Vaticano, ecología integral: salvaguarda de la Creación es responsabilidad de todos
Vaticano.- Ofrecer una orientación a las acciones de los católicos, pero no sólo, y llamar a cada cristiano a una sana relación con la Creación: son los objetivos del documento interdicasterial «En camino para el cuidado de la casa común», difundido con ocasión del quinto aniversario de la Encíclica «Laudato si’», firmada por el Papa Francisco el 24 de mayo de 2015 y publicada el 18 de junio del mismo año. El texto ha sido redactado por la «Mesa Interdicasterial de la Santa Sede sobre la ecología integral», creada en 2015 para analizar cómo promover e implementar la ecología integral. Forman parte de ella las instituciones vinculadas a la Santa Sede mayormente comprometidas en este ámbito, algunas Conferencias Episcopales y Organizaciones católicas. Aunque fue redactado antes de la pandemia de Covid-19, el documento destaca el mensaje principal de la Encíclica: todo está conectado, no hay crisis separadas, sino una única y compleja crisis socio-ambiental que requiere una verdadera conversión ecológica. Primera parte: educación y conversión ecológica La primera parte se abre con el llamado a la necesidad de una conversión ecológica, a un cambio de mentalidad que lleve al cuidado de la vida y la Creación, al diálogo con el otro y a la toma de conciencia de la profunda conexión entre los problemas del mundo. Se sugiere, por lo tanto, el fomentar iniciativas como el «Tiempo de la Creación», pero también las tradiciones monásticas que enseñan la contemplación, la oración, el trabajo y el servicio. Todo para educar al conocimiento del vínculo entre equilibrio personal, social y ambiental. Tutelar la vida y promover la familia El documento reafirma además la centralidad de la vida y de la persona humana, porque «no se puede defender la naturaleza si no se defiende a todo ser humano». De ahí la indicación de desarrollar el concepto de «pecado contra la vida humana» entre las nuevas generaciones, también para contrastar, con la «cultura del cuidado» a la «cultura del descarte». También se hace hincapié en la familia como «sujeto protagonista de la ecología integral»: basada en los principios básicos de «comunión y fecundidad», puede convertirse en «un lugar educativo privilegiado donde se aprende a respetar a los seres humanos y a la Creación». Por esta razón, se insta a los Estados a «promover políticas inteligentes para el desarrollo familiar». Nueva centralidad de escuela y universidad Al mismo tiempo, se invita a la escuela a adquirir «una nueva centralidad», es decir, a convertirse en una escuela de desarrollo de la capacidad de discernimiento, pensamiento crítico y acción responsable. Son dos, en particular, las sugerencias en este ámbito: facilitar las conexiones entre el casa-escuela-parroquia y poner en marcha proyectos de formación a la «ciudadanía ecológica», es decir, promover entre los jóvenes «un nuevo modelo de relaciones» que vaya más allá del individualismo en favor de la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado. Tambien la universidad está convocada: su triple misión de enseñanza, investigación y servicio a la sociedad debe girar en torno al eje de la ecología integral, animando a los estudiantes a comprometerse con «profesiones que faciliten cambios ambientales positivos». De ahí la sugerencia específica de «estudiar la teología de la creación, en la relación del ser humano con el mundo», conscientes de que el cuidado de la Creación requiere «una educación permanente», un verdadero «pacto educativo» entre todos los organismos implicados. Catequesis, diálogo ecuménico e interreligioso El documento también reafirma que «el compromiso de cuidar la casa común es una parte integrante de la vida cristiana», no una opción secundaria. Pero eso no es todo: el cuidado de la casa común es «un excelente ámbito» de diálogo y colaboración tanto ecuménico como interreligioso. Con su «sabiduría», de hecho, las religiones pueden alentar un estilo de vida «contemplativo y sobrio» que lleve a «superar el deterioro del Planeta». Comunicación La primera parte del documento concluye con un capítulo dedicado la comunicación y a su «profunda analogía» con el cuidado de la casa común: ambas, de hecho, se basan en «comunión, relación y conexión». Por lo tanto, en el contexto de una «ecología de los media«, se insta a los medios de comunicación a poner de relieve los vínculos entre «destino humano y ambiente natural», responsabilizando a los ciudadanos y combatiendo las denominadas «fake news» (falsas noticias). Segunda parte: ecología integral y desarrollo. Tutelar derecho a alimentos y agua La segunda parte del documento se abre con el tema de la alimentación y la referencia a las palabras del Papa Francisco: «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre» (LS, 50). De ahí la condena del desperdicio alimentario como un acto de injusticia, la invitación a promover una agricultura «diversificada y sostenible», en defensa de los pequeños productores y de los recursos naturales, y la urgencia de una educación alimentaria sana, tanto en cantidad como en calidad. También se hace un fuerte llamamiento para que se combatan fenómenos como el acaparamiento de tierras, los grandes proyectos agroindustriales contaminantes y para que se tutele la biodiversidad. Ecos de este llamamiento se encuentran también en el capítulo dedicado al agua, cuyo acceso es «un derecho humano esencial». También en este caso se exhorta a evitar el desperdicio y a superar aquellos criterios utilitaristas que llevan a la privatización de este bien natural. En la misma línea está el llamamiento a reducir la contaminación, a descarbonizar el sector energético y económico y a invertir en energía «limpia y renovable», accesible para todos. Invertir en energia limpia y renovable. Salvaguardar mares y océanos. Promover economía circular También los mares y océanos están en el corazón de la ecología integral: «pulmones azules del planeta», requieren un gobierno centrado en el bien común de toda la familia humana y en la subsidiariedad. En el texto también se destaca la urgente necesidad de promover una «economía circular» que no tenga por objeto la excesiva explotación de los recursos productivos, sino su mantenimiento a largo plazo para que puedan ser reutilizados. Es necesario superar el concepto mismo de «desecho»,
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