Vaticano. En el Jubileo de los Obispos, sacerdotes y seminaristas que se desarrolla en Roma, monseñor Lisandro Alirio Rivas -Obispo de San Cristóbal en Venezuela-, compartió su experiencia como peregrino de esperanza «para un mundo que hoy más que nunca lo requiere y que lo necesita». “Un peregrino que también, acercándome a la sede de Pedro, quiero también vivir y renovar mi compromiso de discípulo misionero”, expresó el Obispo de San Cristóbal en Venezuela, monseñor Lisandro Rivas, en su visita Radio Vaticana en ocasión del Jubileo de los Obispos que se desarrolla en Roma del 23 al 27 de junio. “La presencia de un pastor, del obispo, es siempre una presencia de consolación porque ratifica y confirma la fe”. Afirma el obispo Rivas quien además comparte la alegría por la cercana canonización de dos santos venezolanos, José Gregorio y Madre Carmen. Y comparte su experincia personal como obispos, y la iniciativa pastoral de oración que iniciará en su iglesia local: un Santuario diocesano de adoración y reparación eucarística. Monseñor Lisandro, en el marco del jubileo de los obispos, ¿qué significa como pastor de una iglesia local, peregrinar, atravesar la Puerta Santa? Ya nos comentaba, hace presente también, seguramente, a sus sacerdotes, a sus fieles, todo su ministerio… Primero que todo, pues traigo conmigo mi querida Diócesis de San Cristóbal. Con ella, pues, los obispos que están allí, tanto eméritos como el obispo auxiliar, mis sacerdotes, seminaristas, vida consagrada, laicos comprometidos, en fin, toda esta Iglesia que peregrina en el Táchira, en San Cristóbal (Venezuela), y con ella, toda la Iglesia venezolana que la traigo en el corazón y en la mente y quiero como peregrino también, ponerme en camino, me he puesto en camino para atravesar esta Puerta Santa que es la Puerta de la Esperanza. Esta puerta que es Jesucristo, reencontrarme con el Dios de la vida, ese Jesucristo que camina a nuestro lado y que sigue apostando y que nos sigue, pues, ofreciendo, una vez más, el ser testigos de esperanza, una esperanza, como nos decía el Papa Francisco, de grata e inolvidable memoria, que ‘la esperanza no defrauda’, claramente inspirándose del apóstol Pablo. Por eso también como peregrino de esperanza, como pastor de esta iglesia diocesana de San Cristóbal, pues, he venido con entusiasmo, con buena disposición para vivir una experiencia en camino sinodal desde nuestra Iglesia Madre, como es la iglesia o la Basílica de San Pedro, donde muchísimos peregrinos están pasando esta Puerta Santa, pues, también me coloco en ese camino como Iglesia que peregrina para también vivir esta experiencia de renovación y sobre todo de un reconocerme también invitado a llevar y a seguir comunicando vida, y vida en abundancia como un peregrino de esperanza para un mundo que hoy más que nunca lo requiere y que lo necesita. Precisamente la esperanza es el tema del Jubileo. ¿Cómo el obispo se hace fuente de esperanza mediante su ministerio pastoral para el pueblo de Dios? Sí, primero que todo, como sucesor de los apóstoles, es confirmar una de las cosas que yo, trato de vivir en mi experiencia como pastor, es confirmar al santo pueblo de Dios, al santo pueblo fiel de Dios en la fe, una fe que no se detiene, una fe que nos pone en movimiento y precisamente nos coloca en movimiento para vivir el acontecer de cada día en los dolores, tristezas, alegrías y esperanzas, como nos dice el Concilio Vaticano II, cuando vive nuestro pueblo, también nosotros en medio de ese pueblo, pues, fortalecerles, animarles, sostenerles y sobre todo estar presente. Creo que es fundamental la presencia y sobre todo en estos tiempos tan difíciles que la gente, busca referentes. La presencia de un pastor, del obispo, es siempre una presencia de consolación porque ratifica y confirma la fe. Como decía uno de los Padres de la Iglesia, donde está el obispo allí está la Iglesia, porque como Iglesia todos caminamos y nos identificarmos con ese proyecto de Jesús, que es el proyecto del Reino, haciéndolo también presente allí donde cada uno está llamado a vivir su misión. Y qué hermoso, ser y continuar siendo, lo digo para mi Iglesia particular de San Cristóbal, un signo de esperanza. Y la gente lo ve y lo vive de esa manera. También como se acercan hacia el obispo, como le solicitan también al obispo de ser una voz, de dar una respuesta, de ser puente, de una cercanía, de una visita. Eso lo experimento y yo creo que es un signo muy concreto, sin hacer cosas extraordinarias, pero vivirlo ordinario de manera extraordinaria, inyectando y comunicando esa esperanza que nuestro pueblo tanto lo necesita. Excelencia, compártanos su experiencia como obispo en Venezuela. ¿Qué le ha marcado en estos años de su episcopado? Bueno, primero que todo, viví mis dos años y medio en la Arquidiócesis de Caracas como obispo auxiliar. Luego el Santo Padre Francisco me sorprendió enviándome para esta hermosísima Diócesis de San Cristóbal, la cual es una Iglesia viva, una Iglesia llena de vitalidad, una Iglesia que, gracias a mi predecesor, de igual manera, monseñor Mario Moronta, pues, logró caminar por muchos años, 25 años en esta Iglesia, haciéndola verdaderamente que fuera una iglesia con una identidad y también unas características muy propias. Lo que, para mí, como pastor de la iglesia en este momento del Táchira y la experiencia en Venezuela, es la cercanía con la gente. Algo que ha marcado muchísimo mi ministerio episcopal era mirando también la figura del Papa Francisco, con sus actitudes, actitudes humanas, pero que transmitían algo extraordinario. A veces simplemente un tocar, un abrazar, una sonrisa, y sobre todo lo llevo muy en mi corazón y lo he tratado de practicar en el día a día. A veces ser el pastor que va adelante para indicar el camino, a veces el pastor que está allí en medio para escuchar el palpitar de una Iglesia, de un Pueblo de Dios, las necesidades, lo que está aconteciendo. Y a veces atrás, porque
Comentarios recientes