Carta del Papa en el XVI centenario de la muerte de San Jerónimo
Vaticano.- La Carta Apostólica Scripturae Sacrae Affectus del Papa Francisco, publicada el mismo día en que la Iglesia recuerda al gran Padre de la Iglesia, está dedicada al amor por la Sagrada Escritura de San Jerónimo. El Pontífice invita a todos a retomar el legado de aquel a quien se le debe la traducción de la Biblia al latín, y dirige un llamamiento a los jóvenes: salir en busca de lo que Jerónimo nos dejó «Su figura sigue siendo de gran actualidad para nosotros, cristianos del siglo XXI», por eso, mil seiscientos años después de su muerte, el Papa Francisco quiso dedicar a San Jerónimo, uno de los más grandes Padres de la Iglesia Occidental, la Carta Apostólica Scripturae Sacrae Affectus. Precisamente el afecto, el amor a la Sagrada Escritura es el legado que Jerónimo «ha dejado a la Iglesia a través de su vida y sus obras». “Incansable estudioso, traductor, exegeta, profundo conocedor y apasionado divulgador de la Sagrada Escritura», “fino intérprete de los textos bíblicos”, “ardiente y en ocasiones impetuoso defensor de la verdad cristiana”, “ascético y eremita intransigente”, así como experto guía espiritual: este fue Jerónimo. La vida de Jerónimo En su carta, Francisco recorre su vida, recordando su sólida educación cristiana y su dedicación a los estudios, sus viajes, sus amistades y sus experiencias. Entre ellas se encuentra el desierto, que «con la consiguiente vida eremítica, en su significado más profundo: como lugar de las elecciones existenciales fundamentales, de intimidad y encuentro con Dios, donde a través de la contemplación, las pruebas interiores y el combate espiritual llegó al conocimiento de la fragilidad, con una mayor conciencia de los límites propios y ajenos, reconociendo la importancia de las lágrimas». Y es en el desierto donde el joven de Stridone » experimentó concretamente la presencia de Dios, la necesaria relación del ser humano con Él, su consolación misericordiosa». Jerónimo, amigo de Rufino de la juventud de Aquilea, conoció a Gregorio Nacianceno, Dídimo el Ciego, Epifanio de Salamina, que conoció a Ambrosio y mantuvo una estrecha correspondencia con Agustín, consagró » dedicando su existencia a hacer que las palabras divinas, a través de su infatigable trabajo de traductor y comentarista». Habiendo decidido consagrar toda su vida a Dios, fue ordenado sacerdote en Antioquía alrededor del año 379, luego se trasladó a Constantinopla y se dedicó a la traducción al latín de importantes obras del griego y continuó estudiando con pasión. “Una bendita inquietud lo guiaba y lo volvía incansable y apasionado en la búsqueda” escribe el Papa Francisco citando las mismas palabras de Jerónimo: «Cuántas veces me desanimé, cuántas desistí para empezar de nuevo en mi empeño de aprender». El vínculo con Roma Y cómo no recordar su regreso a Roma, después de sus estudios de juventud, cuando en el año 382 se convirtió en un estrecho colaborador del Papa Dámaso, y los cenáculos para la lectura de la Sagrada Escritura organizados » gracias al apoyo de mujeres aristocráticas romanas, deseosas de elecciones evangélicas radicales, como Marcela, Paula y su hija Eustoquio». Fue en esos años que Jerónimo «comenzó una revisión de las anteriores traducciones latinas de los Evangelios, y quizá también de otras partes del Nuevo Testamento». » Para Jerónimo, la Iglesia de Roma era el terreno fértil donde la semilla de Cristo da fruto abundante», observó el Papa. En una época convulsa, en la que la túnica inconformista de la Iglesia está a menudo desgarrada por las divisiones entre los cristianos, Jerónimo mira a la Cátedra de Pedro como un punto de referencia seguro: «Yo, que no sigo más primacía que la de Cristo, me uno por la comunión a tu beatitud, es decir, a la cátedra de Pedro. Sé que la Iglesia está edificada sobre esa roca». Cuando Dámaso murió, Jerónimo dejó la ciudad, emprendió nuevos viajes y otros estudios y finalmente eligió vivir en Belén, cerca de la Gruta de la Natividad, donde fundó dos monasterios, uno masculino y otro femenino, con albergues para acoger a los peregrinos, «manifestando así su generosidad para alojar a cuantos llegaban a aquella tierra para ver y tocar los lugares de la historia de la salvación, uniendo de este modo la búsqueda cultural a la espiritual». Precisamente en Belén, donde murió en el año 420, Jerónimo vivió «el periodo más fecundo e intenso de su vida, completamente dedicado al estudio de la Escritura, comprometido en la monumental obra de traducción de todo el Antiguo Testamento a partir del original hebreo. Al mismo tiempo, comentaba los libros proféticos, los salmos, las obras paulinas, escribía subsidios para el estudio de la Biblia». Una obra preciosa que todavía se puede apreciar en sus obras, » fruto del diálogo y la colaboración, desde la copia y el análisis de los manuscritos hasta su reflexión y discusión», dijo de hecho: “Nunca he confiado en mis propias fuerzas ni he tenido como maestra mi propia opinión, sino que he solido preguntar incluso sobre aquellas cosas que yo creía saber». Y consciente de sus propias limitaciones, pidió “auxilio continuamente en la oración de intercesión, para que la traducción de los textos sagrados estuviera hecha ‘con el mismo espíritu con que fueron escritos los libros’”. Los Estudios El Papa Francisco señala en su Carta Apostólica que «el estudio de Jerónimo se reveló como un esfuerzo realizado en la comunidad y al servicio de la comunidad, modelo de sinodalidad también para nosotros, para nuestro tiempo y para las diversas instituciones culturales de la Iglesia, con vistas a que sean siempre «lugar donde el saber se vuelve servicio, porque sin el saber nacido de la colaboración y que se traduce en la cooperación no hay desarrollo humano genuino e integral». “El fundamento de esa comunión es la Escritura -señala el Pontífice-, que no podemos leer por nuestra cuenta: ‘La Biblia ha sido escrita por el Pueblo de Dios y para el Pueblo de Dios, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Sólo en esta comunión con el Pueblo de Dios podemos entrar realmente, con el “nosotros”, en el
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