Con la presencia de Francisco, el X Encuentro Mundial de las Familias comenzó con el Festival de las Familias en el Aula Pablo VI. Cinco familias dan testimonio del amor conyugal ante el Santo Padre Vaticano. La familia alivia las heridas, hace que las personas vivan en armonía incluso cuando hay diferencias culturales y religiosas, les permite recorrer un camino juntos, vivir la paternidad como un «valor añadido en todo», yendo hacia la escucha, la acogida y el perdón. Estos son algunos de los pasajes más destacados de los testimonios de cinco familias que hablaron en el Aula Pablo VI, en presencia del Papa Francisco, durante el Festival de las Familias, evento inaugural del X Encuentro Mundial de las Familias. Música y testimonios El Encuentro Internacional, con el tema «El amor familiar: vocación y camino a la santidad», ha comenzado esta tarde en el Aula Pablo VI y finalizará el domingo 26 de junio con el Ángelus del Papa Francisco. Los anfitriones del Festival de las Familias de hoy en la Sala Nervi fueron una de las familias más famosas de la televisión italiana: Amadeus y Giovanna Civitillo. Les acompañaron en el escenario Il Volo, la Orquesta Filarmónica Marchigiana y varios invitados, entre ellos algunas familias ucranianas en conexión de una parroquia de Kiev. Antes de la llegada del Papa y de los testimonios de las cinco familias, intervino también en el escenario Francesco Beltrame Quattrocchi, nieto de los beatos patronos del Encuentro que ha comenzado hoy. El Santo Padre entró sobre las notas del Aleluya de Coen, cantado por Il Volo, acompañado por la Orchestra Filarmonica Marchigiana. La familia se enriquece con las diferencias Sofía tiene cinco años, uno más que Lilia y Miral. Los tres se han quedado sin padre durante casi un año y medio. Su querido padre era Luca Attanasio, el embajador italiano en la República Democrática del Congo, que fue asesinado cuando se dirigía a visitar un proyecto alimentario de la ONU para niños. Algunos de ellos de la misma edad que sus hijos. Zakia Seddiki es la viuda, o más bien la esposa, de Attanasio, porque como explica al principio de su testimonio «no me gusta hablar de él en pasado, porque siempre siento a Luca a mi lado». Hasta el punto de «sentir su presencia cada día», en lo que ella llama una «familia herida». Zakia dice sentirse honrada de poder compartir la historia de amor de su familia en presencia de Francesco. «La primera vez que nuestras hijas vieron al Papa, pensaron que era un médico», revela, refiriéndose al color del vestido, pero «tenían razón: porque el Papa es un médico que se preocupa por las almas de todos los cristianos, que siempre se ocupa de los que necesitan consuelo». Zakia, musulmana, subraya que la diferencia de religión en la familia nunca ha sido un obstáculo, es más, «sin duda nos ha enriquecido, hemos basado nuestra familia en el amor auténtico, con respeto, solidaridad y diálogo entre nuestras culturas». Sus respectivas religiones les han ayudado «a superar todas las diferencias y dificultades, aprendiendo la importancia de la comunicación y de la escucha y de la convivencia sin juzgar al otro, porque siempre hemos creído en el mismo Dios que nos pide, en dos libros sagrados diferentes, la Biblia y el Corán, que amemos al prójimo, que hagamos el bien y nunca el mal, que respetemos a los demás». La esposa de Luca Attanasio destaca cómo estos dos libros han estado siempre presentes en todos los hogares, libros que se leen a los niños, celebrando «juntos, con alegría, la Navidad y también el Ramadán, que nos acercó al sufrimiento de cada niño que carece de comida y agua cada día». Los pensamientos de Zakia se dirigen entonces a las «muchas mujeres como yo, que se quedan solas con los niños». Tengo la tarea -dice- de transmitir a nuestros hijos ese amor que nació con Luca. Puede haber momentos de desánimo, sobre todo por la noche, cuando se hace el silencio, cuando necesitaría a mi marido a mi lado para hacer sonreír a nuestras tres princesas, para leerles un cuento de hadas, para contarles sus mil aventuras. Pero estoy seguro de que seguirán creciendo fuertes, sonrientes y genuinos como su padre. La vida puede ser injusta, pero no debemos ni podemos ceder al desánimo». Por último, el deseo para las familias presentes en el Aula Pablo VI y conectadas en todos los continentes, para que «sean, a pesar de las diferencias culturales y de sufrimiento, un lugar donde podamos encontrar siempre la luz y la certeza de que Dios nunca nos dejará solos». El amor sorprende y pide acoger Lejos de Kiev, a principios de marzo. Unos diez días después del comienzo de la guerra. Madre e hija, obligadas a abandonar su hogar y sus afectos, sus recuerdos y sus esperanzas. Todo. El traslado al oeste, luego la oportunidad de ir a Italia, en autobús. «La decisión de abandonar Ucrania me hizo sufrir mucho», explica Iryna, pero fue su marido quien primero les pidió a ella y a su hija de 17 años, Sofía, que se pusieran a salvo. Ambas llevan más de dos meses viviendo en Roma. «Hoy doy gracias a Dios porque ha enviado a nuestro camino a tanta gente buena que nos ha ayudado y ha mostrado un gran corazón al darnos ayuda y esperanza», explica Iryna con la voz rota por la emoción, «todo esto es posible gracias a Dios y a la generosidad de quienes nos ayudan», subraya la joven Sofía. Los pensamientos de ambas son, pues, para el Señor, para la «Providencia de Dios». Por el momento, las dos mujeres son acogidas por la familia de Pietro y Erika, que les ha ofrecido un piso recién terminado debajo de la casa donde viven. «A pesar de tener una familia muy numerosa, con seis hijos, nos han acogido con cariño. Estamos muy agradecidas por esta acogida y hospitalidad, por la ayuda de sus amigos y de la
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