Categoría: Papa Francisco

10
Abr

El Papa en oración ante la Síndone: El Padre siempre nos escucha y nos salva

Vaticano.- “Jesús nos da la fuerza para afrontar cada prueba con fe, con esperanza y con amor”. Carta del Santo Padre Francisco al Arzobispo de Turín con motivo de la ostensión extraordinaria de la Sábana Santa, este Sábado Santo, 11 de abril de 2020. “Deseo expresarle mi más sincero agradecimiento por este gesto, que responde a la petición del pueblo fiel de Dios, duramente probado por la pandemia del coronavirus”, lo escribe el Papa Francisco en una Carta dirigida a Monseñor Cesare Nosiglia, Arzobispo de Turín y Obispo de Susa, Italia, quien presidirá una celebración en la capilla que custodia la Sábana Santa, que, de forma extraordinaria, será visible para todos los que participan en la oración a través de los medios de comunicación este Sábado Santo, 11 de abril de 2020. El Hombre de la Sábana Santa, el Siervo del Señor Ante la ostensión extraordinaria de la Sábana Santa, el Santo Padre se une a la oración del Arzobispo de Turín, dirigiendo su mirada al Hombre de la Sábana Santa en quien reconocemos los rasgos del Siervo del Señor, que Jesús realizó en su Pasión. Y citando al profeta Isaías (53,3.4-5), el Papa Francisco señala que, Cristo “soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido curados”. Por ello, “en el rostro del Hombre de la Sábana Santa – precisa el Pontífice – vemos también los rostros de muchos hermanos y hermanas enfermos, especialmente los más solos y menos cuidados; pero también de todas las víctimas de las guerras y la violencia, de la esclavitud y la persecución”. El Padre siempre escucha a sus hijos y los salva En este sentido, como cristianos, y a la luz de las Escrituras, afirma el Papa Francisco, contemplamos en esta tela el icono del Señor Jesús crucificado, muerto y resucitado. “A Él nos confiamos, en Él confiamos. Jesús – indica el Pontífice – nos da la fuerza para afrontar cada prueba con fe, con esperanza y con amor, con la certeza de que el Padre siempre escucha a sus hijos que claman a Él, y los salva”. Por ello, a todos los que participaran a través de los medios de comunicación en la oración ante la Sábana Santa, el Santo Padre los invita a vivirlo en íntima unión con la Pasión de Cristo, para experimentar la gracia y la alegría de su Resurrección. Antes de concluir su Misiva, el Papa Francisco imparte su bendición a Monseñor Nosiglia, a la Iglesia de Turín y a todos los fieles, especialmente a los enfermos y a los que sufren y a cuántos los cuidan. Que el Señor dé paz y misericordia a todos. ¡Feliz Pascua! Prensa CEVNota de prensa de Vatican News10 de abril de 2020

10
Abr

Pasión del Señor: en esta pandemia «Dios es aliado nuestro, no del virus»

Vaticano.- «Dios participa en nuestro dolor para vencerlo», y en medio de tanto sufrimiento causado por esta pandemia, «es aliado nuestro, no del virus». Son las palabras del Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, en la homilía de la celebración de la Pasión del Señor, presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro. El fraile capuchino lanzó un mensaje contundente: «No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. Construyamos una vida más fraterna, más humana y más cristiana». La tarde del 10 de abril, Viernes Santo, día en el que la Iglesia recuerda la crucifixión y la muerte de Jesús, el Papa Francisco presidió la celebración de la Pasión del Señor en una solemne Basílica de San Pedro vacía, sin la presencia física de los fieles a causa de la pandemia del coronavirus que ha forzado el aislamiento de millones de personas en todo el mundo. El encargado de pronunciar la homilía fue el padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, quien citando las palabras de San Gregorio Magno, «la Escritura crece con quienes la leen» (cum legentibus crescit), recordó que hoy todos los cristianos leemos el relato de la Pasión con una pregunta en el corazón, «más aún, con un grito», que se eleva por toda la tierra y que por lo tanto, «debemos tratar de captar la respuesta que la Palabra de Dios le da». Dos perspectivas para mirar el relato «del mal más grande» «Lo que acabamos de escuchar es el relato del mal objetivamente más grande jamás cometido en la tierra», dijo el padre Raniero sugiriendo que podemos mirarlo desde dos perspectivas diferentes: de frente o por detrás, es decir, por sus causas o por sus efectos: “Si nos detenemos en las causas históricas de la muerte de Cristo nos confundimos y cada uno estará tentado de decir como Pilato: «Yo soy inocente de la sangre de este hombre» (Mt 27,24). Por lo tanto, la cruz se comprende mejor por sus efectos que por sus causas” En este sentido, el fraile capuchino subrayó que uno de esos efectos que emanan del sacrificio de Jesús, es que su cruz «ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano… de todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, ni una maldición. Ha sido redimida en raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí». Asimismo, el padre Raniero hizo hincapié en que Jesús murió por todos y no solo por los que tienen fe, con lo cual el plan de Salvación de Dios fue pensado para toda la humanidad, sin excluir a nadie. La pandemia nos ha despertado del delirio de omnipotencia En alusión al actual contexto de sufrimiento e incertidumbre que viven millones de personas en todo el mundo, recluidas en sus hogares cumpliendo con la cuarentena para evitar que se siga extendiendo el coronavirus, el Predicador de la Casa Pontificia lanza una pregunta: ¿Cuál es la luz que todo esto arroja sobre la situación dramática que está viviendo la humanidad? “También aquí, más que a las causas, debemos mirar a los efectos. No solo los negativos, cuyo triste parte escuchamos cada día, sino también los positivos que solo una observación más atenta nos ayuda a captar. La pandemia del Coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia” Ha bastado el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un virus –continuó diciendo Cantalamessa– para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos. «El hombre en la prosperidad no comprende —dice un salmo de la Biblia—, es como los animales que perecen (Sal 49,21). ¡Qué gran verdad!». Dios participa de nuestro dolor para vencerlo Igualmente, en su homilía, el padre Raniero puntualizó que en medio de esta pandemia, «¡Dios es aliado nuestro, no del virus!»… «Tengo proyectos de paz, no de aflicción», nos dice Él mismo en la Biblia (Jer 29,11).  El que lloró un día por la muerte de Lázaro llora hoy por el flagelo que ha caído sobre la humanidad. Sí, Dios «sufre», como cada padre y cada madre. Un día, nos avergonzaremos de todas las acusaciones que hicimos contra Él en la vida. Dios participa en nuestro dolor para vencerlo. «Dios —escribe san Agustín—, siendo supremamente bueno, no permitiría jamás que cualquier mal existiera en sus obras, si no fuera lo suficientemente poderoso y bueno, para sacar del mal mismo el bien». Solidaridad: un fruto positivo de la crisis sanitaria Otro fruto positivo de la presente crisis sanitaria que destacó el Predicador es el sentimiento de solidaridad. “¿Cuándo, en la memoria humana, los pueblos de todas las naciones se sintieron tan unidos, tan iguales, tan poco litigiosos, como en este momento de dolor? Nunca como ahora hemos percibido la verdad del grito de un nuestro poeta: «¡Hombres, paz! Sobre la tierra postrada demasiado es el misterio» . Nos hemos olvidado de los muros a construir. El virus no conoce fronteras. En un instante ha derribado todas las barreras y las distinciones: de raza, de religión, de censo, de poder. No debemos volver atrás cuando este momento haya pasado” Un mundo más pobre de cosas pero más rico en humanidad Al concluir, el Padre Raniero, recurriendo a la exhortación del Santo Padre Francisco, recordó que no debemos desaprovechar esta ocasión. No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. «Esta es la «recesión» que más debemos temer». «Es el momento de realizar algo de esta profecía de Isaías cuyo cumplimiento espera desde siempre la humanidad. Digamos basta a la trágica carrera de armamentos. Gritadlo con todas vuestras fuerzas, jóvenes, porque es sobre todo vuestro destino lo que está en juego. Destinemos los ilimitados recursos empleados para las armas para los fines cuya necesidad y urgencia vemos en estas situaciones: la salud, la higiene, la alimentación, la lucha contra

10
Abr

El Papa preside el Vía Crucis de este año en la Plaza de San Pedro

Vaticano.- Al termino del Vía Crucis, el Papa Francisco ha impartido la Bendición Apostólica. El de este año es un Vía Crucis en memoria de todos presos, que en el silencio de las prisiones, la voz de uno desea convertirse en la voz de todos. El Viernes Santo 10 de abril, en torno a las 9 de la noche, el Papa Francisco ha presidido la celebración del Vía Crucis en una Plaza de San Pedro en el Vaticano completamente vacía y no en el Coliseo de Roma como tradicionalmente se viene realizando, debido a las restricciones adoptadas tras la emergencia sanitaria por coronavirus. Ha comenzado junto al obelisco que se encuentra en medio de la Plaza de San Pedro con la primera estación hasta terminar en el atrio de la Basílica Vaticana. Al finalizar las estaciones, el Santo Padre ha impartido la Bendición Apostólica. Las meditaciones de las XIV estaciones que recorrió Jesús desde el pretorio hasta al Monte Calvario este año han sido propuestas por la capellanía del Centro Penitenciario de cumplimiento “Due Palazzi” de Padua. Aceptando la invitación del Papa Francisco, catorce personas meditaron sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, actualizándola en su propia vida. Entre ellas figuran cinco personas detenidas, una familia víctima de un delito de homicidio, la hija de un hombre condenado a cadena perpetua, una educadora de instituciones penitenciarias, un juez de vigilancia penitenciaria, la madre de una persona detenida, una catequista, un fraile voluntario, un agente de policía penitenciaria y un sacerdote que fue acusado y ha sido absuelto definitivamente por la justicia, tras ocho años de proceso ordinario. Junto a los presos en el camino de la Cruz «Acompañar a Cristo en el camino de la cruz, con la voz áspera de las personas que habitan el mundo de las prisiones, es una oportunidad para presenciar el prodigioso duelo entre la vida y la muerte, descubriendo cómo los hilos del bien se entrelazan inevitablemente con los del mal». Con estas profundas palabras comienza la introducción de las meditaciones del Vía Crucis de este año. Los textos, recogidos por el capellán del Instituto Penitenciario «Due Palazzi» de Padua, Don Marco Pozza, y por la voluntaria Tatiana Mario, han sido escritos en primera persona, pero están destinados a dar voz a todos aquellos que, en el mundo, comparten la misma condición.  El de este año, por tanto, es un Vía Crucis en memoria de todos presos, que en el silencio de las prisiones, la voz de uno desea convertirse en la voz de todos. Prensa CEVNota de prensa de Vatican News10 de abril de 2020

09
Abr

El Papa: así estoy viviendo la emergencia de la pandemia

Vaticano.- ¿Cómo vive el Papa la crisis causada por el Covid-19? ¿Y cómo se está preparando para el después? Entrevista realizada por Austen Ivereigh al Papa Francisco. ¿Cómo vive el Papa la crisis causada por el Covid-19? ¿Y cómo se está preparando para el después? Francisco respondió a las preguntas del periodista y escritor británico Austen Ivereigh a distancia, grabando un poco de audio. La entrevista se publica simultáneamente en The Tablet (Londres) y en Commonweal (Nueva York). ABC ofrece el texto original en español y La Civiltà Cattolica en italiano. Santo Padre, ¿cómo está viviendo la pandemia y encierro, tanto en la Casa Santa Marta como el Vaticano en general, en lo práctico y en lo espiritual? La Curia trata de sacar adelante el trabajo, de vivir normalmente, organizándose por turnos para que no toda la gente esté junta en el mismo momento. Una cosa bien pensada. Mantenemos las medidas establecidas por las autoridades sanitarias. Aquí en Casa Santa Marta se han hecho dos turnos de comida, que ayudan bastante a aliviar el impacto. Cada uno trabaja en su oficina o desde su habitación con medios digitales. Todo el mundo está trabajando; aquí no hay ociosos. ¿Cómo lo vivo yo espiritualmente? Rezo más, porque creo que debo hacerlo, y pienso en la gente. Es algo que me preocupa: la gente. Pensar en la gente a mí me unge, me hace bien, me saca del egoísmo. Por supuesto tengo mis egoísmos: el martes viene el confesor, o sea que ahí arreglo las otras cosas. Pienso en mis responsabilidades de ahora y ya para el después. ¿Cuál va a ser mi servicio como obispo de Roma, como cabeza de la iglesia, en el después? Este después ya empezó a mostrar que va a ser un después trágico, un después doloroso, por eso conviene pensar desde ahora. Se ha organizado a través del Dicasterio del Desarrollo Humano Integral una comisión que trabaja en esto y se reúne conmigo. La gran preocupación mía –al menos la que siento en la oración– es cómo acompañar al pueblo de Dios y estar más cercano a él. Este es el significado de la misa de las siete de la mañana en «streaming» (o retransmitida en directo), que mucha gente sigue y se siente acompañada; de algunas intervenciones mías, y del acto del 27 de marzo en la plaza de San Pedro. Y de un trabajo bastante intenso a través de la Limosnería Apostólica, de presencia para acompañar las situaciones de hambre y enfermedad. Estoy viviendo este momento con mucha incertidumbre. Es un momento de mucha inventiva, de creatividad. Hay una novela italiana del siglo XIX muy querida por usted, que ha mencionado varias veces recientemente: «I Promessi Sposi» («Los novios») de Alessandro Manzoni. El drama de la novela se centra en la peste de Milán de 1630. Hay varios personajes del clero: el cura cobarde Don Abundio, el santo cardenal arzobispo Borromeo, y los frailes capuchinos que sirven en el «lazareto», una especie de hospital de campaña donde los contagiados son rigurosamente separados de los sanos. A la luz de la novela, ¿cómo ve el Papa la misión de la Iglesia en el contexto de la enfermedad Covid-19? El cardenal Federico Borromeo realmente es un héroe de esa peste de Milán. Pero en uno de los capítulos se dice que pasó a saludar a un pueblo, pero con la ventanilla del carruaje cerrada, quizá para protegerse. A la gente no le cayó muy bien. El pueblo de Dios necesita que el pastor esté cerca, que no se cuide demasiado. Hoy el pueblo de Dios necesita el pastor muy cerca, con la abnegación que tenían los capuchinos, que estaban cerca. La creatividad del cristiano se tiene que manifestar en abrir horizontes nuevos, en abrir ventanas, abrir transcendencia hacia Dios y hacia los hombres, y redimensionarse en la casa. No es fácil estar encerrado en casa. Me viene a la mente un verso de la Eneida en medio de la derrota: el consejo de no bajar los brazos. Resérvense para mejores tiempos, porque en esos tiempos recordar esto que ha pasado nos ayudará. Cuídense para un futuro que va a venir. Y cuando llegue ese futuro, recordar lo que ha pasado les va a hacer bien. Cuidar el ahora, pero para el mañana. Todo esto con la creatividad. Una creatividad sencilla, que todos los días inventa. Dentro del hogar no es difícil descubrirla. Pero no huir, escaparse en alienaciones, que en este momento no sirven. En relación a las políticas del estado en respuesta a la crisis, mientras la cuarentena masiva ha sido una señal de que algunos gobiernos están dispuestos a sacrificar el bienestar económico para beneficio de los más vulnerables, igualmente pone al descubierto el nivel de exclusión que antes se consideraba normal y aceptable. Es cierto, algunos gobiernos han tomado medidas ejemplares con prioridades bien señaladas para defender a la población. Pero nos vamos dando cuenta de que todo nuestro pensamiento, nos guste o no nos guste, está estructurado en torno a la economía. En el mundo de las finanzas parece que es normal sacrificar. Una política de la cultura del descarte. Desde el principio al fin. Pienso, por ejemplo, en la selectividad prenatal. Hoy día es muy difícil encontrar personas con síndrome de Down por la calle. Cuando la tomografía los ve, los mandan al remitente. Una cultura de la eutanasia, legal o encubierta, en que al anciano se le dan las medicinas hasta un cierto punto. Me viene a la mente la encíclica del Papa Pablo VI, la Humanae Vitae. La gran queja de los pastoralistas de la época se centraba en la píldora. Y no se dieron cuenta de la fuerza profética de esa encíclica, que era adelantarse al neomaltusianismo que se venía preparando para todo el mundo. Es una alerta de Pablo VI ante esa onda de neomaltusianismo. Lo vemos en la selección de la gente según la posibilidad de producir, de ser útil: la cultura del descarte. Los sin techo

09
Abr

In Coena Domini. El Papa a los sacerdotes: déjense lavar los pies

Vaticano.- En la noche en el que el más grande se hace pequeño, (cfr. Jn 13, 3-5), el Pontífice improvisa la homilía de la Misa de la Cena del Señor, y da tres palabras claves, Eucaristía, servicio, unción, es decir «la realidad de esta celebración». Y se dirige a los sacerdotes, a quienes hoy lleva consigo al altar. «Sean grandes perdonadores», les dice. El día en que la Iglesia conmemora la Última Cena celebrada por Jesús con sus doce discípulos en «la noche en que iba a ser entregado» (1 Cor 11,23), durante la cual el Maestro instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio cristiano y que marca el inicio del Triduo Pascual, el Papa Francisco celebró la Santa Misa en la Basílica Vaticana. Una Misa inusual, debido a la pandemia en curso, que ve al Sumo Pontífice celebrarla en una basílica semivacía, tras haberla celebrado cinco años en el interior de una cárcel, tras haber lavado los pies de personas privadas de su libertad, de pobres y de refugiados. Este año, esos ritos no están presentes, debido al distanciamiento social pedido por las autoridades para prevenir los contagios. La comunión de la Iglesia es de todos modos latente: en los hogares convertidos en templos domésticos así como en las iglesias y en las comunidades religiosas, gracias también a los medios de comunicación social.  Eucaristía, servicio, unción En la noche en el que el más grande se hace pequeño, (cfr. Jn 13, 3-5), el Pontífice improvisa la homilía, y da tres palabras claves al iniciar, a partir de las cuales desarrollará la primera parte de su reflexión: Eucaristía, servicio, unción. El Señor que quiere permanecer con nosotros en la Eucaristía, y nosotros nos convertimos siempre en sagrarios del Señor: llevamos al Señor con nosotros hasta el punto de que él mismo nos dice que si no comemos su cuerpo y bebemos su sangre, no entraremos en el Reino de los Cielos. Misterio, esto del pan y el vino, del Señor con nosotros, en nosotros, dentro de nosotros. El servicio: ese gesto que es una condición para entrar en el Reino de los Cielos. Servir, sí, a todos. Pero el Señor, en ese intercambio de palabras que tuvo con Pedro, le hace entender que para entrar en el Reino de los Cielos debemos dejar que el Señor nos sirva, que sea el Siervo de Dios siervo de nosotros. Y esto es difícil de entender. Si no dejo que el Señor sea mi siervo, que el Señor me lave, me haga crecer, me perdone, no entraré en el Reino de los Cielos. Y el sacerdocio. Hoy quisiera estar cerca de los sacerdotes, de todos los sacerdotes, desde el más reciente ordenado hasta el Papa: todos somos sacerdotes. Obispos, todos… Somos ungidos, ungidos por el Señor; ungidos para hacer la Eucaristía, ungidos para servir. Los santos de al lado El Papa no presidió esta mañana la Misa Crismal con los sacerdotes de Roma, pero espera poder celebrarla “antes de Pentecostés”, dice en la homilía, porque de lo contrario “debemos posponerla hasta el año que viene”. Sin embargo, añade, “no puedo dejar pasar esta Misa sin recordar a los sacerdotes”: Sacerdotes que ofrecen sus vidas por el Señor, sacerdotes que son servidores. En estos días – hace presente – más de 60 han muerto aquí, en Italia, en el cuidado de los enfermos en los hospitales. También con los médicos, las enfermeras: son los santos de al lado, sacerdotes que han dado su vida en el servicio. Sacerdotes anónimos y buenos Francisco piensa en particular en aquellos que están lejos, narra de haber recibido precisamente hoy la carta de un franciscano capellán de una prisión, que cuenta cómo vive esta Semana Santa con los presos. Y habla de los sacerdotes que van lejos para llevar el Evangelio, y mueren también a causa de la peste en ese lugar lejano, porque no estaban preparados, porque no tenían anticuerpos. Sacerdotes de los cuales “nadie conoce su nombre”. Y prosigue: Los sacerdotes anónimos, los curas del campo que son párrocos en cuatro, cinco, siete pueblos, en las montañas, y van de uno a otro, que conocen a la gente… Una vez, uno de ellos me dijo que sabía el nombre de toda la gente de los pueblos. «¿En serio?» Le dije. Y dijo: «Incluso el nombre de los perros». Conocen toda la proximidad sacerdotal: bien. Buenos sacerdotes. Sacerdotes calumniados y pecadores En este día Francisco lleva a todos en su corazón, y los lleva “al altar”. Lleva a los sacerdotes calumniados que muchas veces no pueden ir a la calle porque les dicen cosas malas en referencia “al drama del descubrimiento de los sacerdotes que han hecho cosas malas”: “Algunos me dijeron que no pueden salir con el collar clerical porque los insultan, y ellos siguen”. Lleva también al altar a los sacerdotes pecadores, “que junto con los obispos y al Papa pecador” no olvidan de “pedir perdón” y “aprenden a perdonar”. No sean tercos como Pedro Lleva consigo a los sacerdotes que sufren algunas crisis, que no saben qué hacer, que “están en la oscuridad”: Hoy todos ustedes hermanos sacerdotes, están conmigo en el altar, ustedes, consagrados. Sólo les digo una cosa: no sean tercos como Pedro. Déjense lavar los pies. El Señor es su siervo, Él está cerca de ustedes para darles fuerza, para lavarles los pies. Generosidad en el perdón Concluyendo la homilía, el Pontífice exhorta a los sacerdotes a ser “grandes perdonadores”: Perdonen. Corazón grande de generosidad en el perdón. Es la medida con la que seremos medidos. Como has perdonado, serás perdonado: la misma medida. No tengan miedo de perdonar. A veces tenemos dudas: miren a Cristo. Allí está el perdón para todos. Sean valientes. Incluso arriesgando en el perdonar, para consolar. Y si no pueden dar un perdón sacramental en ese momento, al menos den el consuelo de un hermano que acompaña y deja la puerta abierta para que vuelva. Por último, la gratitud a Dios padre por la gracia del sacerdocio y

08
Abr

Liturgias del Triduo y el Vía Crucis, la Pascua esencial del Papa

Vaticano.- Las celebraciones del Jueves y Viernes Santo, la Misa de la Vigilia y el Domingo: todo ha sido rediseñado para acompañar a los fieles en tiempo de pandemia. Todo será más sobrio y esencial. La Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice tuvo que organizar rápidamente las celebraciones que Francisco está a punto de presidir sin la presencia de los fieles, en una basílica de San Pedro medio vacía. Sin embargo, nunca antes tanta gente había mirado al Papa gracias a los medios de comunicación. De hecho, el Papa quiere estar cerca de las muchas personas que no pueden ir a misa y participar en las liturgias de este singular Triduo Pascual en tiempos de pandemia y aislamiento forzoso. El Crucifijo de San Marcelo y el icono de la Salus populi Romani que acompañó tanto la oración del 27 de marzo como la misa del Domingo de Ramos estarán siempre presentes. El Jueves Santo, como ya se sabe, el Papa no presidirá la Misa Crismal con los sacerdotes de Roma: la celebración tendrá lugar cuando la crisis haya terminado. La misa en Coena Domini, que conmemora la institución de la Eucaristía, se celebrará a las 6:00 p.m. en el altar de la Cátedra sin el rito tradicional de lavar los pies (que puede ser omitido, en cualquier caso) y no terminará con la reposición del Santísimo Sacramento al final de la celebración. El Viernes Santo habrá dos momentos. El primero es la Liturgia de la Pasión y la Adoración de la Cruz, a las 6 pm, en la Basílica de San Pedro. El Crucifijo de San Marcelo estará cubierto. Habrá una meditación del predicador de la Casa Papal, el Padre Raniero Cantalamessa, y luego se revelará el crucifijo. Habrá adoración, pero no el beso de la Cruz. En la tarde del Viernes Santo, a las 21 horas, se hará el Vía Crucis en la Plaza de San Pedro, con las estaciones a lo largo de la columnata, alrededor del obelisco y finalmente a lo largo del camino que lleva al patio de la iglesia. Habrá dos grupos de portadores de la Cruz. Habrá prisioneros de la prisión de Due Palazzi en Padua (las meditaciones fueron escritas por algunos de ellos), y médicos y enfermeras del FAS. Los médicos y las enfermeras están en primera línea al servicio de los enfermos afectados por la pandemia. Durante la Vigilia del Sábado Santo, a las 9 p.m., no se celebrarán bautismos. La ceremonia inicial con el fuego tendrá lugar detrás del altar de la confesión. No habrá velas para los presentes y el canto de las tres invocaciones de «lumen Christi» sólo tendrá lugar con la iluminación en secuencia de las luces de la Basílica durante la procesión al altar de la Silla. Las campanas de San Pedro sonarán en el momento en que el Gloria anuncie la resurrección. La misma sobriedad caracterizará también la misa del Domingo de Pascua, que el Papa celebrará a las 11 de la mañana en el altar de la Cátedra. El Evangelio será proclamado en griego y en latín. Al final de la misa, Francisco irá a la sacristía para quitarse sus vestiduras, luego regresará a la Basílica frente al altar de la Confesión, desde donde pronunciará el mensaje Urbi et Orbi y dará la bendición pascual. Todo se llevará a cabo en el interior. Prensa CEVNota de prensa de Vatican News08 de abril de 2020

08
Abr

Papa Francisco en la catequesis: en estos días santos, Crucifijo y Evangelio

Vaticano.- ¿Qué está haciendo Dios ante nuestro dolor? ¿Dónde está Él cuando todo sale mal? ¿Por qué no resuelve nuestros problemas rápidamente? A estas preguntas el Papa Francisco dedicó su catequesis en la audiencia general que tuvo lugar en la Biblioteca Apostólica. «Desde el corazón abierto del Crucificado, el amor de Dios llega a cada uno de nosotros», afirma el Papa. «Podemos cambiar nuestras historias acercándonos a Él». También este miércoles el Papa Francisco presidió la audiencia general desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano. Con el relato de la Pasión de Jesús, que nos acompaña en estos días santos, dedicó su catequesis a ayudar a interpretar este tiempo particular de pandemia. ¿Dónde está Dios? En estas semanas de aprensión a causa de la pandemia que está haciendo sufrir tanto al mundo, entre las muchas preguntas que nos hacemos, también puede haber preguntas sobre Dios: ¿qué está haciendo ante nuestro dolor? ¿Dónde está Él cuando todo sale mal? ¿Por qué no resuelve nuestros problemas rápidamente? Son preguntas que nos hacemos sobre Dios. Francisco recordó la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, cuando el pueblo, que esperaba un Mesías poderoso y triunfador, se preguntaba si lo liberaría de sus enemigos. “En su lugar, llegó uno gentil y humilde de corazón, llamando a la conversión y a la misericordia”. Tal es así “que la multitud, que antes lo había alabado, la que grita: «¡Sea crucificado! (Mt 27:23)”. Mientras que “los que lo seguían, confundidos y asustados, lo abandonaron”. Pensaban: si este es el destino de Jesús, el Mesías no es Él, porque Dios es fuerte, Dios es invencible. La cruz es la cátedra de Dios Más adelante en el relato, prosiguió el Papa, «el centurión romano», que “no era creyente, era un pagano”, pero que “había tocado con su propia mano” el amor sin medida de Cristo, dice lo contrario de los otros. Dice: “allí está Dios, que es Dios de verdad”. Hoy podemos preguntarnos: ¿cuál es el verdadero rostro de Dios? Normalmente proyectamos en Él lo que somos, a la máxima potencia: nuestro éxito, nuestro sentido de la justicia, e incluso nuestra indignación. Pero el Evangelio nos dice que Dios no es así. Él es diferente y no podríamos conocerlo con nuestras fuerzas. Miremos el crucifijo para ver a nuestro Señor En la cruz, señala Francisco, «aprendemos los rasgos del rostro de Dios»: la cruz es la cátedra de Dios. Por eso en estos días “nos hará bien mirar al Crucifijo en silencio y ver quién es nuestro Señor”.  Es Aquel que no señala a nadie con el dedo, ni siquiera a aquellos que lo están crucificando, sino que abre los brazos a todos; el que no nos aplasta con su gloria, sino que se deja desnudar por nosotros; el que no nos ama con palabras, sino que nos da la vida en silencio; el que no nos obliga, sino que nos libera; el que no nos trata como a extraños, sino que toma sobre sí nuestro mal, toma sobre sí nuestros pecados. Jesús no quiere ser malinterpretado Por ese motivo el Pontífice invita a que en estos días miremos el crucifijo y abramos el Evangelio: “esto será para nosotros – digámoslo así – como una gran liturgia doméstica, porque no podemos ir a la iglesia en estos días. Crucifijo y Evangelio”. En el Evangelio leemos que cuando la gente va a Jesús para hacerlo rey, por ejemplo después de la multiplicación de los panes, Él se va (cf. Jn 6:15). Y cuando los demonios quieren revelar su divina majestad, los silencia (cf. Mc 1, 24-25). ¿Por qué? Porque Jesús no quiere que se le malinterprete, no quiere que la gente confunda al verdadero Dios, que es el amor humilde, con un dios falso, un dios mundano que da espectáculo y se impone por la fuerza. Jesús está hecho de Amor, Él es el Amor, afirma el Papa. Da testimonio de esto el centurión, cuando tan pronto como Cristo da su vida en la cruz dice: «Verdaderamente era el Hijo de Dios». «No tengan miedo» Y aunque se podría objetar, como la multitud que esperaba a Jesús triunfante y con la espada a la entrada de Jerusalén, «¿Qué hago con un Dios tan débil, que muere?”, el Papa subraya una vez más que “el poder de este mundo pasa, mientras que el amor permanece”. Sólo el amor custodia la vida que tenemos, porque abraza nuestras debilidades y las transforma. Es el amor de Dios que en la Pascua sanó nuestro pecado con su perdón, que hizo de la muerte un pasaje de vida, que cambió nuestro miedo en confianza, nuestra angustia en esperanza. La Pascua nos dice que Dios puede convertir todo en bien. Por eso en la mañana de Pascua se nos dice: «¡No tengas miedo!» (cf. Mt 28,5). Podemos cambiar nuestra historia acercándonos a Dios Si bien las angustiosas preguntas sobre el mal “no se desvanecen de repente”, encuentran en el Resucitado “la base sólida que nos permite no naufragar”: Jesús cambió la historia al acercarse a nosotros y la convirtió, aunque todavía marcada por el mal, en una historia de salvación. Al ofrecer su vida en la Cruz, Jesús también conquistó la muerte. Desde el corazón abierto del Crucificado, el amor de Dios llega a cada uno de nosotros. Podemos cambiar nuestras historias acercándonos a Él, aceptando la salvación que nos ofrece. En estos días santos, crucifijo y Evangelio El Santo Padre concluyó la catequesis pidiendo aún que abramos nuestro corazón a  Dios esta semana, con el Crucifijo y Evangelio. Dejando que su mirada se ponga sobre nosotros, comprenderemos que no estamos solos, sino que somos amados, porque el Señor no nos abandona y jamás se olvida de nosotros. Al saludar a los fieles de lengua española que siguieron la catequesis a través de los medios de comunicación social, los invitó a pedir con fe a Jesús que “convierta nuestro miedo en confianza, nuestra angustia en esperanza y nos haga experimentar la cercanía de su amor infinito”.

08
Abr

Que Dios convierta a los Judas de hoy, mafiosos y usureros que explotan a los necesitados

Vaticano.- En la misa de Santa Marta, Francisco reza por la conversión de los explotadores, mafiosos y usureros que se aprovechan de los necesitados en esta crisis provocada por la pandemia del coronavirus. En su homilía, habla de la traición de Judas, de los que venden a la gente, incluso a sus seres queridos, para su beneficio personal. El Papa Francisco preside la misa en la Casa Santa Marta en el miércoles de Semana Santa. Al introducir la celebración, reza por la conversión de quienes en este momento explota a los necesitados: Recemos hoy por la gente que en esta época de pandemia hace comercio con los necesitados. Se aprovechan de las necesidades de los demás y los venden: los mafiosos, los usureros y muchos otros. Que el Señor toque sus corazones y los convierta. En su homilía, Francisco comenta el Evangelio de Mateo de hoy (Mt 26, 14-25), que nos habla de la traición de Judas. Aún hoy – dice el Papa – hay Judas, gente que traiciona, incluso a sus seres queridos, vendiéndolos, por sus propios intereses. También hoy hay gente que quiere servir a Dios y al dinero, explotadores ocultos, aparentemente impecables, pero que comercian con la gente: venden al projimo. Judas dejó unos discípulos, discípulos del diablo. Judas era apegado al dinero: quien ama demasiado el dinero, traiciona. Pero es traicionado por el diablo, que es un mal pagador y deja en la desesperación. Y termina ahorcándose. El Papa piensa en los muchos Judas institucionalizados que hoy en día explotan a las personas y también en los pequeños Judas que hay dentro de nosotros: cada uno de nosotros tiene la posibilidad de traicionar, por amor al dinero o a los bienes. A continuación, el texto de la homilía según una transcripción nuestra: El Miércoles Santo también se llama «Miércoles de la Traición», el día en que se subraya en la Iglesia la traición de Judas. Judas vende al Maestro. Cuando pensamos en el hecho de vender a la gente, nos viene a la mente el comercio hecho con los esclavos de África para llevarlos a América – una cosa antigua – luego el comercio, por ejemplo, de las jóvenes Yazide vendidas a Daesh: pero es una cosa lejana, es una cosa … También hoy en día se vende gente. Todos los días. Hay Judas que venden a sus hermanos y hermanas, explotándolos en su trabajo, no pagando lo justo, no reconociendo los deberes… Es más, venden muchas veces las cosas más queridas. Creo que para estar más cómodo un hombre es capaz de alejar a los padres y no verlos más, ponerlos protegidos en una casa hogar y no ir a verlos… vende. Hay un dicho muy común que, hablando de gente así, dice que «éste es capaz de vender a su madre»: y la venden. Ahora están tranquilos, están alejados: «Cuídenlos ustedes…». Hoy en día el comercio humano es como en los primeros días: se hace. ¿Y esto por qué? Porque Jesús lo dijo. Él le dio dinero a un señor. Jesús dijo: «No puedes servir a Dios y al dinero», dos señores. Es lo único que Jesús establece y cada uno de nosotros debe elegir: o sirves a Dios, y serás libre en la adoración y el servicio, o sirves al dinero, y serás esclavo del dinero. Esta es la opción y mucha gente quiere servir a Dios y al dinero. Y esto no puede hacerse. Al final fingen que sirven a Dios para servir al dinero. Los explotadores ocultos que son socialmente impecables, pero bajo la mesa comercian, incluso con la gente: no importa. La explotación humana consiste en vender al prójimo. Judas se ha ido, pero ha dejado discípulos, que no son sus discípulos sino el diablo. No sabemos cómo fue la vida de Judas. Un muchacho normal, tal vez, e incluso con inquietudes, porque el Señor lo llamó a ser discípulo. Él nunca logró serlo: no tenía boca de discípulo ni corazón de discípulo, como hemos leído en la primera lectura. Era débil en el discipulado, pero Jesús lo amaba… Luego el Evangelio nos hace comprender que le gustaba el dinero: en casa de Lázaro, cuando María ungió los pies de Jesús con aquel perfume tan caro, hizo la reflexión y Juan subrayó: «Pero no lo dice porque amaba a los pobres: porque era ladrón». El amor por el dinero lo había llevado fuera de las reglas, a robar, y de robar a traicionar hay un paso, pequeñito. Quien ama demasiado el dinero traiciona para tener más, siempre: es una regla, un hecho. El Judas muchacho, quizás bueno, con buenas intenciones, termina siendo un traidor hasta el punto de ir al mercado a vender: «Fue a donde estaban los jefes de los sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se los entrego?»». En mi opinión, este hombre estaba fuera de sí. Una cosa que me llama la atención es que Jesús nunca le dice «traidor»; dice que será traicionado, pero no le dice a él «traidor». Nunca dice: «Vete, traidor». ¡Nunca! Es más, le dice: «Amigo», y lo besa. El misterio de Judas… ¿Cómo es el misterio de Judas? No sé… Don Primo Mazzolari lo explicó mejor que yo… Sí, me consuela contemplar aquel capitel de Vézelay: ¿cómo terminó Judas? No lo sé. Jesús amenaza fuertemente, aquí; amenaza fuertemente: «¡Ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es traicionado: sería mejor para ese hombre si nunca hubiera nacido!» ¿Pero eso significa que Judas está en el infierno? No lo sé. Yo miro el capitel. Y escucho la palabra de Jesús: «Amigo». Pero esto nos hace pensar en otra cosa, que es más real, más que hoy: el diablo entró en Judas, fue el diablo quien lo llevó a este punto. ¿Y cómo terminó la historia? El diablo es un mal pagador. No es un pagador confiable. Te promete todo, te hace ver todo y al final te deja solo en tu desesperación a ahorcarte. El corazón de

07
Abr

El Papa reza por los inocentes que sufren sentencias injustas

Vaticano.- En la misa de Santa Marta, el Papa recuerda la persecución sufrida por Jesús y reza por los que sufren ensañamiento y sentencias injustas. En su homilía, comentando la traición de Judas y la negación de Pedro, invitó a pedir la gracia de perseverar en el servicio, a pesar de las propias caídas. En el martes de la Semana Santa el Santo Padre Francisco preside la misa en la Casa Santa Marta. La antífona de entrada, que el Papa lee al principio de la celebración, está tomada del Salmo 26: “No me incluyas entre los pecadores ni entre los hombres sanguinarios: ellos tienen las manos llenas de infamia”. En la introducción, dirige su pensamiento a los inocentes perseguidos: En estos días de Cuaresma hemos visto la persecución que sufrió Jesús y cómo los doctores de la ley se ensañaron contra él: fue juzgado con dureza, con saña, siendo inocente. Me gustaría rezar hoy por todas las personas que sufren un juicio injusto a causa de la persecución. En su homilía, comentó las lecturas de hoy, tomadas del Libro del Profeta Isaías (Is 49, 1-6), el segundo Canto del Siervo y el Evangelio de Juan (Jn 13, 21-33. 36-38) que habla de la traición de Judas y la negación de Pedro. Pedimos la gracia -dijo- de perseverar en el servicio, a pesar de nuestras caídas. A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción: La profecía de Isaías que hemos escuchado es una profecía sobre el Mesías, sobre el Redentor, pero también una profecía sobre el pueblo de Israel, sobre el pueblo de Dios: podemos decir que puede ser una profecía sobre cada uno de nosotros. En esencia, la profecía enfatiza que el Señor ha elegido a su servidor desde el vientre materno: lo dice dos veces. Su siervo fue elegido desde el principio, desde el nacimiento o antes del nacimiento. El pueblo de Dios fue elegido antes de nacer: también cada uno de nosotros. Ninguno de nosotros cayó en el mundo por casualidad, por caso. Cada uno tiene un destino, un destino libre, el destino de la elección de Dios. Yo nazco con el destino de ser hijo de Dios, de ser siervo de Dios, con la tarea de servir, de construir, de edificar. Y esto, desde el seno materno. El siervo de Yahvé, Jesús, sirvió hasta la muerte: parecía una derrota, pero era la manera de servir. Y esto subraya la manera de servir que debemos tener en nuestras vidas. Servir es darse a sí mismo, darse a los demás. Servir no es pretender para cada uno de nosotros otro beneficio que no sea el de servir. Servir es la gloria, y la gloria de Cristo es servir hasta el punto de aniquilarse hasta la muerte, la muerte en la cruz. Jesús es el servidor de Israel. El pueblo de Dios es siervo, y cuando el pueblo de Dios se aleja de esta actitud de servicio es un pueblo apóstata: se aleja de la vocación que Dios le ha dado. Y cuando cada uno de nosotros se aleja de esta vocación de servicio, se aleja del amor de Dios, y construye su vida sobre otros amores, muchas veces idólatras. El Señor nos ha elegido desde el vientre materno. En la vida hay caídas: cada uno de nosotros es un pecador y puede caer, y ha caído. Sólo la Virgen y Jesús… todos los demás hemos caído, somos pecadores. Pero lo que importa es la actitud ante el Dios que me eligió, que me ungió como siervo; es la actitud de un pecador que es capaz de pedir perdón, como Pedro, que jura que «no, nunca te negaré, Señor, nunca, nunca, nunca», pero luego, cuando el gallo canta, llora. Se arrepiente. Este es el camino del servidor: cuando resbala, cuando cae, pide perdón. En cambio, cuando el siervo no puede comprender que ha caído, cuando la pasión lo toma de tal manera que lo lleva a la idolatría, abre su corazón a satanás, entra en la noche: eso es lo que le pasó a Judas. Pensemos hoy en Jesús, el siervo, fiel en el servicio. Su vocación es servir hasta la muerte, y la muerte en la Cruz. Pensemos en cada uno de nosotros, parte del pueblo de Dios: somos servidores, nuestra vocación es servir, no aprovechar nuestro lugar en la Iglesia. Servir. Siempre en servicio. Pidamos la gracia de perseverar en el servicio. A veces con resbalones, caídas, pero la gracia de al menos llorar como Pedro lloró. El Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual. Aquí sigue la oración recitada por el Papa: Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo por encima de todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que no puedo recibirte sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como ya has venido, te abrazo y me uno enteramente a Tí. No dejes que nunca me separe de ti. Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum («Ave Reina del Cielo»): Salve, Reina de los cielos y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros. Prensa CEVNota de prensa de Vatican News07 de abril de 2020

06
Abr

Papa Francisco reza por los presos y piensa en los pobres: Jesús se identifica en ellos

Vaticano.- Este 6 de abril, en la Misa en Santa Marta, el Santo Padre volvió a dirigir su pensamiento a los encarcelados y al grave problema del hacinamiento en las instituciones penitenciarias, rezando para que los responsables encuentren soluciones. En su homilía, habló de los pobres, víctimas de la injusticia de las políticas económicas mundiales, y recordó: que al final de nuestras vidas seremos juzgados por nuestra relación con los pobres. En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este Lunes Santo, el Papa Francisco pidió en la intención de la Eucaristía por el problema de la superpoblación en las cárceles: “Pienso en un grave problema que existe en muchas partes del mundo. Me gustaría que hoy rezáramos por el problema de la superpoblación en las cárceles. Donde hay hacinamiento – tanta gente allí – existe el peligro, en esta pandemia, de que termine en una grave calamidad. Oremos por los responsables, por los que tienen que tomar las decisiones en esto, para que encuentren un camino justo y creativo para resolver el problema”. En su homilía, el Papa Francisco comentando el pasaje del Evangelio de Juan (Jn 12, 1-11) en el que María, hermana de Lázaro, ungió con un precioso perfume los pies de Jesús, provocando la crítica de Judas: ese perfume – dice el que iba a traicionar al Señor – podría venderse y lo recabado podía ser entregado a los pobres. El evangelista señala que dijo esto no porque se preocupaba por los pobres, sino porque era un ladrón y, como tenía la bolsa común, cogía lo que ponían en él. Jesús le respondió: «Déjala hacer, porque ella tenía reservado ese perfume para el día de mi sepultura. Porque siempre tienen a los pobres con ustedes, pero no siempre me tienen a mí. El Papa habla de los pobres: son muchos, en su mayoría están escondidos y no los vemos porque somos indiferentes. Muchos pobres son víctimas de las políticas financieras y de la injusticia estructural de la economía mundial. Muchos pobres se avergüenzan de no tener medios y acuden a Cáritas en secreto. Los pobres – recuerda el Papa – los encontraremos en el juicio final: Jesús se identifica en ellos. Seremos juzgados por nuestra relación con los pobres. A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde nuestro canal de Youtube: Este pasaje termina con una observación: “Los jefes de los sacerdotes decidieron entonces matar a Lázaro también, porque muchos judíos se alejaban de ellos por él y creyeron en Jesús”. El otro día vimos los pasos de la tentación: la seducción inicial, la ilusión, luego crece – paso dos – y paso tres, crece y se contagia y se justifica. Pero hay otro paso: sigue adelante, no se detiene. Para éstos no fue suficiente con matar a Jesús, sino también a Lázaro, porque era un testigo de la vida. Pero hoy me gustaría detenerme en una palabra de Jesús. Seis días antes de Pascua – estamos justo en la puerta de la Pasión – María hace este gesto de contemplación: Marta servía – como en el otro pasaje – y María abre la puerta a la contemplación. Y Judas piensa en el dinero y piensa en los pobres, pero no porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón y, como guardaba la caja de dinero, cogía lo que ponían en ella. Esta historia del administrador infiel es siempre actual, siempre la hay, incluso a un alto nivel: pensemos en algunas organizaciones caritativas o humanitarias que tienen tantos empleados, tantos, que tienen una estructura muy rica en personas y al final el cuarenta por ciento llega a los pobres, porque el sesenta es para pagar el sueldo a tanta gente. Es una forma de quitarles el dinero a los pobres. Pero la respuesta es Jesús. Y aquí quiero parar: «Los pobres siempre están con ustedes». Es una verdad: «Los pobres siempre están con ustedes». Los pobres están ahí. Son muchos: están los pobres que vemos, pero ésta es la parte más pequeña; la gran cantidad de pobres son los que no vemos: los pobres ocultos. Y no los vemos porque entramos en esta cultura de indiferencia que es negacionista y negamos: «No, no, no son muchos, no se ven; sí, es así…», siempre disminuyendo la realidad de los pobres. Pero hay muchos, muchos. O incluso, si no entramos en esta cultura de la indiferencia, existe la costumbre de ver a los pobres como adornos de una ciudad: sí, están ahí, como estatuas; sí, están ahí, se pueden ver; sí, esa viejecita mendigando, esa otra… Pero como si fuera algo normal. Es parte de la ornamentación de la ciudad tener gente pobre. Pero la gran mayoría son las víctimas pobres de las políticas económicas, de las políticas financieras. Algunas estadísticas recientes lo resumen así: hay tanto dinero en manos de unos pocos y tanta pobreza en muchos, en muchos. Y esta es la pobreza de tantas personas que son víctimas de la injusticia estructural de la economía mundial. Y [hay] tantos pobres que se avergüenzan de mostrar que no llegan a fin de mes; tantos pobres de la clase media, que van en secreto a Cáritas y piden en secreto y sienten vergüenza. Los pobres son mucho más que los ricos; mucho, mucho… Y lo que dice Jesús es cierto: «Porque los pobres están siempre con ustedes». ¿Pero yo los veo? ¿Soy consciente de esta realidad? Especialmente la realidad oculta, los que se avergüenzan de decir que no llegan a fin de mes. Recuerdo que en Buenos Aires me habían dicho que en el edificio de una fábrica abandonada, vacía durante años, estaba habitado por unas quince familias que habían llegado en esos últimos meses. Fui allí. Eran familias con niños y cada uno había tomado una parte de la fábrica abandonada para vivir. Y, mirándolos,