Vaticano.- En febrero de 2019, Francisco invitó a los presidentes de todas las conferencias episcopales al Vaticano para una Cumbre sobre la Protección de los Menores en la Iglesia para abordar el tema de los abusos sexuales por parte de miembros del clero. Una reunión similar, centrada en Europa Central y Oriental, tendrá lugar en Varsovia del 19 al 22 de septiembre. En este artículo, el padre Federico Lombardi sitúa este encuentro en el contexto del camino de la Iglesia hasta ahora: En el mundo actual, la Iglesia se enfrenta a grandes desafíos. El más fundamental es el de la fe y el anuncio de Dios y de Jesucristo en el mundo actual, con sus enormes transformaciones culturales y antropológicas. Pero también hay desafíos específicos, que tienen un efecto muy profundo en la vida de la Iglesia y en su misión de evangelización. Uno de los más críticos de las últimas décadas, porque ha herido la credibilidad de la Iglesia y, por tanto, su autoridad y su capacidad de anunciar el Evangelio de forma creíble, es el de los abusos sexuales a menores por parte de miembros del clero. Ha arrojado una sombra de incoherencia y falta de sinceridad sobre la institución de la Iglesia, sobre la comunidad eclesial en su conjunto. Esto es muy grave. Con el tiempo y la experiencia, empezando por los abusos sexuales a menores -que son los más graves-, hemos aprendido a ampliar la perspectiva en diferentes aspectos, de manera que hoy se habla con más frecuencia de abusos contra personas «vulnerables» y sabemos que deben ser vistos como abusos no sólo de sexo, sino también de poder y de conciencia, como ha insistido muchas veces el Papa Francisco. Además, es necesario recordar que el problema de los abusos, en sus diversas dimensiones, es un problema general de la sociedad humana, en los países en los que vivimos y en los diferentes continentes, y no es un problema exclusivo de la Iglesia católica. Por el contrario, cualquiera que lo estudie de forma objetiva y exhaustiva verá que hay regiones, lugares e instituciones muy diferentes en las que la cuestión está dramáticamente extendida. Al mismo tiempo, es correcto que abordemos específicamente el problema de la Iglesia, debido -como ya se ha dicho- a su credibilidad y coherencia. La Iglesia siempre ha insistido en su enseñanza sobre el comportamiento sexual y el respeto a la persona. Por eso, aunque veamos que no es un problema exclusivo de la Iglesia, debemos tomarlo absolutamente en serio y comprender que tiene una gravedad terrible en el contexto de la vida de la Iglesia y del anuncio del Evangelio del Señor. En particular, es un ámbito en el que está en juego la profundidad y la verdad de la relación con las personas, cuya dignidad debe respetarse profundamente. Como cristianos y católicos nos enorgullecemos de reconocer la dignidad de la persona como algo fundamental, porque la persona es la imagen de Dios. Ahora bien, el hecho de abusar, de faltar al respeto, de tratar a los demás como objetos, de no estar atentos a su sufrimiento, es un signo de fracaso en un punto fundamental de nuestra fe y de nuestra visión del mundo. En la muy reciente reforma del derecho canónico hay un aspecto que puede parecer puramente formal, pero que es muy significativo desde este punto de vista. Los delitos de maltrato se incluyen en el ámbito de los delitos «contra la vida, la dignidad y la libertad de la persona». No son «cosas vergonzosas» o «indignas del clero», pero se subraya que en la perspectiva de la Iglesia la dignidad de la persona debe situarse en el centro y debe ser respetada porque y como imagen de Dios. Esto es absolutamente fundamental. Convertirnos para tomar mucho más en serio la escucha y el respeto a cada persona, incluso a las pequeñas o débiles, es uno de los puntos importantes del camino de conversión y purificación de la Iglesia en nuestro tiempo para ser creíble. La Convención de 2019: responsabilidad, rendición de cuentas, transparencia Sin tener que rehacer toda la historia de los dramáticos acontecimientos y posiciones de la Iglesia sobre los abusos sexuales, podemos, para simplificar, referirnos a la «Cumbre» de febrero de 2019. Fue convocada por el Papa como un momento global, en el que toda la Iglesia, a través de los representantes de todas las Conferencias Episcopales, de las congregaciones religiosas masculinas y femeninas, se reuniera para un momento de toma de conciencia y de compromiso, con el fin de continuar más eficazmente el camino de la renovación. La organización de esa conferencia (cuyas actas se han publicado en el volumen Conciencia y purificación por LEV) giró en torno a tres puntos principales. En primer lugar, ya a finales de marzo de 2019, se promulgaron las nuevas leyes y directrices relativas al Vaticano y la Santa Sede, ampliando el enfoque, además del abuso de menores, a las «personas vulnerables». Luego, el 9 de mayo de 2019, se promulgó una nueva ley de gran importancia para toda la Iglesia, el Motu proprio Vos estis lux mundi – «Vosotros sois la luz del mundo»-, en el que el Papa ordenó que en todas las diócesis se crearan oficinas para recibir denuncias e iniciar procedimientos para responder a los abusos. No sólo eso, sino que también estableció la obligación para todos los sacerdotes y religiosos de denunciar los abusos de los que tuvieran conocimiento, e invitó a los miembros laicos de la Iglesia a denunciar también. Ahora, todos los sacerdotes y monjas están obligados en conciencia a denunciar cualquier caso de abuso de menores del que tengan conocimiento, y no sólo los que se producen contra menores, que son los más graves, sino también los que se producen contra otras personas vulnerables u otros abusos cometidos con violencia. Y los laicos también están invitados a hacerlo, y tienen que saber el lugar preciso donde pueden presentar la queja. Este es un paso muy decisivo. Por supuesto que hay
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