Vaticano.- La Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral publica su décimo octavo boletín, en el que comparte la situación de migrantes y refugiados en diversas partes del globo, y las buenas prácticas de diferentes actores católicos de todo el mundo. En este número, particular atención a las víctimas de la trata de seres humanos. La Iglesia en apoyo de los migrantes En respuesta a la pandemia de COVID-19, muchos Estados han adoptado medidas severas y sin precedentes contra los migrantes, los refugiados y otras personas desplazadas, como bloqueos fronterizos, cuarentenas, expulsiones y confinamientos de campamentos de refugiados y comunidades de trabajadores migrantes. Estas medidas fueron permitidas y justificadas por el estado de emergencia pandémico, que redujo la libertad de movimiento garantizada por el derecho internacional. Sin embargo, en muchas ocasiones se han alzado voces del mundo católico para subrayar la importancia de la movilidad humana: se debe garantizar la libertad de acceso a los solicitantes de asilo y a los migrantes, y éstos deberían ser acogidos con un espíritu de bienvenida. Durante los meses del verano europeo, aumentaron los intentos de los migrantes y los solicitantes de asilo de cruzar el Mediterráneo, lo que causó la pérdida de muchas vidas inocentes. En una carta abierta, los combonianos lanzaron un llamamiento contra la indiferencia. «¿Y si fuéramos nosotros los que nos ahogamos?», preguntaron. La Comisión Justicia y Paz de los Misioneros Combonianos se ocupa no sólo de los que atraviesan el Mediterráneo, sino también de las numerosas personas que tratan de llegar a Europa central y septentrional a través de los Balcanes. Inspirados por el Papa Francisco en su Ángelus del 23 de agosto – «Dios nos pedirá cuentas por todas las víctimas de los viajes de la esperanza» – declaran que, además de la obligación de la acogida, «va más allá del derecho internacional», y es algo que, como cristianos, «debe hacernos pensar». «Permanezcamos humanos, atentos y apasionados por la justicia y la dignidad de toda vida humana». Los migrantes en Chile En Chile se celebró el 6 de septiembre la Jornada Nacional de los Migrantes. El Instituto Católico Chileno para las Migraciones, INCAMI, instó a todas las comunidades eclesiales a participar en la celebración a través de las redes sociales y otros medios de comunicación diocesanos y parroquiales. Concretamente, alentó a «Encuentros con Cristo Migrante» de manera virtual, y a «rezar por los migrantes en Chile». En los últimos meses, señala INCAMI, «miles han dormido en las calles esperando regresar (a sus países); muchos están desempleados, no pueden pagar el alquiler y mantenerse», especialmente los migrantes haitianos y venezolanos. En respuesta, INCAMI ha emprendido diversas actividades para ayudar a más de un centenar de migrantes que, tras perder sus empleos y hogares debido a las restricciones impuestas por la COVID-19, tuvieron que permanecer en campamentos de emergencia en las periferias de Santiago. Junto con las oficinas gubernamentales encargadas, INCAMI ayuda a estos migrantes a obtener los documentos necesarios para ser inscritos en el registro familiar y así poder acceder a los servicios de emergencia de COVID-19 que ofrece el gobierno. INCAMI también presta asistencia a los migrantes que desean regresar a sus países. Necesario aliviar el sufrimiento y promover un genuino desarrollo En varias ocasiones, el Papa Francisco ha expresado la esperanza «de que más países adopten programas de patrocinio privado y comunitario y pongan en marcha corredores humanitarios». En una declaración oficial emitida en la 78ª reunión del Comité Permanente del ACNUR en Ginebra, el Arzobispo Ivan Jurkovič, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, recordó que todavía hay demasiados «refugiados y familias que siguen sin saber con certeza cuál es su futuro, y se ven obligados, en el mejor de los casos, a sobrevivir sin poder satisfacer sus necesidades cotidianas o -en el peor de los casos- se les confina en centros de detención, donde se les priva del acceso a la educación, de la asistencia sanitaria y las oportunidades de trabajo digno, corriendo también el riesgo de ser víctimas de la trata de personas y de la moderna esclavitud». Por estas razones, además de reconocer los esfuerzos de las Naciones Unidas para aumentar las soluciones de terceros países en la ayuda a los refugiados, la Santa Sede alienta a todos los asociados responsables a que cooperen con la esperanza de «preservar la vida y la dignidad humana, aliviar el sufrimiento y promover un desarrollo genuino e integral». «¡Nuestra Iglesia acoge!» proclamó el arzobispo de Génova Marco Tasca. La prefectura local lanzó una nueva licitación para renovar la acogida actual de los solicitantes de asilo, a la mayoría de los cuales se les negó su solicitud de permiso de residencia por razones humanitarias, encontrándose así en la calle y en situación irregular. Esto ha impulsado a la Iglesia local y a la Asociación Migrantes a responder al llamado y a comprometer recursos para la caridad, a pesar de las serias restricciones en este período de grave emergencia. La oficina diocesana de Migrantes afirma: «La diócesis de Génova parte inequívocamente del Evangelio» y de las palabras del Papa Francisco: Un desafío pastoral al que estamos llamados a responder con los cuatro verbos que he indicado: acoger, proteger, promover e integrar. La Iglesia contra la trata de seres humanos La Organización Internacional del Trabajo estima que 24,9 millones de personas en todo el mundo están atrapadas en trabajos forzados, mientras que 4,8 millones son víctimas de la explotación sexual. Las mujeres y las niñas, en particular, representan el 99% de las víctimas en la industria del sexo comercial. Desde su elección en 2013, el Papa Francisco ha denunciado repetidamente la trata de personas. También ha impulsado la formación del Grupo Santa Marta, una alianza internacional de obispos y jefes de policía que tiene por objeto erradicar la trata de personas y la esclavitud moderna. Hoy en día existen varias organizaciones e instituciones católicas que se dedican a la lucha contra la trata de seres humanos y
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