Categoría: Papa Francisco

01
Abr

El Papa: para ver a Dios hay que liberarse de los engaños del corazón

Vaticano.- Esta mañana, el Papa Francisco dedicó su catequesis sobre la sexta Bienaventuranza, celebrando la Audiencia General desde la Biblioteca del Palacio Apostólico debido a las medidas de lucha contra la pandemia del coronavirus. La batalla que el hombre debe enfrentar es la del corazón que debe ser liberado de sus engaños. Esto lo recuerda el Papa Francisco en la catequesis de la Audiencia General, que celebra desde el 11 de marzo en la Biblioteca del Palacio Apostólico por la emergencia del coronavirus. Continuando el ciclo de catequesis sobre las Bienaventuranzas, el Papa se detiene hoy en la sexta y por lo tanto en la pureza del corazón como condición para ver a Dios. De hecho, buscar el rostro de Dios significa desear una relación no mecánica sino personal, como el mismo Job manifiesta: primero el conocimiento es de oídas, luego, al final, lo conocemos directamente si somos fieles. La batalla contra el engaño interior Al igual que los discípulos de Emaús, el origen de la «ceguera» es un corazón necio y lento, y cuando es así, dice, «ves las cosas como nubladas». El Señor les abrirá los ojos al final de un camino que culmina con la fracción del pan. «Dios es más íntimo para mí que yo para mí mismo», dijo San Agustín, a quien el Papa llama para mostrar el camino de la contemplación de Dios: entrar en nosotros y hacerle espacio. Para ver a Dios no es necesario cambiar de gafas o de punto de observación, ni cambiar de autores teológicos que me enseñan el camino: ¡hay que liberar el corazón de sus engaños! Este camino es el único. Es una madurez decisiva: cuando nos damos cuenta de que nuestro peor enemigo se esconde a menudo en nuestro corazón. La batalla más noble es contra los engaños interiores que generan nuestros pecados. Porque los pecados cambian la visión interior, cambian la evaluación de las cosas, te hacen ver cosas que no son ciertas, o al menos que no son tan ciertas. El camino de la purificación Para entender lo que es la «pureza de corazón», por lo tanto, el Papa se refiere a la concepción bíblica del corazón que consiste no sólo en los sentimientos sino en «el lugar más íntimo del ser humano». El puro de corazón es, por lo tanto, una persona en presencia del Señor y posee una vida «unificada», lineal y no tortuosa. Y esto es el resultado de un proceso que implica «liberación y renuncia». El puro de corazón, por lo tanto, «no nace como tal» sino que ha aprendido a «negar el mal dentro de sí mismo», un proceso que en la Biblia se llama «circuncisión del corazón». Es una purificación interior que implica el reconocimiento de la parte del corazón que está bajo la influencia del mal para aprender en cambio a ser guiado por el Espíritu Santo y, a través de este camino del corazón, «ver a Dios». La vía, el camino desde el corazón enfermo, desde el corazón pecador, desde el corazón que no puede ver bien las cosas porque está colocado en los pecados, muchas cosas, a la plenitud de la luz del corazón es la obra del Espíritu Santo. Es Él quien nos guía en este camino. Abrir las puertas al Espíritu Santo En esta visión beatífica hay una dimensión futura, la alegría del Reino de los Cielos, pero también otra: Ver a Dios significa comprender los planes de la Providencia en lo que nos sucede, reconocer su presencia en los sacramentos, su presencia en nuestros hermanos y hermanas, especialmente en los pobres y los que sufren, y reconocerlo donde se manifiesta. Así, en el surco de las Bienaventuranzas, comienza un camino de liberación que dura toda la vida, un trabajo serio que el Espíritu Santo hace si le damos espacio, una obra de Dios en nosotros incluso en las pruebas y purificaciones. «No tengamos miedo – concluye el Papa – abramos las puertas de nuestros corazones al Espíritu Santo para que nos purifique y nos conduzca por este camino hacia la alegría plena». Texto del resumen en español de la catequesis del Papa Francisco Queridos hermanos y hermanas:          En esta catequesis reflexionamos sobre la bienaventuranza que dice: «Dichosos los que tienen el corazón puro, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Esta bienaventuranza nos promete la visión de Dios y tiene como condición la pureza de corazón. ¿Qué quiere decir tener el corazón “puro”? Significa conservar en nuestro interior ¬lo que es digno de una relación auténtica con el Señor verdadera, y llevar una vida integra, lineal y sencilla en su Presencia. Tener un corazón puro es un camino de purificación interior. Hay que reconocer que, con frecuencia, nuestro peor enemigo está escondido dentro de nosotros mismos, y necesitamos convertirnos al Señor. Este proceso implica reconocer la influencia del mal que hay en nosotros, y dejarse conducir con docilidad por el Espíritu Santo; es un camino de maduración que supone renuncia, sinceridad y valentía. Cuando descubrimos nuestra sed de bien y la misericordia de Dios que nos sostiene, comienza un camino de liberación que dura toda la vida y nos prepara al encuentro definitivo con el Señor. Se trata de un trabajo serio y, sobre todo, de una obra que Dios hace en nosotros a través de las pruebas y las purificaciones de la vida, y que nos lleva, si lo aceptamos, a experimentar una gran alegría y una paz profunda y verdadera. Prensa CEVNota de prensa de Vatican News01 de abril de 2020

01
Abr

El Papa a los comunicadores sociales: Ayuden a la gente a no sentirse aislada

Vaticano.- En la misa de Santa Marta, Francisco dirige sus pensamientos a los trabajadores de la comunicación pidiéndoles que ayuden a la gente a soportar este período de aislamiento. En su homilía, recuerda que el discípulo de Jesús es un hombre libre, un hombre de Tradición y novedad, porque se deja guiar por el Espíritu Santo y no por ideologías La antífona del miércoles de la 5ª semana de Cuaresma es una oración de liberación: «Líbrame, Señor, de la ira de mis enemigos. Me elevas por encima de mis adversarios y me salvas del hombre violento» (Sal 17). El Papa Francisco, al introducir la misa de hoy en la Casa Santa Marta, dirige sus pensamientos a los que trabajan en los medios de comunicación: «Hoy me gustaría que rezáramos por todos aquellos que trabajan en los medios de comunicación, que trabajan para comunicar, hoy, para que la gente no se encuentre tan aislada; por la educación de los niños, por la educación, para ayudarles a soportar este tiempo de encierro». En su homilía, Francisco comenta el Evangelio de hoy (Jn 8, 31-42) en el que Jesús dice a los judíos: «Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ser discípulo – dijo el Papa – significa dejarse guiar por el Espíritu Santo: por eso el discípulo de Jesús es un hombre de Tradición y novedad, un hombre libre, nunca sujeto a ideologías. A continuación el texto de la homilía según una de nuestras transcripciones: En estos días, la Iglesia nos hace escuchar el capítulo octavo de Juan: hay una discusión tan fuerte entre Jesús y los Doctores de la Ley. Y sobre todo, hay un intento de mostrar la propia identidad: Juan intenta acercarnos a esa lucha por aclarar la propia identidad, tanto la de Jesús como la de los médicos. Jesús los pone en un rincón mostrándoles sus contradicciones. Y ellos, al final, no encuentran otra salida que el insulto: es una de las páginas más tristes, es una blasfemia. Insultan a Nuestra Señora, la Virgen Santa Pero hablando de identidad, Jesús dijo a los judíos que habían creído, les aconsejó: «Si permanecéis en mi palabra, sois verdaderamente mis discípulos». Volvió a esa palabra tan querida por el Señor que la repitió muchas veces, y luego en la cena: «Quédate». «Permanece en mí». Permanece en el Señor. No dice: «Estudia bien, aprende bien los argumentos»: lo da por sentado. Pero va a lo más importante, lo que es más peligroso para la vida, si no lo haces: quedarte. «Permanezcan en mi palabra». Y aquellos que permanecen en la palabra de Jesús tienen su propia identidad cristiana. ¿Y cuál es? «Ustedes son verdaderamente mis discípulos». La identidad cristiana no es una tarjeta que dice «Soy cristiano», una tarjeta de identidad: no. Es el discipulado. Tú, si permaneces en el Señor, en la Palabra del Señor, en la vida del Señor, serás un discípulo. Si no te quedas, serás uno que simpatiza con la doctrina, que sigue a Jesús como un hombre que hace tanta caridad, es tan bueno, que tiene los valores correctos, pero el discipulado es la verdadera identidad del cristiano. Pido al Señor que nos haga conocer esta sabiduría para que permanezcamos en Él y nos haga conocer esa familiaridad con el Espíritu: el Espíritu Santo nos da libertad. Y esta es la unción. El que permanece en el Señor es un discípulo, y el discípulo es un ungido, un ungido por el Espíritu, que ha recibido la unción del Espíritu y la lleva a cabo. Este es el camino que Jesús nos muestra para la libertad y también para la vida. Y el discipulado es la unción que reciben los que permanecen en el Señor. Que el Señor nos haga comprender esto que no es fácil: porque los doctores no lo entendieron, no se entiende sólo con la cabeza; se entiende con la cabeza y el corazón, esta sabiduría de la unción del Espíritu Santo que nos hace discípulos. El Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual. Aquí sigue la oración recitada por el Papa: A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece. En espera de la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vaya hacia Tí. Que tu amor pueda inflamar todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Que así sea”. Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum («Ave Reina de los Cielos»): “Salve, Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”. Te invitamos que sigas nuestros videos de las intenciones del Papa y la Santa Misa en nuestro canal Youtube Prensa CEVNota de prensa de Vatican News01 de abril de 2020

31
Mar

El Papa reza por los sin casa: que sean ayudados por la sociedad y la Iglesia

Vaticano.- Este 31 de marzo de 2020, en la Misa en Santa Marta, el Santo Padre dirigió su pensamiento a todos aquellos que en este periodo no tienen una casa. En su homilía el Pontífice invitó a contemplar a Jesús en la Cruz: el Señor ha tomado sobre sí mismo nuestros pecados para salvarnos. En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este martes de la V Semana de Cuaresma, el Papa Francisco recitó la antífona de entrada que nos da esperanza: “Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor”. Al introducir la celebración, el Santo Padre dirigió su intención a todas las personas que en este periodo no tienen una casa: “Oremos hoy por aquellos que no tienen hogar, en este momento en el cual se nos pide que estemos en casa. Para que la sociedad de hombres y mujeres pueda tomar conciencia de esta realidad y ayudar, y para que la Iglesia los acoja”. En su homilía, comentando las lecturas de hoy tomadas del Libro de los Números (Num 21, 4-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8,21-30), el Papa Francisco recuerda que Jesús se hizo pecado para salvarnos. Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí: en la cruz no finge sufrir y morir. Contemplemos a Jesús en la cruz y demos gracias. A continuación el texto de la homilía: La serpiente no es ciertamente un animal simpático: siempre se asocia con el mal. Incluso en la revelación, la serpiente es el animal que usa el diablo para inducir al pecado. En el Apocalipsis se llama, al diablo, la antigua serpiente, la que desde el principio muerde, envenena, destruye, mata. Por eso no puede salir. Si quieres salir como alguien que propone cosas bellas, éstas son fantasía: las creemos y así pecamos. Esto es lo que le pasó al pueblo de Israel: no pudieron soportar el viaje. Estaban cansados. Y el pueblo habló contra Dios y contra Moisés. Siempre es la misma música, ¿no? «¿Por qué nos sacaste de Egipto? ¿Para hacernos morir en este desierto? Porque aquí no hay pan ni agua y estamos hartos de este alimento ligero, el maná». Y la imaginación – lo hemos leído en los días pasados – siempre va a Egipto: «Pero, allí estábamos bien, comíamos bien …». Y también, parece que el Señor no podía soportar a la gente en este momento. Se enfadó: la ira de Dios se ve a veces… Y entonces el Señor envió entre el pueblo serpientes abrazadoras que mordían a la gente y morían. «Un gran número de israelitas murieron.» En ese momento, la serpiente es siempre la imagen del mal: el pueblo ve en la serpiente el pecado, ve en la serpiente lo que ha hecho el mal. Y se acerca a Moisés y le dice: «Hemos pecado porque hemos hablado contra el Señor y contra ti. Suplica al Señor que nos quite estas serpientes». Se arrepiente. Esta es la historia en el desierto. Moisés oró por el pueblo y el Señor le dijo a Moisés: «Haz una serpiente y ponla en un mástil de metal. Quien será mordido y lo mire, seguirá en vida». Me hace pensar: ¿pero no es esto idolatría? Ahí está la serpiente, ahí, un ídolo, que me da salud… No se entiende. Lógicamente, no se entiende, porque esto es una profecía, es un anuncio de lo que va a pasar. Porque también hemos escuchado como una profecía cercana, en el Evangelio: «Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces sabrán que Yo soy y que no hago nada por mí mismo». Jesús levantado: en la cruz. Moisés hace una serpiente y lo levanta. Jesús será levantado, como la serpiente, para dar la salvación. Pero el núcleo de la profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros. No ha pecado: se ha hecho pecado. Como dice San Pedro en su carta: «Llevó nuestros pecados sobre sí mismo”. Y cuando miramos al crucificado, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado. Ha tomado sobre sí mismo todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora. La cruz, es verdad, es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de los que no querían a Jesús: todo esto es verdad. Pero la verdad que viene de Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo hasta el punto de convertirse en pecado. Todo pecado. Nuestros pecados están ahí. Debemos acostumbrarnos a mirar el crucifijo bajo esta luz, que es la más verdadera, la luz de la redención. En Jesús hecho pecado vemos la derrota total de Cristo. No finge morir, no finge sufrir, solo, abandonado… «Padre, ¿por qué me has abandonado?». Una serpiente: Yo soy levantado como una serpiente, como lo que es todo pecado. No es fácil entender esto y, si pensamos, nunca llegaremos a una conclusión. Sólo, contemplar, rezar y dar gracias. Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a realizar la comunión espiritual. Aquí sigue la oración recitada por el Papa: “Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”. Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum («Ave Reina del Cielo»). Prensa CEVNota de prensa de Vatican News31 de marzo de 2020

30
Mar

El Papa en el Ángelus: “¡Quiten la piedra de su corazón! Dejen que Dios devuelva la vida”

Vaticano.- “Estamos llamados a quitar las piedras de todo lo que sabe a muerte”. Alocución del Santo Padre antes de rezar la oración mariana del Ángelus de este 29 de marzo, V Domingo de Cuaresma. “Que la Virgen María nos ayude a ser compasivos como su Hijo Jesús, que ha hecho suyo nuestro dolor. Que cada uno de nosotros esté cerca de los que están en la prueba, convirtiéndose para ellos en un reflejo del amor y la ternura de Dios, que libera de la muerte y hace vencer la vida”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus de este 29 de marzo, V Domingo de Cuaresma. «El que crea en mí, aunque muera, vivirá» El Santo Padre, comentando el Evangelio de este Domingo (cf. Jn 11, 1-45), que narra la Resurrección de Lázaro recordó que, Jesús era muy amigo de Lázaro, Marta y María. Y cuando Él llega a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días muerto; Marta corre al encuentro del Maestro y le dice: «¡Si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto!». Jesús responde a Marta: «Tu hermano resucitará»; «Yo soy la resurrección y la vida; el que crea en mí, aunque muera, vivirá». Luego Jesús «conmovido profundamente se echó a llorar» por la muerte del amigo. Con esta perturbación en su corazón, fue al sepulcro, agradece al Padre que siempre le escucha, hace abrir la tumba y grita en voz alta: «¡Lázaro, ven afuera!». Y Lázaro salió con «los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario». “Tu hermano resucitará; Yo soy la resurrección y la vida; el que crea en mí, aunque muera, vivirá” ¡Quiten la piedra de su corazón! Después de relatar los momentos más sobresaliente de la narración del Evangelio, el Papa Francisco dijo que, “aquí tocamos con la mano que Dios es vida y dona vida, pero asume el drama de la muerte. Jesús habría podido evitar la muerte de su amigo Lázaro, pero ha querido hacer suyo nuestro dolor por la muerte de nuestros seres queridos, y sobre todo ha querido mostrar el dominio de Dios sobre la muerte”. En el Evangelio, precisa el Pontífice, vemos que la fe del hombre y la omnipotencia del amor de Dios se buscan y finalmente se encuentran. Lo vemos en el grito de Marta y María y todos nosotros con ellas: «¡Si hubieras estado aquí!…». Y la respuesta de Dios no es un discurso, es Jesús. “Yo soy la resurrección y la vida… ¡Tengan fe! En medio del llanto sigan teniendo fe, aunque la muerte parezca haber ganado. ¡Quiten la piedra de su corazón! Dejen que la Palabra de Dios devuelva la vida donde hay muerte” Quitar las piedras de todo lo que sabe a muerte También hoy, afirma el Santo Padre, Jesús nos repite: «Quiten la piedra». Dios no nos ha creado para la tumba, nos ha creado para la vida, hermosa, buena, gozosa, a pesar que «la muerte ha entrado en el mundo por envidia del diablo» como dice el Libro de la Sabiduría, y Jesucristo ha venido a liberarnos de sus ataduras. Por lo tanto, subraya el Papa, estamos llamados a quitar las piedras de todo lo que sabe a muerte: la hipocresía con la que vivimos la fe, es muerte; la crítica destructiva a los demás es muerte; la ofensa, la calumnia, es muerte; la marginación de los pobres es muerte. “El Señor nos pide que quitemos estas piedras de nuestros corazones, y la vida entonces volverá a florecer a nuestro alrededor. Cristo vive, y quien lo acoge y se adhiere a Él entra en contacto con la vida. Sin Cristo, o fuera de Cristo, no sólo no hay vida, sino que se vuelve a caer en la muerte”. “La resurrección de Lázaro es también un signo de la regeneración que se actúa en el creyente a través del Bautismo, con la plena inserción en el Misterio Pascual de Cristo. Por la acción y la fuerza del Espíritu Santo, el cristiano es una persona que camina en la vida como una nueva criatura: una criatura para la vida” Prensa CEVNota de prensa de Vatican News30 de marzo de 2020

30
Mar

El Papa teme un genocidio virósico

Vaticano.- El presidente del Comité Panamericano de Juezas y jueces por los derechos sociales y la Doctrina Franciscana, hizo pública una carta que recibió del Papa Francisco en donde alerta sobre el “genocidio virósico”. En una carta dirigida el Sábado, 28 de Marzo a, Roberto Andrés Gallardo, Presidente del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales, el Santo Padre transmitió importantes definiciones sobre el presente y el futuro en el marco de la actual Pandemia de COVID19. El Papa alerta en la carta sobre los gobiernos que no adoptan medidas para defender a la población; y reflexiona sobre las consecuencias sociales que deberán enfrentarse. No defender a los pueblos del covid 19 es cometer genocidio virósico Francisco en la misiva expresa sentirse “edificado”, que algunos gobiernos han tomado medidas ejemplares con prioridades bien señaladas para defender a la población. Estos gobiernos muestran la prioridad de sus decisiones: primero la gente, señala el Papa. Medidas que son un sacrificio para la población, “molestan” a quienes se ven obligados a cumplirlas, pero siempre es para el bien común. A la larga, afirma Francisco, la mayoría de la gente las  acepta y se mueve con  una actitud positiva.         No defender a la gente, dice el Santo Padre, supone un “un descalabro económico”. Sería triste que se optara por lo contrario, llevaría  a la muerte a muchísima gente, algo así como un “genocidio virósico”, escribe en la carta Francisco.  Llamamiento a todos los jueces de las Américas «En este contexto de crisis planetaria, hacemos un llamamiento a todos nuestros colegas jueces de las Américas para asumir el rol que la hora nos exige, coordinando esfuerzos, diseñando estrategias y fundamentalmente ratificando en forma cotidiana nuestro compromiso por la dignidad humana y la paz global, como también para la realización de los derechos humanos en todas las dimensiones», se lee en el documento del Comité.  En la misiva, el Papa expresó su preocupación por el “el crecimiento, en progresión geométrica”, de la pandemia. El Pontífice le expresa al presidente del comité que se siente “edificado por la reacción” de tantas personas, médicos, enfermeras, enfermeros,  voluntarios, religiosos, sacerdotes, que arriesgan  su vida para sanar y defender a la gente sana   del contagio.                       El Papa informa a Gallardo de un encuentro que tuvo con el dicasterio del Desarrollo Humano Integral, con quienes reflexionó sobre el ahora y el después. Porque, prepararse para el después es importante, aseveró el Papa, ya que se “notan algunas consecuencias» que deben ser  enfrentadas: hambre, sobre  todo para las personas sin trabajo fijo, violencia, la aparición de los usureros, que como asevera el Pontífice, son “la verdadera peste” del futuro social, delincuentes deshumanizados. Por último para entender la visión del futuro económico, es “interesante”, dice, la visión de la economista Mariana Mazzucato, docente en el University  College London, que ayuda a pensar en el futuro. Prensa CEVNota de prensa de Vatican News30 de marzo de 2020

30
Mar

El Papa reza por quienes no logran reaccionar, asustados por la pandemia

Vaticano.- En la misa de Santa Marta, Francisco pide a Dios que ayude a las personas que están asustadas por el coronavirus. En la homilía invita a dar gracias a Dios si reconocemos nuestros pecados para que de esta manera podamos pedir y recibir su misericordia. La antífona del lunes de la quinta semana de Cuaresma es una sentida invocación a Dios: «Ten piedad de mí, oh Dios, porque el hombre me ha pisoteado; me oprime combatiéndome todo el día». «(Sal 55, 2). El Papa Francisco al introducir la misa de hoy en la Casa Santa Marta dirige sus pensamientos a la gente asustada por la actual pandemia: Oremos hoy por tantas personas que no logran reaccionar: que están asustados por esta pandemia. Que el Señor les ayude a levantarse, a reaccionar por el bien de toda la sociedad, de toda la comunidad. En su homilía, comenta las lecturas de hoy, tomadas del Libro del Profeta Daniel (Dn 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62) y del Evangelio de Juan (Jn 8, 1-11), que hablan de dos mujeres a las que algunos hombres quieren condenar a muerte: la inocente Susana y una adúltera sorprendida con las manos en la masa. Francisco señala que los acusadores son jueces corruptos en el primer caso e hipócritas en el segundo. En cuanto a las mujeres, Dios hace justicia a Susana, liberándola de los corruptos, que son condenados, y perdona a la adúltera, liberándola de los  escribas y fariseos hipócritas. Justicia y misericordia de Dios, que están bien representadas en el salmo responsorial de hoy: «El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo». Por lo tanto, el Papa nos invita a dar gracias a Dios si sabemos que somos pecadores, para que podamos pedir al Señor con confianza que nos perdone. A continuación el texto de la homilía: En el Salmo Responsorial rezamos: «El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.  Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan».  Esta es la experiencia de estas dos mujeres, cuya historia leímos en las dos lecturas. Una mujer inocente, falsamente acusada, calumniada, y una mujer pecadora. Ambas condenadas a muerte. La inocente y la pecadora. Algunos Padres de la Iglesia vieron en estas mujeres una figura de la Iglesia: santa, pero con hijos pecadores. Decían en una hermosa expresión latina: «La Iglesia es la casta meretriz», la santa con los hijos pecadores. Ambas mujeres estaban desesperadas, humanamente desesperadas. Pero Susana confía en Dios. También hay dos grupos de personas, de hombres; ambos al servicio de la Iglesia: los jueces y los maestros de la Ley. No eran clérigos, pero estaban al servicio de la Iglesia, en el tribunal y en la enseñanza de la Ley. Dif+erentes. Los primeros, los que acusaron a Susana, eran corruptos: el juez corrupto, la figura emblemática de la historia. También en el Evangelio, Jesús retoma, en la parábola de la viuda insistente, al juez corrupto que no creía en Dios y no se preocupaba por los demás. Los corruptos. Los doctores de la ley no eran corruptos, sino hipócritas. Y  de estas mujeres, una cayó en manos de hipócritas y la otra en manos de corruptos: no había salida. «Aunque vaya al valle de la sombra de la muerte, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan». Ambas mujeres estaban e un valle oscuro, fueron allí: un valle oscuro, hacia la muerte. La primera confía explícitamente en Dios y el Señor interviene. La segunda, pobrecita, sabe que es culpable, desvergonzada delante de todo el pueblo – porque el pueblo estaba presente en ambas situaciones – el Evangelio no lo dice, pero seguramente rezaba en su interior, pedía ayuda. ¿Qué hace el Señor con esta gente? Salva a la mujer inocente, le hace justicia. Perdona a la mujer pecadora. A los jueces corruptos los condena; a los hipócritas los ayuda a convertirse, y ante el pueblo dice: «Sí, ¿de verdad? El primero de vosotros que no tenga pecados, que tire la primera piedra», y uno a uno se van. Tiene algo de ironía, el Apóstol Juan, aquí: «Aquellos, habiendo escuchado esto, se fueron uno por uno, comenzando por los ancianos». Les deja un poco de tiempo para que se arrepientan un ; a los corruptos no los perdona, simplemente porque los corruptos son incapaces de pedir perdón, fue más allá. Se ha cansado… no, no está cansado: no es capaz. La corrupción también le ha quitado la capacidad que todos tenemos de avergonzarnos, de pedir perdón. No, el corruptp está a seguro, sigue adelate, destruye, explota a la gente, como esta mujer, todo, todo… continúa. Se puso en el lugar de Dios. Y a las mujeres el Señor responde. A Susana la libera de estos corruptos, la hace seguir adelante, y a la otra: «Yo tampoco te condeno. Vete, y de ahora en adelante no peques más». La dejair. Y esto, delante del pueblo. En el primer caso, el pueblo alaba al Señor; en el segundo caso, el pueblo aprende. Aprende cómo es la misericordia de Dios. Cada uno de nosotros tiene sus propias historias. Cada uno de nosotros tiene sus propios pecados. Y si no se los recuerda, piensa un poco: los encontrarás. Agradece a Dios si los encuentras, porque si nos lo encuentras, eres un corrupto. Todos tenemos nuestros pecados. Miremos al Señor que hace justicia pero es tan misericordioso. No nos avergoncemos de estar en la Iglesia: avergoncémonos de ser pecadores. La Iglesia es la madre de todo. Agradezcamos a Dios que no somos corruptos, que somos pecadores. Y cada uno de nosotros, mirando cómo actúa Jesús en estos casos, confíe en la misericordia de Dios. Y rece, confiando en la misericordia de Dios, pida el perdón.

27
Mar

El Papa en Santa Marta agradece a los que se preocupan por quienes están en dificultad

Vaticano.- Este 27 de marzo, en la Misa en Santa Marta, el Santo Padre dirigió una vez más su pensamiento a los enfermos, a los ancianos solos, a las familias que no tienen nada para vivir, y expresó su gratitud a los que se preocupan por ellos. En su homilía dijo que contra la furia destructiva que despierta el demonio, es necesario el coraje del silencio. Esto es lo que hizo Jesús, y esto es lo que se debe hacer frente a la mezquina obstinación, como las habladurías. En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco expresó su gratitud por aquellos que piensan en los demás, en este difícil momento caracterizado por la pandemia del coronavirus. Estas fueron sus palabras en la introducción de la misa: “En estos días, han llegado noticias de cómo tanta gente está empezando a preocuparse de una manera más general por los demás, y piensan en las familias que no tienen lo suficiente para vivir, los ancianos solos, los enfermos en el hospital y rezan y tratan de hacer llegar alguna ayuda… Esta es una buena señal. Agradezcamos al Señor por suscitar estos sentimientos en los corazones de sus fieles”. En su homilía, comentando las lecturas de hoy, tomadas del Libro de la Sabiduría (Sabiduría 2, 1. 12-22) y del Evangelio de Juan (Jn 7, 1-2. 10. 25-30), subrayó que el ensañamiento de los que querían matar a Jesús era suscitado por el diablo, porque detrás de toda furia destructiva está el diablo. No se puede discutir con los que están enfurecidos, sólo se puede callar, como hizo Jesús que eligió el silencio y la Pasión. Es el estilo que se debe seguir incluso con las pequeñas obstinaciones diarias, las habladurías. A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde nuestro canal de Youtube: La primera lectura es casi una crónica (anticipada) de lo que le pasará a Jesús. Es una crónica adelantada, es una profecía. Parece una descripción histórica de lo que pasó después. ¿Qué dicen los impíos? “Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida. Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes… Porque si el justo es hijo de Dios, Él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos”. Pensemos en lo que le decían a Jesús en la cruz: «Si eres el Hijo de Dios, baja; que Él venga a salvarte». Y luego, el plan de acción: “Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará”. Es una profecía, precisamente, de lo que ha sucedido. Y los judíos trataban de matarlo, dice el Evangelio. Entonces, también trataron de arrestarlo – nos dice el Evangelio – “pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora”. Esta profecía es demasiado detallada; el plan de acción de esta gente malvada es sólo detalles sobre detalles, no escatimemos nada, probémoslo con violencia y tormento, y pongamos a prueba el espíritu de resistencia… sujetémoslo en trampas, atrapémoslo, (para ver) si cae… Esto no es un simple odio, no hay un plan de acción malvado – ciertamente – de un partido contra otro: esto es otra cosa. Esto se llama ensañamiento: cuando el diablo que está detrás, siempre, detrás de todo ensañamiento, trata de destruir y no escatima los medios. Pensemos en el comienzo del Libro de Job, que es profético sobre esto: Dios está satisfecho con el modo de vida de Job, y el diablo le dice: «¡Sí, porque lo tiene todo, no tiene ninguna prueba! ¡Pónganlo a prueba!» Y primero el diablo le quita sus posesiones, luego le quita su salud, y Job nunca, nunca se alejó de Dios. Pero el diablo, lo que hace, es ensañarse. Siempre. Detrás de toda la furia está el diablo, para destruir la obra de Dios. Detrás de una discusión o enemistad, puede ser el diablo, pero desde lejos, con tentaciones normales. Pero cuando hay ensañamiento, no dudamos: está la presencia del diablo. Y el ensañamiento es sutil. Pensemos en cómo el diablo ha sido furioso no sólo contra Jesús, sino también en las persecuciones de los cristianos; cómo ha buscado los medios más sofisticados para llevarlos a la apostasía, para alejarse de Dios. Esto es, como decimos en el lenguaje cotidiano, esto es diabólico: sí; inteligencia diabólica. Me contaban algunos Obispos de uno de los países que sufrieron la dictadura de un régimen ateo que llegaron, en las persecuciones, a detalles como éste: el lunes después de Pascua las maestras tenían que preguntar a los niños: «¿Qué comisteis ayer?», y los niños decían lo qué habían comido en el almuerzo. Y algunos decían: «Huevos», y los que decían «huevos» eran perseguidos para ver si eran cristianos porque en ese país comían huevos el Domingo de Pascua. Hasta este punto, de ver, de espionaje, donde hay un cristiano para matarlo. Esto es un ensañamiento en la persecución y esto es el diablo. ¿Y qué se hace en el momento del ensañamiento? Sólo se pueden hacer dos cosas: discutir con esta gente no es posible porque tienen sus propias ideas, ideas fijas, ideas que el diablo ha sembrado en sus corazones. Hemos oído cuál es su plan de acción. ¿Qué se puede hacer? Lo que hizo Jesús: callarse. Es sorprendente cuando leemos en el Evangelio que frente a todas estas acusaciones, todas estas cosas, Jesús guardó silencio. Frente al espíritu de furia, sólo silencio, nunca justificación. Nunca. Jesús habló, explicó. Cuando comprendió que no había palabras,

27
Mar

Actualización de las celebraciones de Semana Santa presididas por el Papa

Vaticano.- La Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice ha “actualizado” el calendario de las celebraciones de la Semana Santa presididas por el Santo Padre, tanto en lo que respecta al calendario como a las modalidades de participación. “El Santo Padre celebrará los ritos de la Semana Santa en el Altar de la Cátedra, en la Basílica de San Pedro, de acuerdo con el siguiente calendario y sin la participación del pueblo”, es lo que se afirma en el Comunicado del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, Monseñor Guido Marini, publicado este viernes, 27 de marzo de 2020. Cambios en el calendario y en la participación La decisión y actualización del Calendario de las próximas celebraciones litúrgicas presididas por el Santo Padre se dan “como consecuencia de la situación extraordinaria que se ha producido, debido a la propagación de la pandemia de COVID-19, y teniendo en cuenta las disposiciones previstas por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, con el Decreto de fecha 25 de marzo de 2020, era necesaria una actualización – se lee en el Comunicado – en relación con las próximas celebraciones litúrgicas presididas por el Santo Padre Francisco: tanto en lo que respecta al calendario como a las modalidades de participación”. Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor Por lo tanto, se comunica, que el Papa Francisco celebrará los ritos de la Semana Santa en el Altar de la Cátedra, en la Basílica de San Pedro, de acuerdo con el siguiente calendario y sin la participación del pueblo. La celebración de la Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén y Santa Misa, en el Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, será el 5 de abril, a 11 horas. Triduo Pascual Por lo que se refiere al Triduo Pascual, la celebración de la Santa Misa en la Cena del Señor, tendrá lugar el Jueves Santo, 9 de abril, a las18 horas. Mientras que el 10 de abril, Viernes Santo, a las 18 horas, tendrá lugar la Celebración de la Pasión del Señor. Ese mismo día, a las 21 horas, el Pontífice presidirá el Via Crucis en el parvis de la Basílica de San Pedro. La Vigilia Pascual en la Noche Santa se celebrará el Sábado Santo, 11 de abril, a las 21 horas. Domingo de Pascua y Bendición Finalmente, la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice dio a conocer que la Santa Misa del día, del Domingo de Pascua y de la Resurrección del Señor se celebrará el 12 de abril, a las 11 horas. Al final de la Santa Misa el Santo Padre impartirá la bendición  «Urbi et Orbi». Prensa CEVNota de prensa de Vatican News27 de marzo de 2020

27
Mar

Bendición Urbi et Orbi. Papa: “la oración es nuestra arma vencedora”

Vaticano.- El Papa Francisco eleva su suplica al Señor y nos pide que confiemos en Él y respondamos a su llamada a “convertirnos”. También nos pide que sigamos el ejemplo de las personas corrientemente olvidadas que están en el timón de la barca en estos momentos de crisis sanitaria por la pandemia. “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”. Con estas palabras, el Papa Francisco ha iniciado su reflexión centrándose en el Evangelio según San Marcos, capitulo 5, versículo 35, tras la escucha de la Palabra desde el atrio de la Basílica de San Pedro en el momento extraordinario de oración convocado por él mismo el pasado domingo ante la emergencia sanitaria por coronavirus. El Papa además ha expresado que “nos encontramos asustados y perdidos” pero en esta barca – recuerda – “estamos todos”, de hecho, continúa, “al igual que esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos”, también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”. Jesús calma la tempestad Reflexionando sobre el Evangelio de San Marcos, el Papa habla de la “tempestad”: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades”. Para Francisco, la tempestad también nos muestra “cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad” y pone al descubierto “todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”. Pero esta tempestad también nos quita el “maquillaje” de los estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar y deje al descubierto “esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.} No hemos escuchado el grito de nuestro planeta enfermo El Pontífice también ha elevado una súplica en estos momentos de prueba: “mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor””. El Papa asegura que hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo y codiciosos de ganancias – dice – “nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa”. Es en este momento en el que el Papa, dirigiéndose al Señor, asegura que “no nos hemos detenido ante sus llamadas”, tampoco “nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo” ni “hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”. De hecho, dice, “hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”. En esta Cuaresma resuena la llamada urgente: “Convertíos” “Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti” dice Francisco. En esta Cuaresma resuena la llamada urgente: “Convertíos” en la que se nos llama a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. “No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio – asegura el Papa – el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”. También es el tiempo “de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”, puntualiza. Sigamos el ejemplo de las personas ejemplares, corrientemente olvidadas El Papa también nos pide que dirijamos nuestra mirada a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, “ante el miedo – dice – han reaccionado dando la propia vida”. El Papa se refiere a la generosa entrega de personas comunes “corrientemente olvidadas” que no aparecen “en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show” pero, sin lugar a dudas, “están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. “Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida” nos pide el Papa y “entreguémosle nuestros temores, para que los venza”. Francisco asegura que si hacemos esto, experimentaremos, al igual que los discípulos, que con Él a bordo, no se naufraga”. En este sentido, el Papa nos hace un ejemplo gráfico: “Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor”. Al final de su reflexión, el Papa ha pedido al Señor que bendiga “al mundo”, de salud “a los cuerpos” y consuele “los corazones”. “Nos pides que no sintamos temor, pero nuestra fe es débil y tenemos miedo” ha concluido. Prensa CEVNota de prensa de Vatican News27 de marzo de 2020

26
Mar

El Papa reza para que superemos el miedo en este tiempo difícil

Vaticano.- En la misa en la casa Santa Marta, Francisco dirige su pensamiento a los ancianos solos, a los trabajadores precarios y a los que desempeñan una función social y pueden ser afectados por el coronavirus. En su homilía, el Papa invitó a descubrir nuestros ídolos, los ídolos del corazón, a menudo escondidos. La idolatría nos hace perder todos los dones del Señor. En la misa que se transmitió en vivo desde la Capilla de la Casa Santa Marta Francisco rezó para que el Señor nos ayude a superar el miedo en este tiempo caracterizado por la pandemia de Covid-19. Estas fueron sus palabras, introduciendo la celebración eucarística: En estos días de tanto sufrimiento, hay tanto miedo. El miedo de los ancianos, que están solos, en los asilos de ancianos o en los hospitales o en sus casas y no saben lo que puede pasar. El miedo de los trabajadores sin trabajo fijo que piensan en cómo alimentar a sus hijos y ven venir el hambre. El temor de muchos servidores sociales que en este momento ayudan a mandar adelante la sociedad y pueden contraer la enfermedad. También el miedo – miedos – de cada uno de nosotros: cada uno sabe cuál es el suyo. Roguemos al Señor para que nos ayude a tener confianza y a tolerar y vencer los miedos. En su homilía, comentando la primera lectura del libro del Éxodo (Ex 32, 7-14), que relata la historia del becerro de oro, Francisco habló de los ídolos del corazón, ídolos que a menudo ocultamos astutamente, subrayando cómo la idolatría nos hace perderlo todo, nos hace perder los dones mismos del Señor. La idolatría nos lleva a una religiosidad equivocada. Así que el Papa nos pide que hagamos un examen de conciencia para descubrir nuestros ídolos ocultos. A continuación el texto de la homilía: En la primera lectura está la escena del motín del pueblo. Moisés fue al Monte para recibir la Ley: Dios se lo dio, en piedra, escrita con su dedo. Pero el pueblo se aburrió y se aglomeró alrededor de Aarón y le dijo: «Pero, este Moisés, hace tiempo que no sabemos dónde está, dónde se ha ido, y estamos sin guía. Haznos un dios para ayudarnos a seguir adelante». Y Aarón, que más tarde se convirtió en sacerdote de Dios, pero allí era un sacerdote de la estupidez, de los ídolos, dijo: «Pero sí, denme todo el oro y la plata que tengao», y lo dieron todo e hicieron ese becerro de oro. En el salmo escuchamos el lamento de Dios: “En Horeb se fabricaron un ternero, adoraron una estatua de metal fundido: así cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que come pasto”. Y aquí, en este momento, comienza la lectura: “El Señor dijo a Moisés: ‘Baja enseguida, porque tu pueblo, ése que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que Yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: ‘Éste es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto’”. ¡Una verdadera apostasía! Desde el Dios viviente a la idolatría. No tuvieron paciencia para esperar el regreso de Moisés: querían algo nuevo, querían algo, un espectáculo litúrgico, algo. Sobre esto quisiera mencionar algunas cosas. En primer lugar, esa nostalgia idolátrica en el pueblo: en este caso, pensaba en los ídolos de Egipto, la nostalgia de volver a los ídolos, de volver a lo peor, sin saber esperar al Dios vivo. Esta nostalgia es una enfermedad, también nuestra. Uno comienza a caminar con el entusiasmo de ser libre, pero luego comienzan las quejas: «Pero sí, es un momento difícil, el desierto, tengo sed, quiero agua, quiero carne… pero en Egipto comíamos cebollas, cosas buenas y aquí no hay…». Siempre, la idolatría es selectiva: te hace pensar en las cosas buenas que te da pero no te hace ver las cosas malas. En este caso, ellos pensaban en cómo estaban en la mesa, con estas comidas tan buenas que les gustaban tanto, pero olvidaban que ésta era la mesa de la esclavitud. La idolatría es selectiva. Y otra cosa: la idolatría hace que lo pierdas todo. Aarón, para hacer un ternero, les pidió: «Dadme oro y plata», pero era el oro y la plata que el Señor les había dado cuando les dijo: «Pedid oro a los egipcios en préstamo», y luego se fueron con ellos. Es un regalo del Señor, y con el don del Señor ellos idolatran. Y eso es muy malo. Pero este mecanismo también nos sucede a nosotros: cuando tenemos actitudes que nos llevan a la idolatría, nos apegamos a cosas que nos alejan de Dios, porque hacemos otro dios y lo hacemos con los dones que el Señor nos ha dado. Con la inteligencia, con la voluntad, con el amor, con el corazón… estos son los dones del Señor que usamos para hacer idolatría. Sí, algunos de ustedes pueden decirme: «Pero yo no tengo ídolos en casa. Tengo el Crucifijo, la imagen de Nuestra Señora, que no son ídolos…» – No, no: en tu corazón. Y la pregunta que deberíamos hacernos hoy es: ¿cuál es el ídolo que tienes en tu corazón, en mi corazón? Esa salida escondida donde me siento bien, que me aleja del Dios vivo. Y también tenemos una actitud muy astuta con la idolatría: sabemos cómo esconder los ídolos, como hizo Raquel cuando huyó de su padre y los escondió en la silla del camello y entre sus ropas. Nosotros también, entre nuestras ropas del corazón, hemos escondido muchos ídolos. La pregunta que me gustaría hacer hoy es: ¿cuál es mi ídolo? Mi ídolo de la mundanidad… y la idolatría llega también alla piedad,  porque querían  el becerro de oro no para hacer un circo: no. Para adorar: «Se postraron ante él». La idolatría te lleva a una religiosidad equivocada, en efecto: muchas veces la mundanalidad, que es la idolatría, te hace cambiar la celebración de un sacramento en una fiesta mundana. Un ejemplo: no sé, pensemos, y en