclica «Pacem in Terris» de 1963, el Papa Roncalli nos recuerda que «los seres humanos viven bajo la pesadilla de un huracán que puede estallar en cualquier momento con una barrera inimaginable». La mera continuación de los experimentos nucleares con fines bélicos podría tener «consecuencias fatales para la vida en la Tierra». «De ahí que la justicia, la sabiduría y la humanidad exijan que se detenga la carrera armamentística, que se reduzcan simultánea y recíprocamente los armamentos existentes, que se prohíban las armas nucleares y que se logre finalmente un desarme integrado con controles eficaces.» Pablo VI: la nuclear es la amenaza más temible «No se puede amar con armas ofensivas en el puño. Las armas, sobre todo las terribles que la ciencia moderna nos ha dado, antes incluso de producir víctimas y ruina, generan malos sueños, alimentan malos sentimientos, crean pesadillas, desconfianza y tristes intenciones, exigen enormes gastos, frenan proyectos de solidaridad y
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